• 14/01/2013 01:00

Escepticismo entre luces y sombras

G uardo reservas profundas sobre el papel que la Iglesia ha desempeñado en los eventos trascendentales a lo largo de los siglos. ‘Echa p...

G uardo reservas profundas sobre el papel que la Iglesia ha desempeñado en los eventos trascendentales a lo largo de los siglos. ‘Echa pa’tras’ como dicen los cubanos y encontraremos un sinnúmero de eventos históricos en los que la Iglesia ha desempeñado un rol funesto de intervención u omisión, que ha causado la vida de cientos de miles de personas y que, en algunas circunstancias muy puntuales, a posteriori, ha reconocido lo nocivo de su intervención (o falta de).

En las últimas dos décadas, ante la creciente exposición de curas pedófilos o abusadores en el seno de la Iglesia Católica, su sede ha tenido que hacer frente al daño público que esto ha representado ante cuestionamientos insistentes de encubrimiento de la Santa Sede, en muchos de los casos. Pero por otro lado, no faltan las historias fundamentadas en su misión de fe que detallan eventos en donde sus templos y parroquias alrededor del mundo, particularmente en naciones y lugares en penuria, han servido de santuario para miles de desventajados, perseguidos y buscadores de paz y apoyo. Ha calmado el hambre de miles de pobres alrededor del mundo en su misión de solidaridad humana.

A como dé lugar, la Iglesia Católica marca como la institución de mayor credibilidad en todas las encuestas nacionales. Con eso en mente, el jueves pasado, como resultado de la asamblea plenaria ordinaria anual que realizan los obispos de Panamá, se emitió un comunicado de la Conferencia Episcopal de Panamá, en el que señalan los obispos que ‘queremos compartir con el pueblo panameño nuestras reflexiones en torno a acontecimientos eclesiales y a la realidad nacional’.

En la segunda parte del comunicado titulado ‘Realidad Nacional, acápite 1: ‘Luces y Sombras’, los obispos puntualizan que: ‘Constatamos que nuestra población ve el crecimiento económico, las grandes obras de infraestructura, el aumento del empleo, las mayores posibilidades en diversos ámbitos, etc. Pero sigue quejándose de decisiones inconsultas, ausencia de diálogo que trajo graves consecuencias, incumplimiento de promesas y pérdida de credibilidad, falta de valores y corrupción en la sociedad, acciones paternalistas, debilitamiento de la institucionalidad, desconfianza en la administración de justicia, aumento del costo de la vida, mayor inversión económica en la capital que en el interior. Como consecuencia, se nota una creciente decepción social: un aumento del estrés, de la agresividad, del miedo, crispación política y una pérdida del valor de la vida’.

Este enunciado es importante desde muchos puntos de vista, pero más cuando ofensores y ofendidos recurren a esta institución, casi siempre, para que sirva de intermediaria, negociadora o garante de acuerdos entre las partes. Eso está sucediendo más a menudo en los últimos tres años; y es importante porque deja claramente establecido la posición primaria de la Iglesia, después de haber sido testigo presencial de varias disputas y confrontaciones entre las fuerzas de poder y los sectores débiles o marginados de la sociedad.

Lo que sucede hoy tiene sus raíces desde que los militares fueron depuestos el 20 de diciembre de 1989, en la masacre que representó la invasión de los Estados Unidos. Los grupos políticos y económicos que asumieron el poder en ese momento obviaron la necesidad de hacer cambios estructurales significativos en el ejercicio del poder en Panamá. Faltaron luces largas. Faltó decisión, faltó un sentido general de reestructuración de todo el sistema político y social que necesariamente apunta a cambios fundamentales en lo educativo y cultural. Se concentraron en lo económico y continúan por ese mismo camino. Han hecho mofa de las propuestas que la sociedad civil ha promovido.

Los problemas se atacan de raíz y qué mejor momento para rectificar el rumbo de una sociedad que el que se dio con la invasión. Veintitrés años después, ¿qué tenemos? Dicen los obispos: ‘Sigue predominando la visión de ‘desarrollo’ sólo como crecimiento económico (reflejada en el uso de indicadores para medir el progreso y la situación de un país —PIB, tasa de inversiones, ingreso…), olvidando la dimensión social y la redistribución de la riqueza. Durante varias administraciones, ha habido mayor preocupación por el crecimiento de los índices económicos, que por la construcción de la sociedad’.

No ha comenzado bien el año cuando ya las manifestaciones politiqueras ocupan mucho de la discusión nacional. Las especulaciones sobre acuerdos, candidatos, alianzas o compromisos.

Todos los sistemas políticos experimentan momentos de corrupción y períodos que han significado para ellos algún grado de retos para su supervivencia. Pero, este tiempo parece un callejón sin salida en Panamá y la campaña electorera que arrancó desde el 2009, promete ser de cuidado. Si nos preguntamos: ¿dónde estamos después de 23 años de invasión?, la respuesta la vemos a diario y nos debiera dar vergüenza habernos dejado llevar por este camino que nadie, a ciencia cierta, puede predecir cómo va a culminar.

Hay un sector de la comunidad, (generalmente los que obtienen beneficios de su relación con el poder) que insiste que hay otros (entre los que me incluyo) somos negativos y solo vemos desventajas. Los obispos, a pesar de reconocer el positivo crecimiento económico, parecen tan preocupados por las otras aristas del escenario nacional como lo estamos nosotros. Y no solo eso, comparten nuestro escepticismo ante el camino que los primeros creen que debemos seguir, para llegar a ser una nación desarrollada y con justicia social. El desarrollo económico está amenazado si no trabajamos para construir una mejor sociedad.

COMUNICADOR SOCIAL

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