Al menos 12 personas murieron y centenares de miles se encuentran afectadas a causa del fuerte temporal causado por un frente monzónico y el tifón Gaemi,...
- 09/12/2012 01:00
- 09/12/2012 01:00
‘La línea más absurda es la que pretende dar a (Manuel Antonio) Noriega un papel significativo en la actual vida política nacional... La fijación de esta línea en otros momentos podría ser efectiva, pero hoy es ilusoria. Es ilusoria porque Noriega no llega al país como guerrero que cayó prisionero luego de mil batallas gloriosas...’, predijo el civilista Carlos Iván Zúñiga, ya fallecido, en 2007, sobre lo que hasta entonces juraba ser nada más que un mito.
De hecho, hasta diciembre de 2011, la repatriación del exdictador no parecía más que una leyenda sacada del ingenio de los fieles que aún le sobreviven y sazonada por los familiares de sus víctimas, que cada tanto clamaban por verlo en prisión, ahí, pagando por todo lo que la justicia le ha achacado.
Pero el 11 de ese mes, a nueve días de cumplirse 22 años de la invasión que terminó su período de poder, arribó al aeropuerto de Tocumen, en el vuelo 6345 de Iberia, con 76 años y el peso de sus deudas con el país, Noriega, el ‘hombre fuerte’.
Su retorno prometió reflotar grandes secretos de la etapa más oscura de la historia de Panamá y escarbar en el pasado de personajes que hoy se proyectan como opción para el futuro olvidadizo del país. Mas no ocurrió. O no ha ocurrido.
Noriega, oficialmente, llegó a El Renacer y de ahí solo ha pasado al Hospital Santo Tomás a atender sus crisis por bronquitis y por las afecciones lógicas de su edad. Ni siquiera ha enfrentado los procesos abiertos con la justicia por la muerte del soldado gringo-panameño Everett Kimble, del policía Luis Quiróz y del sindicalista Heliodoro Portugal. Y ni siquiera, apelan los hermanos Spadafora —familiares del médico Hugo Spadafora, cuya decapitación formalizó la lucha antidictadura—, ha pedido perdón.
No lo ha hecho pese a que el evangelista portorriqueño Jorge Raschke reveló, tras una visita que le hizo en mayo pasado al Santo Tomás, que se había ‘convertido a la fe cristiana’, y que estaba dispuesto a perdonar y a pedir perdón.
¡AHÍ, EN EL RENACER!
La exdiputada Teresita Yánis de Arias, esposa del ex vicepresidente Ricardo Arias Calderón, una figura notable en la lucha antimilitarismo, sostiene que lo ‘ideal’ sería que Noriega pidiera disculpas, pero ante la ausencia de ello basta con saber que está ahí, recluido en El Renacer.
‘Él está cumpliendo la deuda que tiene con el pueblo. Eso, al menos, deja la sensación de satisfacción’, dice Yánis de Arias.
Mario Rognoni, quien se declara amigo personal de Noriega, minimiza el poder de las voces que insisten en el perdón: ‘Las que quedan son pocas, y ni siquiera llaman la atención’.
El ambiente mediático alrededor del exdictador, a su juicio, se esfumó con el paso inclemente del tiempo y de las generaciones que no vieron la era militar ni la invasión yanqui de diciembre de 1989. ‘Para ellos, él no tiene importancia: es un reo más’, asegura.
Lo es, porque, según el también civilista Aurelio Barría, está lejos del nivel de mando que alguna vez lo empoderó: ‘Aquí cae el dicho de tongo sin uniforme no pone boleta, él es un ciudadano más sin poder de influenciar en nada’.
SALUD Y PROCESOS
Noriega cumple en El Renacer tres condenas que suman 60 años, por los asesinatos de Moisés Giroldi y de Hugo Spadafora, delitos de lesa humanidad que no prescriben. Sobre este último caso fue condenado en 1993 por el Tribunal Superior de Chiriquí, y la sanción penal fue ratificada en 1995. Pero no ha sido notificado de ninguno de los expedientes.
Aún así, Sandra y Thays, las hijas del exgeneral, dejaron ver sus dudas sobre su participación en el crimen. Dijeron a la CNN que Fifi, la vástaga de Spadafora, les reveló que Noriega no tiene responsabilidad en el crimen.
Las hijas del exdictador apuntalan a que su padre reciba una medida de casa por cárcel. Dicen que las leyes lo benefician por su edad. También por su salud: ha sufrido tres infartos cerebrales, tiene un tumor benigno, sufre de hipertensión arterial, úlcera péptica, rinitis alérgica, y su movilidad es reducida, según sus médicos privados.
El Sistema Penitenciario determinó, sin embargo, que él puede recibir sus tratamientos médicos en El Renacer sin mayor complicación. ‘Y ahí de debe quedar’, reflexiona Teresita de Arias.