• 10/12/2012 01:00

Ante todo la Familia

S egmentos de este artículo los publiqué hace algunos años. La razón de revisitar algunos temas es para ver si hemos cambiado algo. Si h...

S egmentos de este artículo los publiqué hace algunos años. La razón de revisitar algunos temas es para ver si hemos cambiado algo. Si hemos crecido como individuos o colectivo social. Yo tengo mis opiniones al respecto y las plasmo aquí para que ustedes hagan un ejercicio individual. Para hacer este escrito esa vez hice un ejercicio que repetí hace unos días con actores similares. Lo que relato seguidamente fue la experiencia pasada. La de unos días fue muy similar; una fiel copia del evento original.

Entonces relaté: ‘Le hice dos preguntas muy puntuales a cinco personas que forman parte de ese círculo más amplio que nos rodea cada semana: Un chofer, la señora que limpia, el de los periódicos, la billetera y una estudiante que hace práctica en la oficina. Les pregunté que si durante este mes que se avecina tuvieran unos inesperados B/. 100.00, ¿qué harían? La segunda pregunta era acerca de ¿qué quisieran que se mejore en el país?

Sobre la primera fueron poco cuidadosos, un tanto impulsivos. La segunda pregunta fue respondida en términos más generales, mezclados y reflexivos que me llevaron a tomar la siguiente decisión: voy a hacer lo posible por no exponer mis preocupaciones más fundamentales durante las próximas semanas. Promesa que me hago con mucho esfuerzo porque soy uno de aquellos que creen que el rumbo por donde transita la humanidad, en este tiempo que vivimos, es peligroso, e irremediablemente amenaza nuestra sociedad. Todos hablaron de sus familias.

Los cinco están hastiados de los problemas que nos agobian (reales o creados). Las pendencias y escaramuzas entre politiqueros; esos son los que ven como fabricados. La pobreza, las dificultades cotidianas para ganarse ellos la vida, son molestias reales que inciden en su calidad de vida’. (La diferencia esta vez fueron las incomodidades por los tranques, las esperas por el Metrobús, etc.). Observaré juiciosamente las algarabías de la época que se avecina, consciente de que, invariablemente, muchos obstáculos estarán allí en la madrugada del nuevo año que está a la vuelta de unos 23 días. Ellos también lo saben.

Solo por mencionar, a manera de ejemplo, algunos asuntos que deben ser de preocupación colectiva: Hay algo anormal que está sucediendo en toda la capital y en otras regiones con la infraestructura públicas. La ciudad se inunda con cualquier aguacero; autos quedan totalmente bajo el agua. Calles se hunden y la vida de cualquiera que anda por allí está en peligro. Por otro lado, Transparencia Internacional publicó la semana pasada en Alemania que Panamá se ubica en la posición número 83 de nivel de corrupción con una evaluación de 38 puntos de cien. Cero es el más corrupto y 100 es el país más transparente. Estos y otros asuntos como la educación y la violencia, después de la goma festiva, estarán allí a la espera.

Pero esto no preocupa a algunos, que para ellos lo representativo de diciembre inició hace meses. Es en agosto cuando muchos comercios inician su publicidad para apurar y mantener en el subconsciente el consumo que engorda sus arcas; muebles e insumos ahora, para comenzar a pagar meses después de finalizadas los festejos, un juegavivo por el enganche emocional y anticipado. Ganar la partida comercial.

La usura de los comerciantes es inagotable. Mis interlocutores semanales y, para ese efecto, el panameño común, gasta lo poco que han podido ahorrar o inician un periodo intenso de endeudamiento, haciendo compras con tarjetas de crédito que las instituciones financieras ofrecen con facilidad y sin el menor control. O recurren al amigo agiotista. La puja por los nuevos aparatos electrónicos: computadores, celulares, pantallas planas de televisión, etc. Con los B/. 100.00 inesperados, mis amigos transitorios, también sucumbirían a este desatino por encima de necesidades más apremiantes.

Cada persona sensata debe llegar a las mismas conclusiones una vez que hace un intento serio por profundizar y desmenuzar en un proceso analítico honesto, las conductas inducidas por culturas foráneas. El día de Acción de Gracias estadounidense con su imposición comercial y manipulativa del ‘Black Friday’ de compras, resulta tan ofensivo culturalmente; deja en evidencia la fragilidad cultural que tenemos. Este tiempo es para abusar de los incautos y aprovecharse de la insensatez de la entrega por parte de las clases productivas y populares, de su patrimonio ahorrado a fuerza de trabajo y limitaciones. Cientos y cientos de millones de balboas y otros cientos de millones que acumularán en deudas.

Lo que debe ofrecernos alegrías en un tiempo como el que estamos por vivir, y la razón por la cual pretendo deponer —temo que momentáneamente— mis ansiedades existenciales y de supervivencia, es el tiempo con la familia, tan mágico y especial para mis cinco conspicuos colegas como lo es para mí. Decía Anthony Brandt: ‘Other things may change us, but we start and end with the family’ (‘Habrá otras cosas que podrán hacernos cambiar, pero todo comienza y termina con la familia’).

Independientemente de que han caído en la trampa comercial de fin de año, todos refirieron sus íntimos y más sensibles deseos por el bien de los suyos: sus hijos, parejas, padres y/o hermanos. Del rostro de todos se desprendió un halo de felicidad y calor por cumplir y compartir con ellos. De sacar el tiempo, a como dé lugar, para abrazar a la familia. Una promesa, un sentimiento genuino y compartido entre ellos yo.

COMUNICADOR SOCIAL.

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