• 04/08/2013 02:00

Lecciones de ética

Para las primeras civilizaciones la justicia emanó de los designios de los dioses, por lo tanto para procurar agradarlos era necesario a...

Para las primeras civilizaciones la justicia emanó de los designios de los dioses, por lo tanto para procurar agradarlos era necesario acatarla y aplicarla a los demás. Cuando apareció el Códice de Hammurabi, (1760 A.C. aproximadamente) ya la civilización sumeria estaba en decadencia política — militar, por lo cual la interpretación de la justicia que dio este rey se constituyó en una ‘Ley del Talión’, ojo por ojo... No consideraba la justicia como un legado o un don de velar y cuidar de los desvalidos o marginados, viudas o huérfanos, cumpliendo con un mandato de las divinidades para que convivieran en armonía y solidaridad, esto, según los textos descubiertos de esta milenaria cultura.

Posteriormente Platón consideró que la Justicia era vivir en Armonía consigo mismo y con los demás; igualmente se aplicaba al Estado, el cual debía velar por lograr la armonía de sus ciudadanos y las metas de la ciudad, en forma positiva.

Para Aristóteles, la justicia era ‘dar’ a cada uno lo que le corresponde, algo que guarda reciprocidad con lo que el ciudadano otorga a la sociedad, sea en beneficios económicos, por defender a su patria, o por méritos personales, a cada quien lo que le corresponde, ni más ni menos.

Ya en la época actual el filósofo estadounidense, John Rawls, autor de ‘Teoría de la Justicia’, propone que la justicia es equidad, igualdad de oportunidades y el principio de diferencia.

En la actualidad en los Estados Unidos existe un debate sobre el papel de las Iglesias en la justicia secular, porque ciertamente un libro religioso no puede ser la base de las relaciones jurídicas de una sociedad. Debe existir un códice. Eso es innegable.

El Código de Familia, Civil, etc. son fundamentales, porque han logrado leyes que protegen a la mayoría de la sociedad; bien, pero quienes aplican las leyes son los seres humanos, y estamos formados por una cultura específica, que es impuesta por herencia al principio y luego por asimilación. Lo que permite que esta cultura forme a un individuo correcto, es la ética; parte de esa ética está conformada por los principios religiosos, que establecen normas universales como ‘trata a los demás como quieres que te traten’, ‘no juzgues a las otras personas, sin juzgarte tú primero’, ‘sé obediente a las leyes, pero a Dios principalmente’; y la máxima: ‘Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios a lo que es de Dios’.

Puede indudablemente existir un conjunto de leyes favorables o no, pero si la persona no posee ética alguna, y además no teme a Dios o está alejado de Dios y sus principios, la justicia no será su forma de actuar ni tampoco la permitirá.

En tiempos antiguos, se creía que las personas gobernaban por el favor de Dios, porque era un regalo, una oportunidad dada a esta persona. El poder proviene de Dios y Él lo otorga a quien desee.

Hoy en día, la cuestión es menos filosófica y más frívola, se llega a ser gobernante con las cuñas de televisión, él ‘juegasucio’, la mentira, las malas prácticas y cuando se llega al poder, sale una serie de personajes a nutrirse descaradamente del Estado hurtando, peculado, etc. La oportunidad, que debemos verla como una gran oportunidad y un designio del cielo, de Dios, la hacemos mundana, vulgar y antiética.

Porque hemos tenido militares en el poder y por poco acaban con el país, no hay forma de arreglarlo, así sucedió; hemos tenido tecnócratas y han puesto a la sociedad contra las cuerdas en todos los aspectos; porque no podemos tener un hombre que no tema a Dios, y no me refiero a un pastor de estas seudoreligiones que van ya por el mismo camino que los antiéticos del país; me refiero a una persona y una sociedad que exija que el compromiso con la justicia social, la solidaridad, el trabajo positivo sea realidad, bajo la égida de hacer un trabajo para Dios, de cumplir con lo que Él nos pide, y no dejarnos arrastrar por los partidos políticos, los intereses económicos ocultos y sobre todo que quien ya hizo dinero entienda que fue suficiente, porque no es bueno ni justo que quien tenga se harte más que el que apenas empieza, eso es una injusticia.

Que aquellos que han hecho buen dinerito, no piensen que siempre les ha de tocar, porque quienes piensan así, en lucrar del Estado, en lucrar de su ciudadanos, en estafar a las personas en sus compras, en las tarifas de taxis, en la venta de boletos, en promocionar cosas inexistentes, en hartarse más y más, no solo no temen a las leyes, sino que no temen a Dios, y si somos así, pues acá cabe lo que Aristóteles dijo, hay que darle a cada uno lo que se merece. Saludos...

DOCENTE.

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