La iglesia de las ‘experiencias con Dios’

‘Le puedo ofrecer un asiento señor’, dice uno de los 35 servidores que no alcanzan la mayoría de edad, visten con camisa, corbata y pant...

‘Le puedo ofrecer un asiento señor’, dice uno de los 35 servidores que no alcanzan la mayoría de edad, visten con camisa, corbata y pantalón ejecutivo. Dos pantallas gigantes, cuatro televisores de pantalla plana y seis aires acondicionados se prenden mientras la sala con capacidad para 2,000 personas comienza a llenarse. Es domingo, y el pastor Alejandro Aguirre se prepara para celebrar el culto de las 7:15am que luego repetirá su padre tres veces más en el día frente a los 9,000 fieles que asisten cada domingo al Ministerio Palabra de la Vida Eterna, la segunda iglesia evangélica más grande de Panamá.

La música del coro comienza a sonar; tambores, piano, guitarra y bajo entonan la canción que recibe al pastor frente a la cámara que retransmite el culto. La gente se levanta y aplaude a Alejandro. Más que un culto es una fiesta. La fiesta del Evangelio. En los últimos 15 años, el número de fieles al Evangelismo se ha duplicado en Panamá, según estimaciones de la Iglesia, y sólo en la 24 de Diciembre hay más de 200 iglesias evangélicas. ¿Qué invita a tantos fieles a cantar y a bailar por el Señor?, ¿qué hay detrás de un culto que atrae cada domingo a jóvenes, expandilleros y empresarios a escuchar a un joven de 27 años predicar?

CAMINA EN INTEGRIDAD

‘¿Dónde hay puestos vacíos?’, pregunta el pastor Aguirre subido en un podio frente a dos pisos repletos de gente esperando a que comience la ceremonia. ‘Tengo dos puestos vacíos aquí adelante y no puedo arrancar porque se ve en televisión y queda feo. Gracias al Señor, que nos permite un buen rating, una buena sintonía con el público…’, continúa el pastor mediático mientras una decena de personas se acercan al frente.

La señora que tengo a un costado detiene su pluma y pone la tapa del subrayador esperando que el pastor prosiga. Todos toman nota. Sólo hay una interrupción más: ‘Hay un Nissan Sentra placa 1624 que es urgente mover’, anuncia Alejandro, con toda la naturalidad del mundo. Pequeños, grandes y jóvenes no quieren perderse una sola de las enseñanzas de este día. Nadie recuerda ya cuando sólo eran 60 en un culto que se alargaba horas y horas, sin aires acondicionados ni micrófonos. Aunque de eso hace sólo 12 años. Rubén Aguirre, el fundador de la Iglesia, tenía apenas 20 años cuando cayó en el alcoholismo.

Un amigo le llevó a una iglesia de piso de tierra y allá encontró lo que no había encontrado en el alcoholismo . 18 años después abrió el Ministerio de la Palabra.

–¿Por qué el Evangelismo capta tantos fieles?

–La gente está buscando algo efectivo, tiene la necesidad no sólo de una religión, sino de una experiencia viva con Dios. Algunas religiones, buscando la Santidad, han bloqueado el camino al Señor.

–¿Qué es lo que atrae a tanta gente?

–No quieren solo ir religiosamente a la iglesia un domingo; quieren sentir que hay un cambio en su vida –responde su hijo, Alejandro–. Nosotros tenemos un sistema de discipulado, yo atiendo uno a uno, face to face, de forma directa. Es lo que nosotros llamamos ‘el modelo de Jesús’; es imposible siquiera poder saludar a las 9,000 personas que pueden, así que hemos creado un discipulado.

PROFESIONALES

La iglesia ha estructurado a sus fieles a través de redes en las que los jóvenes enseñan a los jóvenes, los casados hablan a las parejas, etc… Además de las células, reuniones que se organizan en las casas según el grupo al que pertenecen. Así fueron creando códigos; son 160 grupos que aglutinan a los más de 2,000 jóvenes de la Iglesia. Al principio bastaba con clasificarlos sólo con una letra y un número, pero al final se han ido sumando más letras y más números en un código casi militar. ‘Los propios principios nos llevan a usar técnicas de administradores’, explica Rubén, que cuenta que su hijo Alejandro estudió la carrera de Contabilidad.

Ambos aprendieron a reducir los sermones hasta dejarlos en 30 minutos (‘la gente más de eso no te va a escuchar’), introdujeron métodos empresariales, compraron tres hectáreas de terreno sólo para el estacionamiento, y tomaron cursos de márketing para hacer más llevaderas las reuniones. Hoy en día la iglesia mantiene seis programas de radio, un canal de televisión, 26 personas en planilla, y paga 7,000 dólares al mes a las compañías de luz.

El culto prosigue y los versículos aparecen en pantalla. Alejandro parece más un presentador de televisión en un programa de máxima audiencia que un pastor. En un momento dado, se detiene y comienza a hablar más despacio, más suave. ‘Me tocó esta semana escuchar a un barbero que me contó que tenía que ‘atender’ a su hijastra en las noches’, dice con tono de indignación. ‘Yo no entendía, yo no estoy contando testimonio inventado’, sigue, gesticulando y con cara de asombro, como un vecino que le cuenta a otro algo que le acaba de suceder. ‘Hay que caminar en integridad’, termina mientras mira de reojo al reloj que tiene enfrente y que le dicta cuánto tiempo le resta para hablar.

En menos de diez minutos, Aguirre repasa las mejores técnicas de la dialéctica aristotélica; perfecto manejo del ritmo, tono in crescendo, ejemplos personales, gesticulación, clímax de la anécdota y repetición de las oraciones clave. ‘Si la gente me entiende, captaré su atención, si la gente confía en mí, lograré su acción’, repite a gritos entre los aplausos.

RITMO EN LA IGLESIA

Mientras el catolicismo dice ‘oremos en silencio’, el evangelismo grita ‘extender vuestras manos y cantad’. Mientras el catolicismo sigue una rutina de lecturas y sermones, el evangelismo rompe con todas las reglas en pro del rating. Mientras el catolicismo da por supuesto que sus fieles siguen una vida sana, el evangelismo da por supuesto que no lo hacen, y les invita a corregirla. ‘Me gusta este silencio –dice Alejandro después de una reflexión–, porque significa que quizá hay actitudes ahora en nuestras vidas que son sinvergüenzas’.

La joven de mi izquierda chatea en el celular lo que el pastor acaba de decir. La música comienza y suena cada vez más fuerte mientras el pastor invita a ponerse de pie para recibir ‘el mensaje’. ‘Cerrad los ojos y extender los brazos’, grita. Gilberto, de 15 años, que está sentado a mi lado, comienza a mover su rodilla al compás de la canción, mientras el pastor, acompañado de su padre, lee las peticiones. ‘Amén. Waooo, waooo. Amén…’, expresa Alejandro mientras pasa los papeles con las peticiones; como si fueran tarjetas de un programa de espectáculos. ‘Pedimos, Señor, por aquella persona que va a ser operada de su vesícula, por esta niña que nació mal, Señor, el Señor es médico de médicos, doctor celestial, y declaro que ella se levantará’, continúa con voz profética, casi como si fuera un rap. ‘Nada es difícil; para Dios todo es posible’. Una señora dos filas más adelante se desploma y comienza a llorar.

El evangelismo es un estilo de vida, cuenta Jonathan. Más que una celebración espiritual, se trata de un momento social. ‘La gente ya no está ni para un sencillo sermón, ni para un simple culto, la gente quiere una experiencia’, explica Rubén, como si estuviera leyendo uno de esos eslóganes turísticos de un resort. ‘Las personas vienen aquí y saben que salen diferentes. Necesitan que se les hable con el lenguaje práctico, como hizo Jesús con las parábolas; no tanta teología, ni cosas que pasan por encima, necesitamos sacudir la existencia de las personas. Hay una cosa de las verdades absolutas, y es que si uno no las fundamenta con cuestiones prácticas de la vida real, la gente puede que no las comprenda’.

Como todas las iglesias, la Evangélica también tiene su rito de iniciación, y al final de la ceremonia Alejandro invita a los recién llegados a acercarse al entarimado. ‘Les damos ese aplauso fuerte a esas personas que han rezado esta oración por primera vez’, dice. ‘Qué lindo’. ‘Han tomado la mejor decisión de sus vidas’, añade antes de invitarles a pasar a un salón aparte donde les darán instrucciones.

Dos horas después, el culto llega a su fin. Alejandro ordena el tráfico y llama a los jóvenes a que formen fila antes de irse al retiro de renovación, el plan del fin de semana: ‘E1a; E1bc; E2…’.

Mientras una silla se vacía hay otra que se va llenando. El siguiente culto empezará en menos de quince minutos, y así los otros dos que restan en el día. Atrás quedan los tiempos en los que Alejandro sudaba sin parar delante del micrófono, cuando ensayaba frente al espejo las prédicas, repitiendo lo que decía su padre. Ahora tiene 9,000 almas a su cargo y un público televisivo al que alimentar. Es la evolución de las religiones, un paso más en la fe tangible, rodeada de cantos y bailes. La experiencia viva con Dios.

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