• 09/10/2013 02:00

Hacia el abismo político

En días pasados y al menos por un par de días, observé a través de los distintos medios de comunicación, a los candidatos a la Presidenc...

En días pasados y al menos por un par de días, observé a través de los distintos medios de comunicación, a los candidatos a la Presidencia, bastante enfocados en sus propuestas. Halagada e importante me sentí, porque, como ciudadana, se me tomaba en cuenta con seriedad. Para mí, fue una lluvia de propuestas enfocadas en el Bien Común.

Pero, bastó un solo click para que se encendiera el debate de la animadversión entre los tres. Hay un descontrol en materia de comportamiento individual político. Lógico es que, respondan a las acusaciones, pero ¿estas deben ser igual de irreverentes? Pues no, claro que no. Se responde con inteligencia, con sentido común. O, nosotros los ciudadanos, los electores, estaremos viviendo expuestos a situaciones vergonzosas entre tres candidatos que no comprenden aún que fueron los más votados en su colectivo y obligados a dar la talla en materia sociopolítica y, que aprendan a entrarle al cerebro del ciudadano común, con propuestas, con proyectos viables, y no en comportamientos que fácilmente los pueden conducir al abismo político. Por eso, es que las campañas electorales fracasan. Porque se la pasan atacando y arrinconando al adversario político. Golpeando políticamente. Pensando que los demás tienen defectos.

Camina cada barrio, cada ciudad, conversa, véndete como el mejor pero, no a costa de los carencias de tus adversarios. Eso es un golpe bajo. Y, te digo esto: pocas cosas son más amargas para un candidato a cualquier puesto de elección popular y para su equipo que una derrota inesperada. ¿Has visto la desolación de una sede partidaria la noche de la derrota? ¿Has escuchado los momentos de silencio? ¿Has visto esas caras de desconcierto, de tristeza?

Por difícil que parezca, siempre hay esperanza latiendo en los candidatos y sus equipos. Siempre. Esa confianza íntima en el votante. Esa intuición de que en el último instante te van a apoyar. Por eso duele la derrota. Duele en el alma, en el cuerpo, muerde por dentro. Y, las preguntas se multiplican. ¿Qué pasó? ¿Qué tuvo él o ella que no tuve yo? ¿Por qué se eligió a otro candidato? ¿Era posible hacer algo diferente en la campaña electoral?

Cuántos votos se pierden por no saber cómo funciona el cerebro del votante. Ese cerebro que es como un laberinto oscuro. ¿Te imaginas lo que es estar dentro de un laberinto y para rematar oscuro? Caminos vienen y van, se cruzan, se cortan y parecen llevarte a la nada. ¿Quieres llegar a la salida? Necesitas desesperadamente dos cosas: señales que te indiquen el camino y luces para ver las señales. Alguien tiene que encender las luces: la luz de tu conciencia, de tu esfuerzo, de tu buena vibra, de tu valentía, empuje y coraje. Pero, si ofreces solo discusiones estériles, insultos, y lanzas cuñas publicitarias ofensivas, entonces el votante igual que tú, estará perdido y sin saber qué hacer. Vagando y desconcertado en medio de tu propia oscuridad. Es por ello, que hay que entender cómo funciona el cerebro del votante. Lo puedes lograr a través de un sistema, una estructura, una arquitectura conceptual y operativa basada en el comportamiento humano.

Es típico de casi cualquier campaña electiva que todos opinen. Todos tienen su visión, su estrategia, su solución. Cada uno basado en su experiencia y conocimientos. Entonces el equipo de campaña se ve atacado en distintas direcciones. Así es como surgen los conflictos a lo interno del colectivo, las contradicciones, las vacilaciones, la confusión, la inseguridad. El resultado electoral podría ser muchísimo mejor si se contara con un set de lineamientos básicos que diera forma a la campaña y estructurara la comunicación electoral, por el solo hecho de saber si se está en el camino correcto.

No soy experta en campaña electoral. Pero, colijo que lo primero es la buena comunicación personalizada con el votante con un método para persuadir, convencer y conquistar su voto. Para eso tienes un jefe de campaña. Debes tener uno muy bueno. Porque si él fracasa, fracasas tú... y tu colectivo.

Tal vez hay cosas que a la larga te impiden ver y vivir sabiendo que tienes una vocación que te llama a desarrollarte en la sociedad como ‘el candidato a un puesto de elección popular’. La sociedad en la que tú y yo vivimos tiene una necesidad enorme de hombres y mujeres emocionalmente sanos y fuertes, que se nieguen ferozmente a ceder a sentimientos que les impiden iluminar y nutrir aquello para lo cual estamos llamados. Es preciso aceptarnos como somos, pero es de gran utilidad cambiar de actitud. Esa actitud arrogante que no te conduce a nada bueno. En la trama del mundo político, la vida es un sendero, una gran aventura que supone un crecimiento hacia la madurez política pero, al mismo tiempo paradas, crisis y disminuciones. Es un camino en pos del sentido último de las cosas, en que el candidato tiene que abrirse paso por sí mismo, tomar decisiones y luchar batallas por su propio brazo.

El candidato puede brillar en todos los aspectos pero, perderá igual si el votante no confía en él. Y para lograr esa confianza hay una serie de procedimientos claros y concretos. Uno de ellos, es adherirse a una campaña de comunicación. Una comunicación efectiva y para ello es necesario saber qué comunicar, cuándo hacerlo y cómo hacerlo. Caminar y caminar y hacerte sentir, es la clave. Inténtalo y verás...

ESPECIALISTA DE LA CONDUCTA HUMANA.

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