• 18/05/2011 02:00

No creo en la Torre Financiera allí

A pesar de no ser nada parecido al edificio que construyó el presidente Porras para servir al pueblo, las autoridades insisten en seguir...

A pesar de no ser nada parecido al edificio que construyó el presidente Porras para servir al pueblo, las autoridades insisten en seguir con su plan multimillonario, mientras que grupos de la sociedad civil advierten los perjuicios del proyecto, especialmente por el lugar escogido. Sin haberme formado un juicio previo, estimo que hasta ahora la suma y resta de argumentos técnicos, financieros, administrativos, estéticos, históricos, sociales, etcétera, arrojan un saldo negativo. Destacamos los pros y los contras más obvios.

A favor hay varias razones. Creo loable el intento por ahorrar al gobierno los millones de balboas que anualmente se pagan por el arrendamiento de oficinas estatales en edificios privados. Hace pocos días se reportó que el arrendamiento de las oficinas centrales del MEF en el edificio Ogawa en vía España, asciende a B/.2.2 millones anuales, lo cual, considerando los años de vigencia de ese contrato, significa un total de más de B/60.6 millones pagados. No hay duda de que se trata de mucha plata ‘gastada’ —no ‘invertida’— en ese y en otros edificios gubernamentales alquilados.

El fabuloso edificio, en un lugar privilegiado frente a la bahía, representaría un ícono espectacular, cuya silueta estética contribuiría a darle a la ciudad —y al país— una imagen ‘primermundista’ de centro financiero de primer orden, atractivo para mayores inversiones y más turistas.

No he observado ningún otro argumento de peso a favor del proyecto.

Por otro lado, hay muchas opiniones contrarias. Es en el fondo un proyecto inmobiliario que corresponde desarrollar exclusivamente a inversionistas particulares, quienes deben correr los riesgos inherentes a una inversión cuyo propósito fundamental es ganar dinero. Preguntaría: ¿Quiénes son los promotores? ¿Quién sufragó o sufragará los B/.7 millones cobrados por los planos arquitectónicos? ¿El gobierno o los inversionistas privados?

Se mencionan daños a la obra del presidente Porras y parecería incongruente erigir una lujosa torre al lado de un hospital para gente humilde, como ideó el Dr. Porras. El conflicto potencial del tráfico que cada obra generará, muy pronto impedirá el desplazamiento vehicular y peatonal holgado. Sólo pensar en la llegada y salida diaria de 9,000 personas que trabajarán en la Torre, en la competencia por llegar a los 4,000 estacionamientos previstos, el movimiento de clientes privados, el tráfico de turistas al hotel, entre otros, ilustra apenas el potencial congestionamiento en un área adyacente al hospital, cuyos pacientes reclaman, con justicia, un acceso sin dificultad. Deberíamos conocer la opinión técnica —no política— del MOP y del MIVIOT sobre la capacidad vial y el uso juicioso del espacio urbano.

La mezcla de oficinas públicas y actividades privadas —hotel, restaurante, bares, centro de convenciones y otras actividades lucrativas— parece inapropiado. Y ocupar 30,000 metros cuadrados, que cuestan más de B/.4,000.00 por metro cuadrado, para ubicar funciones públicas, significará una inversión excesiva de B/.120 millones. Se podría construir, en otro sector de la ciudad, un edificio gubernamental moderno y funcional, cuyas actividades conexas propiciarían el desarrollo del entorno.

La Torre Financiera alojaría oficinas centrales de varias entidades públicas: Banco Nacional, Superintendencias de Bancos y de Seguros, Autoridad de Turismo, Comisión de Valores, Secretaría de Energía, ASEP y una oficina para el presidente de la República. Pero ellas no son oficinas de atención al público, a las cuales acuda el ciudadano de a pie. La mayoría de quienes necesiten frecuentar estas sedes centrales son hombres de negocios, empresarios, banqueros, aseguradores, funcionarios o técnicos de alto nivel, inversionistas; todas, personas que tienen sus propios medios de locomoción. El edificio no requiere estar ubicado en un lugar céntrico, tan cercano a rutas de transporte masivo.

Cualquier proyecto que ahorre recursos estatales tiene mérito; pero no parece justo destinar esos ahorros a una inversión pública/privada en un edificio de lujo, cuyo objetivo es tan distinto al Elefante Blanco del Dr. Porras. Sería mejor invertir esos ahorros en una obra que constituya un imán para el desarrollo de algún sector de la ciudad que lo amerite y lo aproveche adecuadamente. Hacerlo en un sector ya supremamente desarrollado —y mezclarlo con actividades privadas— no parece juicioso.

*EX DIPUTADA DE LA REPÚBLICA.

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