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- 04/02/2013 01:00
El Pacto Ético Electoral
La iglesia viene proponiendo la firma de un pacto ético electoral. Buscan con este pacto que se protejan las finanzas públicas; esto es, que no se utilicen los dineros del pueblo para promover candidaturas (algo de esto ya viene ocurriendo); que haya transparencia; que se respete la autonomía del organismo electoral; que las campañas sucias y negativas no dominen el escenario electoral como, de manera deplorable, se dio en el torneo de 2009.
Un pacto ético debe ser el camino, con algo de fe, para construir una cultura política basada en el respeto y el predominio de los valores democráticos. No hay dudas de que siendo el 2013 un año pre-electoral crecen las ambiciones y el descontrol institucional; sobre todo el uso y abuso del poder estatal para beneficiar ilegítimamente intereses políticos, aquellos que son de sus conveniencias. Es sobre ese nefasto antivalor, muy arraigado en el gobierno del Cambio, que la iglesia levanta su voz y convoca a los actores políticos a un compromiso que debe ayudar a que el país se eduque en los principios de la democracia.
No es correcto, aunque para algunos sí le es rentable, que se siga interpretando la democracia como ‘buena’ cuando es útil a los intereses del grupo, y negativa, al no satisfacer esos intereses. Con una visión como esta, es imposible la real democratización. El pacto ético debe ser, entonces, una manera distinta de actuar sobre los bienes públicos, sobre las conciencias colectivas, a partir de una política saneada de los malos hábitos. De lo contrario, la alardeada democracia corre la suerte de ser cuentos de papel. Y la política, en ausencia de la ética, un peligro, una deformación de la vida democrática que sirve como canal para favorecer la corruptela en los espacios públicos.
Toda la sociedad debe apostar por un compromiso de saneamiento institucional, del manejo de la cosa pública. Le corresponde a la población, a los partidos políticos, a los sectores organizados de la sociedad civil, a los medios de comunicación con independencia en sus publicaciones, a la iglesia con sus llamado a la ética, presentar la otra cara, aquella que garantice un año (y los sucesivos) sin las frustraciones y vaivenes que nos impone el gobierno del cambio. Porque cuatro años perdidos en la dirección incorrecta costará mucho esfuerzo, ejemplos tangibles de transparencia, que enderece el rumbo de un país secuestrado por los antivalores que vienen, precisamente, de los actores del poder, aunque también de prácticas de actores que están fuera de ese poder.
El pacto electoral debe ser el espacio para superar las malas prácticas. La ética en lo político, bajo ese parámetro, conlleva el compromiso con la transparencia, lo que obviamente no le es conveniente a quienes, desde el poder, se hacen de los beneficios públicos con inmoralidad. Pero esa ética debe superar el ocasionalismo; debe construirse, más bien, con el ideal de que sí es posible alcanzar y mantener una conducta ética que obstaculice e impida que dominen los antivalores.
La política no debe seguir secuestrada por las minorías autoritarias. El pacto ético es, en ese contexto antidemocrático, el intento de liberar al proceso electoral del acoso de los intereses desmedidos. Que no sea rehén del sectarismos, de una democracia vacía, llena tan solo de discursos, engaños y de promesas que no se cumplen.
DIPUTADO DEL PARLACEN.