• 29/11/2013 01:00

‘Nada se opone a la noche’

‘La memoria es nuestra caja negra, de la que hay que diseccionar y conservar cosas’.

‘La memoria es nuestra caja negra, de la que hay que diseccionar y conservar cosas’.

Delphine de Vigian (Boulogne-Billancourt, 1966) retrata la vida de su madre Lucile, luego de encontrarla muerta, decide reconstruir su vida en esta crónica familiar. Refleja el sentido de culpabilidad por el suicido, el misterio de la vida de su progenitora, la impresión al encontrar su cadáver en su apartamento: ‘Estaba azul, mi madre llevaba varios días muerta’.

Lucile dejó una carta, regalos para sus hijas y nietos, escribió: ‘Mi vida es difícil y no puede hacer más que deteriorarse. Desde que tomé esta decisión me siento serena, a pesar de que tengo miedo del pasaje. Conoces esa nostalgia del país desconocido donde la felicidad está casada con el silencio’.

Nada se opone a la noche, es un homenaje póstumo, es un bello canto de amor filial y supervivencia, profundo relato oscuro, llega al corazón. Intensa obra psicológica, conmovedora, galardonada con cinco premios literarios en Francia. Este libro le ayudó a la autora a aceptar el suicidio y el incesto consumado de su abuelo contra su madre, la indiferencia de los familiares ante este tabú familiar.

Lucile, tercera de una familia de nueve hijos, fue una niña vedette, modelo de ropa infantil francesa. Todas las grandes marcas de ropa la reclamaban. El dinero de las fotos ayudaba a pagar el alquiler. Había descubierto la envidia, los celos, la admiración. Soñaba con disponer de todo el tiempo, sin que nada le estorbase. Fue expulsada del colegio por sus repetidas faltas.

Su hermano Anthony murió al caer en un pozo, a los seis años, fue el drama inaugural familiar. Violette nació, semanas después del entierro, Liane (su madre) pensó que era una señal divina, un regalo de Dios. Acogieron a Jean Mark un niño maltratado, le dieron la recámara del difunto. Posteriormente se suicidó, apareció en su habitación con la cabeza metida en una bolsa plástica. Su hermano lo rechazó, se avergonzaba de él, no quería que asistiera a su escuela. La familia quedó devastada.

Lucile se hizo tatuar un reloj en la muñeca. Tenía miedo, era misteriosa, había crecido demasiado rápido, fumaba mucho. Soñaba que se hacía invisible. Su padre George, dominaba la gramática francesa a la perfección. Lucile, su preferida, se parecía a él. Promiscuo, perverso, abusó de ella, Lucile le odió. George le obligó a tomar un somnífero, entonces violó a su hija. El incesto arruinó su juventud, fue el factor desencadenante de su bipolaridad. Su padre intolerante, nocivo, humillante, destructor aniquiló a sus hijos. Su hermana Violette sobrevivió un accidente, quedó con una fractura cerebral. Lucile tuvo un hijo con el síndrome de Down, se convirtió en la mascota de la familia.

Lucile se suicidó a los 61 años, vivía atormentada por su trastorno bipolar, la quimioterapia la dejó agotada, la operación de cáncer pulmonar. Su vida era un infierno. Perdió todo lo que tenía, estuvo hospitalizada en hospitales psiquiátricos, inconsolable, encerrada en su soledad. Siguen años de drama, alcohol, locura, suicidio.

Lucile fue aislándose para llevar su propia vida. Evoca el deseo de morir, la locura que la acecha, el agotamiento. Con frecuencia olvidaba la estufa prendida, cuando salía se acordaba temerosa. Se convirtió en una asistenta social excelente. Tras quince años de estabilidad recayó, se vio obligada a aceptar la jubilación. La muerte de su madre, un mes antes de suicidarse, la deprimió, se fracturó el pie, lloraba en silencio, incapaz de conciliar el sueño. La locura que la acecha, el agotamiento, el delirio. Lloraba en silencio, incapaz de conciliar el sueño. La escritura no responde preguntas íntimas ni descubre la verdad, pero permite hacer pesquisas necesarias para acercarnos a ella.

PSICÓLOGA, ESCRITORA Y DOCENTE UNIVERSITARIA.

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