• 02/05/2012 02:00

Universidad y presencia docente

En los estudios superiores en donde la modalidad de estudio es presencial la comparecencia física del docente es vital. Desde luego, lo ...

En los estudios superiores en donde la modalidad de estudio es presencial la comparecencia física del docente es vital. Desde luego, lo virtual (en esta modalidad) se convierte en una herramienta en el proceso educativo, pero de ninguna manera reemplaza absolutamente al educador.

Es más el compromiso adquirido por él supone el ejercicio docente en el aula para construir mancomunadamente con el estudiante conocimientos.

Precisamente su ausencia no permite el desarrollo eficaz del programa analítico del o de los cursos, afectando la formación académica de quien acude a la educación superior en busca de sabiduría.

Y es que el educador es un ser abnegado que pone luz de la vida en el alma de la juventud, tal y como reza el himno al maestro.

Y es que un deber ineludible que tiene es participar con, motivación, interés, responsabilidad, conocimiento y pujanza para coadyuvar en la formación de hombres y mujeres que han de participar en el desarrollo del país. Esto difícil de lograr si el educador soslaya su concurrencia en el aula de clases.

Es sumamente doloroso observar estudiantes, muchos de los cuales, provienen de lugares apartados, lo que le acarrea gastos y sacrificios, permanecer solos con caras mustias por un largo espacio de tiempo en el salón de clases en la espera del profesor. El propio aula adquiere un tono lastimero, porque en efecto algo le falta. La misma educación en donde se invierten recursos económicos significativos se ve afectada porque lo que se obtiene finalmente como resultados pudiera no ser lo mejor.

Pero es que la no aparición del docente en el recinto sería intrascendente si fuera muy casual, no así cuando se convierte en práctica común, bajo el supuesto de contar con respaldos lo que le permite asumir como correcto la inasistencia a clases. Hay casos escandalosos que pudieran configurar una lesión al patrimonio estatal e igualmente daños y perjuicios a quienes no se les oferta una educación que se está pagando con los fondos públicos.

Pero lo también grave es que al final de una jornada el estudiante recibe una evaluación que no mide en puridad sus avances o falencias y de la misma manera no se tiene claridad sobre el desarrollo óptimo o no del programa.

Si hoy se discuten con bastante propiedad las nuevas tendencias en la educación superior, si el contexto en que se mueve es el de la globalización, conocimiento y tecnología, el papel del docente es sumamente importante. No se puede ni se debe construir sobre bases endebles, ni permitirse en los países en vías de desarrollo, déficit que no van a contribuir de ninguna manera con el desarrollo.

Sin superar todavía la centralización como modelo de gestión pública, hoy las regiones asisten al ofrecimiento de educación superior, lo cual es un paso significativo de avance. Pero el mismo se consolidará cuando los estamentos que hacen la vida universitaria asuman con seriedad el compromiso.

Así el ausentismo docente en las regiones en donde se da educación superior constituye un factor gravísimo de deterioro de la misma y precisamente eso es lo que no se quiere por lo que urge atender el problema para que no haga más crisis.

DOCENTE UNIVERSITARIO.

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