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- 04/07/2021 00:00

En los últimos 50 años, ningún país donde las mujeres no tengan acceso a los anticonceptivos ha salido de la pobreza. Esta innovación es la que más salva vidas, acaba con la pobreza y empodera a las mujeres; por ello, la planificación familiar debe ocupar la más alta prioridad en cualquier país.
La Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo celebrada en el Cairo, en 1994, reunió más de 10,000 participantes de todo el mundo. Fue la mayor conferencia de su clase que jamás se haya celebrado y una histórica declaración temprana sobre los derechos humanos de las mujeres y las niñas, que estableció que la planificación familiar es un derecho humano básico. No obstante, el financiamiento dedicado a la planificación familiar ha sido reducido significativamente por los gobiernos desde esta conferencia.
Un embarazo no deseado puede resultar devastador para las mujeres que no tienen cómo alimentar a los hijos que ya tienen, o tienen muchos años o están demasiado jóvenes o enfermas para parir. Hay mujeres que no conocen los anticonceptivos, o los conocen y los quieren, pero no los pueden conseguir. Lo cierto es que resultan ser de primera y central prioridad para las mujeres. Cuando una mujer puede planificar y espaciar sus embarazos, la mortalidad materna de los recién nacidos y de los niños se reduce; la madre y su hijo son más saludables; la madre y el padre tienen más tiempo y energía para cuidar de cada hijo, y las familias tienen más recursos para su nutrición y educación.
The Lancet (revista médica británica) publicó un estudio financiado por el Gobierno británico y la Fundación Gates, que mostraba que el acceso a la anticoncepción reduce el número de mortalidad materna por un tercio. El embarazo es la primera causa de muerte de adolescentes. La organización Save the Children reportó que un millón de niñas adolescentes en el mundo mueren o se lesionan en el parto cada año.
A veces lo mejor que puede hacer una mujer por sus hijos es no tener otro, porque cuando no se planifican los embarazos, toda la familia sufre. Las mujeres solo pueden lograr un cambio social si pueden evitar embarazos no deseados. Las mujeres que tienen los recursos y los conocimientos tienen opciones, pero las mujeres que luchan contra la pobreza necesitan tiempo, dinero y energía para cuidar a cada niño a la vez que necesitan tener un ingreso mientras crían a sus hijos. Están atrapadas. Lo malo es que las mujeres que más sufren son las que menos pueden hacer para exigir cambios a los políticos. En una sociedad atrasada o en retroceso, los hombres toman las decisiones por las mujeres.
Cuando las mujeres ganan derechos, la familia y la sociedad prosperan. Cuando se incluye a las mujeres y las niñas, que son la mitad de la población, se beneficia a todos los miembros de la comunidad, porque la equidad de género eleva a todo el mundo.
Los que se oponen a la anticoncepción argumentan que los anticonceptivos han sido usados para ciertos propósitos inmorales y que por eso no deben usarse para ningún propósito, ni siquiera para permitirle a una madre esperar antes de tener otro hijo. El aborto es otro argumento que se usa para desacreditar los beneficios de los anticonceptivos. No obstante, según datos recientes, los anticonceptivos también reducen los abortos, ya que como resultado de su uso, en solo un año hubo 26 millones menos de abortos inseguros en los países más pobres del mundo.
Otros piensan que la planificación familiar es una conspiración para controlar la población. No comprenden que al espaciar y programar los embarazos, se mejora la salud de la madre y del hijo, y permite que las familias tengan solo la cantidad de hijos que pueden mantener.
La poderosa oposición a los anticonceptivos de la Iglesia católica también ha afectado la planificación familiar. Fuera de los gobiernos, la Iglesia católica es la mayor proveedora de servicios educativos y médicos del mundo. Esto le da una gran presencia e impacto positivo en la vida de los pobres, pero la Iglesia también es una de las voces en contra de los anticonceptivos. Esta enseñanza entra en conflicto con la enseñanza del amor al prójimo. Querer lo mejor para sus hijos es amar al prójimo y el amor es más fuerte que la doctrina. No hay moral sin empatía y no hay empatía si se ahogan las voces de las mujeres que quieren una mejor vida para sus hijos. Ultimadamente, las cuestiones morales son personales.