Los Barría, la semilla del milagro

Actualizado
  • 22/04/2010 02:00
Creado
  • 22/04/2010 02:00
PANAMÁ. Alex Barría tiene 12 años y es el único hijo varón de tres hermanos en su familia.

PANAMÁ. Alex Barría tiene 12 años y es el único hijo varón de tres hermanos en su familia.

Como a la mayoría de los chicos de su edad, en El Rosario de Santa Ana en la provincia de Herrera, Alex está lleno de energía. Tiene una mirada pícara y penetrante, pero además un carisma innato que lo ha llevado a ser protagonista en una historia particularmente interesante en el Día de la Tierra.

A finales de diciembre, Alex caminaba acompañado de un chico del vecindario por las veredas de El Rosario, cuando se encontró a un señor de aspecto peculiar. Tenía un sombrero muy grande y los ojos jalados, era Jorge Matsufuji, director de la Fundación Shimatsu.

Alex traía una canasta con varios “envases reciclados” de leche, de los que reparten en la escuela en los programas de nutrición. A Matsufuji eso le llamó la atención porque el niño tenía el método que él mismo junto a varios docentes habían ideado en otro colegio a cientos kilómetros de distancia de El Rosario.

El anciano y el niño se hicieron amigos ese mismo día, antes del atardecer llegaron a la casa de los Barría. “Es un lugar muy humilde”, cuenta Matsufuji. “Una familia sencilla que me recibió de buena gana”.

LA FAMILIA

Los Barría es una familia que al margen de los pocos o muchos recursos que tengan, intentan con todos los medios a su alcance, ser felices.

Luis Barría es un jornalero de las salinas en Herrera y trabaja solo una parte del año. El resto del tiempo intenta como pueda mantener a Teodolinda, su mujer, y sus tres hijos.

Los retoños son dos hermosas niñas, Nitzia Linet de 13 años y Yaneth de 11, en el medio de las dos está Alex.

El chico estudia en la escuela de Santa Ana en El Rosario y ahí aprendió a recoger las semillas, sembrarlas en los envases y luego cuando ya han crecido trasplantarlas.

EL MILAGRO

Lo maravilloso del caso de Alex es que demuestra la fuerza que tiene la educación, en la adquisición de nuevas culturas. La vivacidad de su carácter lo ha llevado a compartir su cruzada primero con su familia, luego con los vecinos y hasta donde ha podido llegar.

Cuando conoció a Matsufuji él y su familia aceptaron el reto de aplicar en tres meses una fórmula que les daría nuevas expectativas de vida.

El reloj empezó a correr el 1 de enero pasado. Los Barría pasaron el primer día del año con Matsufuji y acordaron poner el plan en práctica.

En enero había que empezar por lo básico, identificar y recoger las semillas. Además clasificarlas y también repartirlas a los amigos, vecinos y quienes se fueran sumando a la operación.

Una fase fundamental es que además de recoger semillas de árboles ornamentales y frutales, también había que recoger y distribuir semillas de vegetales que fueron modificados genéticamente para que crecieran en tierras cálidas como las de Azuero.

Alex no titubeó, empezó con el vecino que vive frente a la escuela, un señor que a pesar de estar en silla de ruedas, se interesó en el proyecto y es uno de los más fieles colaboradores.

Luego sus vecinos, con quien salía a recoger las semillas en las veredas y por donde las vieran caer.

Con el apoyo de sus hermanas, mantenía el pequeño huerto en su casa, hecho de acuerdo a los parámetros que aprendió en la escuela.

Un día su maestro de agricultura llegó a visitarlos, estaba acompañado del director del plantel y ambos docentes se fueron contentos con el trabajo que había logrado Alex.

Después representantes de la Empresa Nestlé, que compra tomates a los productores del área, fueron a ver el proyecto de los Barría. El pequeño huerto de pronto había convertido la humilde casa de Luis y Teodolinda en un lugar famoso.

Cuando empezaron las clases, la idea de Alex, Nitzia y Yenifer se hizo aún más popular. Cada uno la compartió en su salón de clases. Llevaron el milagro de los Barría un paso más allá. Al punto en que su ejemplo se multiplica sin control.

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