• 03/10/2013 02:00

Entre demonios y políticos

No hay duda de que existen los demonios. Dicen que están en todas partes y con mucho poder. También están los políticos con igual influe...

No hay duda de que existen los demonios. Dicen que están en todas partes y con mucho poder. También están los políticos con igual influencia o quizás más que aquel por el poder del dinero. En muchos casos no existen diferencias de fondo entre unos y otros. Y no se piense que es asunto ideológico.

De los postulados de la iglesia se desprende que lo demoniaco se relaciona con lo perverso y con la propagación del mal. Siendo así, entonces, la distancia entre el ‘mal’ respecto a quienes hacen política sin ética no es mucha. No olvidemos que el partido oficialista y sus afines se han negado, a pesar del clamor eclesiástico, a firmar el Pacto Ético Electoral y ya hemos visto cómo vienen haciendo el ejercicio electoral. Los insultos y los malos ejemplos, además de los gastos de campaña con recursos públicos, son la bofetada a una población que empobrece cada vez más.

Un país decente no cabe en la mente de lo demoniaco, porque lo que aquí se busca es la confabulación reforzada de los malos hábitos; se gobierna falseando todo lo que está a su alrededor y el escenario del poder, por su parte, está contagiado de las mentiras y los desatinos. Los bienes nacionales, que son los bienes de la población, son lapidados en nombre del cambio. Si no, véase lo que ha ocurrido con los sobreprecios en las obras públicas. Hasta las muertes, de niños inocentes incluso, se constituyen en el legado nefasto imposible de olvidar (recordemos lo ocurrido en Bocas del Toro, la comarca Ngäbe y Colón).

Es verdad que la democracia como la entendemos en el mundo de hoy está saturada de políticos imperfectos, limitados en la generación de alternativas y respuestas sociales para la población. Pero ello no es ajeno a la condición humana y, en determinados casos, la institucionalidad no es irrumpida ni malversada. Otra cosa es el político que engaña y sectoriza, porque ello contribuye a sus intereses económicos y a la concentración del poder. Es lo que hemos experimentado en estos casi cinco años, en donde lo que menos ha interesado —por ser contrario a su modelo de vida, es el respeto a la dignidad humana y al derecho a que se viva con equidad.

En esa visión demoniaca en la que pregonan que están dando respuestas, en cuatro años más que en cuarenta, se esconde una verdad: la comercialización con los bienes públicos a través de negocios millonarios, sin haber, en esos cuatro años, hecho nada para aliviar el tétrico panorama social que deviene de una canasta básica cuyo precios se elevan inmisericordemente.

Les cabe al dedillo aquello de que ‘más fácil entra un camello por el hueco de una aguja, que un rico al reino de los cielo’. Así lo representa el mensaje bíblico para hacer crítica de la mezquindad humana. Tener y no distribuir con equidad es sinónimo de pobreza espiritual; doblemente grave es simular que se trabaja a beneficio del pueblo, cuando en verdad lo que ocurre es que se lucra y se hacen más millonarios con lo que es básico para la vida: la comida.

DIPUTADO DEL PARLACEN.

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