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- 10/02/2013 01:00
En carnestolenda
Cuando lean esta página ya será el adelantado Domingo de Carnaval, que marca la mitad de la fiesta que los interioranos tomamos con mucha seriedad, dentro de mayor relajo social por los menos en Chitré, Los Santos y Las Tablas, este último sitio, guarda, como en Ocú, algunas tradiciones con mucha solemnidad. Cuentas los muy viejos que en los tiempos de antes, las fiestas de Carnaval se circunscribían a ciertos patronos en la conducta, como por ejemplo, extraer por un pequeño agujero con mucha paciencia la yema y clara al huevo y luego de lavarlo y secarlo minuciosamente, para entonces, llenarlo con perfume y esperar una dama del agrado del varón, para con un practicado ceremonial enjugado con versos y halagos, coronar a la ‘ojomeneada’ con el estribillo: ‘Estás mojada’. Vean todo lo que ha pasado desde las tempranas celebraciones, ahora le echan encima hasta restos de comida, agua de alcantarilla y que sé yo. Otra cosa de antaño es que estaba prohibido por moral, que un hombre mojara a otro y por supuesto las mujeres no lo hacían y menos se ponían por dentro el vestido de baño de ahora, o la sugerente vestimenta de licra con la que borra toda imaginación ante los abultados promontorios del cuerpo natural.
Aparece en Internet (que para mí es el Anticristo) abundante información sobre los orígenes de esta festividad, lo que vibra en los recovecos de las antiguas Sumeria, una región de Oriente Medio que formaba parte de la antigua Mesopotamia, cerca de los ríos Éufrates y Tigris. También los Carnavales se celebraron en Egipto hace más de 5,000 años. Se parecían a los romanos y dicha costumbre se expandió por Europa y al final vino a nuestra América a partir del siglo XV, dentro de las naves piloteadas por los españoles y portugueses.
Esta costumbre pública está ligada al catolicismo, porque tiene lugar de inmediato antes de la Cuaresma cristiana. La fecha varía entre febrero y marzo en atención al año. La gente promociona disfraces y desfiles su característica común en todo el mundo es el desorden, la permisividad y cierto descontrol en la ingesta de bebidas y comidas, nosotros en Chitré no estamos exentos de estos desenfrenos. Lo importante es que por las mismas calles en las que se pasean los carros alegóricos en las noches y en el día; otros aparatos con tanques que bombean cinco mil y más galones de agua a la turba que se vuelve un remolino frenético de borrachitos y borrachitas que gritan y piden agua mientras se orinan. En la larga jornada de cada día y la noche, todo lo que se hace vale como dice la leyenda, y que es por eso que se ponen máscaras, con la excepción de que en Panamá es con la cara pelada. Lo importante es destacar que por esas mismas calles, después de cuarenta días viene la celebración de la Semana Santa, todo un contraste.
Otra versión para destacar el origen de su celebración, que se remonta a fiestas paganas, llevadas a cabo en honor al dios del vino, Baco, las saturnales y las lupercales romanas, o las que se realizaban en honor del toro Apis en Egipto. Según lo que captamos de algunos historiadores, lo que pasa es que para nosotros, las fiestas del desenfreno empiezan el miércoles con la mojadera en la noche, con paseo de las reinas, carrozas de día y de noche, tiradera de cohetes y bailes. Estos últimos años extendieron la ruta de la mojadera que encierra el parque Unión y el parquecito del árbol centenario, pero ya en nuestras épocas la bañada era con latas y a pie, después vinieron las roseadas en carros que daban vueltas por todo el pueblo, llegaron los camioncitos con tanques de 54 galones, pero al final de nuestros días, tenemos los carros cisternas estacionados, aparte de las murgas detrás de los tronos, mientras las reinas se zarandean con el movimiento del elefante mientras saludan y dan besos como si limpiaran un vidrio imaginario.
Bueno, como estas celebraciones son atrevidas, salen los bajos de sal y las otras mariscadas, ya fuera de los closet, a mostrar sus preferencias al mundo con atrevimiento. La verdad es que estas ternuras son el alma de las fiestas, primero con el ingenio destacado en las creaciones de tantas alegorías, (que viene del griego allegorein) que deslumbran cada año con más y más entusiasmo, y es aquí donde choco con Eysa, mi esposa, porque sostengo que los Carnavales no representan la perdición de la carne con el Diablo o la carne de Luzbel, como lo afirman estoicos retractores. El caso es que como a ella no le gusta la cosa, no quiere que a los demás nos guste. Sobre estas fiestas queda mucho por decir para los investigadores del comportamiento social, particularmente sentimos que es una inagotable fuente de inspiración y creatividad para el arte en sus distintas modalidades.
Hay que ver tantas caras de alegría y de tristeza, porque se aprecian los extremos y subyace la miseria humana en toda su expresión, porque esa cadena de días en el jolgorio, desata las pasiones hasta llegar al arrebato y para los fanáticos del desmedro moral, en esta juerga nacen odios transmitidos, porque se juntan en tunas de las calles y se cantan atorrancias que subyacen cada temporada. Claro que cada grupo trata de escoger la mejor reina, se recoge plata y las reinas en faena emulan a las gallinas cluecas, que van y vienen con sus polluelos, escarban la tierra en semicírculos para que los pollitos coman mientras ella refunfuña y chista, como una furibunda protectora. Estos son nuestros Carnavales.
ABOGADO Y DOCENTE UNIVERSITARIO.