• 01/10/2013 02:00

A la cárcel por ‘cascaroso’

Transcurría una noche normal después de la celebración por conseguir mi certificado de pre-aprobado en el ‘casting’ de ‘Quiero ser Casca...

Transcurría una noche normal después de la celebración por conseguir mi certificado de pre-aprobado en el ‘casting’ de ‘Quiero ser Cascaroso’. Era la madrugada del domingo 22 de septiembre; nunca imaginé lo que pasaría al bajarme del auto que me transportaba a mi casa en Santa Ana. Bajé del auto y me dirigía a mi hogar, que se encuentra a 10 pasos del hecho; de repente dos unidades policiales me interceptan. ‘Son solo procesos rutinarios’, pensé; pidieron mi cédula, insertaron el número en el famoso Pele Police; no encontraron nada. Llevaba una cerveza que había dejado de lado, cuando la unidad encontró en mi cartapacio el pre-aprobado del ‘casting’ de La Cáscara. Desde allí cambió la actitud del uniformado; de un semblante amable, pasó a uno conflictivo y desafiante hacia mí.

En ese momento me habían devuelto la mayoría de mis pertenencias, (aparentemente para dejarme ir), incluso ya había estirado mi mano para tomar mi cerveza, cuando de repente la otra unidad le dice ‘TÚMBALE LA CERVEZA’. Este policía, sin vacilar, me dio un manotazo, provocando que se me cayera la cerveza. Frente a esta violencia innecesaria de quien tiene el lema de ‘Proteger y Servir’, le respondí: ‘Eso fue una falta de respeto’; el policía que dio la orden se abalanzó hacia mí, como si le hubiera mentado a su madre, diciendo que le había faltado el respeto, a lo que le respondí que la acción de ellos sí fue una falta de respeto.

Pude haber huido a mi casa, pero como no tengo nada que ocultar o temer me quedé a enfrentar a las autoridades; éstas enseguida me esposaron, diciéndome ‘en ese auto, del que bajaste, todos están borrachos, inclusive el que maneja. ¿QUIERES QUE LOS META PRESOS A TODOS?’, a lo que respondí en tono airado: ‘Eso fue una amenaza’ y él exclamó ‘¿Me estás gritando?’. Quien iba al volante era mi novia; ella estaba sobria y junto a unos amigos, tuvieron la amabilidad de llevarme a la casa. Ella era eso que llaman el conductor designado, precisamente, para evitar conflictos con las autoridades.

Me obligaron a subir a la patrulla. El policía que iba en la parte de atrás no dudó en decirme que él era la piedra y yo el huevo; también me dijo que si quería ser cascaroso ésta era la oportunidad de hacer payasadas en la celda, amenaza que cumplió. Llegué a la subestación de El Chorrillo a eso de las 3:00 am, y después de preguntas por acá y por allá, se dieron cuenta de que tenían entre sus manos a un ciudadano entregado a los estudios y con muchas ganas de superación.

En mi celda había dos sujetos dormidos, sus semblantes daban la impresión que estaban ebrios. Desde mi celda vi cómo llegaban sujetos por asuntos mucho más graves que el mío, (mi pecado, bajarme de un auto con una cerveza en la mano), estos eran atendidos y puestos en libertad de forma inmediata. Amablemente pregunté ¿por qué no me ponían en la parte del lobby de la subestación con esposas como a todos?, a lo que me respondieron que no había espacio, cosa que era falsa.

Escuché a una unidad decir ‘déjalo ahí, que éste se queda con nosotros hasta el cambio de turno’. A uno le dije que era estudiante de Periodismo y su expresión fue de burla ‘ah, miren, ahora este va a escribir un artículo’, inclusive amenazaron con descargarme un arma eléctrica; hice lo que me aconsejó el policía que me llevó, que ganara gracia en la celda. Un detenido que decía que le habían pegado lo dejaron ir antes que a mí, aunque llegó después; uno de mis compañeros de celda se despertó y dijo ‘Ya me desperté, me quiero ir’, enseguida buscaron sus pertenencias, se las entregaron y lo dejaron ir; en cambio yo, fui tratado como un vil asesino. Me liberaron a eso de las seis de la mañana.

Ahora, ya fuera de ese tormento innecesario, producto de unidades soberbias; de policías que desconocen las normas elementales de su relación con la sociedad, deduzco que algunos tienen una animadversión por el programa La Cáscara. También vi el rechazo y rencor que tienen por aquellos que tratan de superarse, peor aún, si se trata de un estudiante de Periodismo.

Qué triste que en la subestación, sabiendo todos de mi situación, porque me conocen, se prestaran para el juego de alimentar el ego del compañero que me detuvo. Se dieron gusto lanzando frases de insultos y amenazas. Muchos me aconsejaron no publicar lo sucedido por aquello de las amenazas, pero si la sociedad calla frente a los atropellos, quienes tienen la sagrada misión de proteger y servir, seguirán subiendo el tono de sus insultos, amenazas, torturas, etc., hasta convertirse en aquellas odiadas y mal llamadas ‘Fuerzas de Defensa’.

ESTUDIANTE DE PERIODISMO.

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