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La ética aplicada a la política
- 27/07/2023 00:00

Las ideologías economicistas y sus contradicciones usualmente acaparan la atención en el debate académico y la opinión pública; le hemos otorgado una importancia suprema frente a otros aspectos de la política.
Una ideología es una serie de creencias, de formas de percibir el mundo, la sociedad o el Estado, y particularmente dentro de una propuesta electoral generalmente aparece acompañadas de un entorno de poesía y romanticismo político que busca seducir al elector.
La realidad empírica, aquella que proviene de la observación y la experiencia nos muestra que las ideologías han sido utilizadas para disfrazar todo tipo de intenciones contrarias al bien común.
En América latina hemos visto ganar elecciones a líderes que abanderan ideologías que supuestamente valoran la justicia, la transformación y el progreso, pero que más adelante han sido ajusticiados por delitos contra la administración pública.
La lista de ex presidentes presos o con casos pendientes por corrupción va en crecimiento, y sería mayor si existiera una verdadera separación de poderes en los Estados híper presidencialistas que tenemos en América Latina.
Cerca del 20% de los ciudadanos, (cifra que va en aumento), prefieren gobiernos autoritarios que ejerzan una buena gestión del Estado a vivir en una Democracia como la que tenemos hoy.
Poco a poco hemos llegado a la conclusión de que hoy por hoy, en el exacto momento de la historia en que vivimos, es más importante la ética aplicada a la política y a lo público.
Necesitamos líderes éticos que cumplan lo prometido. Los gobiernos son entidades políticas, es decir, donde se toman decisiones que afectan directamente la vida de todos los ciudadanos, y, por lo tanto, es esencial que estas decisiones se guíen por principios éticos sólidos.
La ética y la ideología son dos conceptos distintos que se refieren a aspectos diferentes, aunque relacionados, del pensamiento humano y la vida social
La ética aplicada a la política implica examinar cómo los valores morales y los principios éticos se traducen en acciones y políticas gubernamentales.
No basta decir que soy transparente o que mi gobierno será transparente, o que mi gobierno fue transparente.
La verdadera instrumentalización de la transparencia, es decir, al trasladarse desde su dimensión de valor público y convertirse en un diferenciador de nueva gobernanza, tiene la particularidad de generar y fortalecer un indicador que es fundamental en toda sociedad democrática. La confianza.
La confianza pública se fortalece cuando sabemos que nuestras instituciones y actores actúan de manera responsable, honesta, transparente y en beneficio del interés común.
La ética pública no se pone a prueba durante las campañas electorales, sino cuando ya se es gobierno.
Los mecanismos de responsabilidad deben convertirse en un elemento diferenciador de nuestra forma de gobierno.
Un gobernante verdaderamente comprometido con la ética busca rendir cuentas de sus actos, del manejo de los fondos que se le confiaron y de sus decisiones públicas.
Un estadista ético con visión de futuro entiende la necesidad de incluir mecanismos constitucionales de responsabilidad.
Para el experto en ética pública Diego Bautista, “la ética pública señala principios y valores deseables para ser aplicados en la conducta del hombre que desempeña una función pública”.
Bautista también señala la estrecha relación existente entre ética pública y el servicio como valor público cuando indica que: “La ética aplicada a la función pública es de vital importancia porque tiene como eje central la idea de servicio, es decir, las tareas y actividades que realizan los funcionarios públicos están orientadas al bien común.
La ética de la función pública es la ciencia del buen comportamiento en el servicio a la ciudadanía, es además un importante mecanismo de control de la arbitrariedad en el uso del poder público, un factor vital para la creación y el mantenimiento de la confianza en la administración y sus instituciones.
Por tanto, es un factor clave para elevar la calidad de la administración pública mediante la conducta honesta, eficiente, objetiva e íntegra de los funcionarios en la gestión de los asuntos públicos”.
América latina necesita líderes éticos en lo público y en lo privado.
Hemos descuidado la ética pública y es necesario que volvamos la mirada a los valores éticos aplicados a la política y a la gestión de gobierno.
En 1976 la Asociación internacional de Administración pública instó a los centros académicos en el mundo entero a incorporar la ética pública dentro de sus programas de formación.
La OCDE, el Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo, CLAD y otros organismos internacionales están haciendo contribuciones interesantes para generar ética en los funcionarios públicos llamadas mecanismos de socialización en la gestión pública que no son más que estrategias y procesos a través de los cuales los nuevos funcionarios públicos son introducidos en la cultura organizacional y los valores éticos institucionales.
Uno de los procesos para educar, moldear la conciencia moral y desarrollar valores éticos ocurre por medio de la socialización. Socialización es el conjunto de aprendizajes e interacciones que dan forma a nuestro carácter moral.
La socialización primaria ocurre dentro del entorno de la familia y el centro educativo, luego tenemos las instituciones culturales, religiosas y los medios de comunicación.
Los valores éticos deben ser transmitidos desde una edad temprana, y tendrá efectos perdurables en el carácter del joven, futuro ciudadano. El proceso de interiorización personal de valores debe ocurrir en etapa formativa y de forma gradual.
Es inevitable no pensar en la necesidad de incorporar innovadores métodos de formación de valores éticos por socialización en la juventud, sobre todo en el sistema educativo panameño.
Sigamos insistiendo. De esta forma estaremos sembrando una semilla que cosecharemos a futuro: Una nueva ciudadanía y una nueva gobernanza pública.