Igualdad sin etiquetas, libertad sin excepciones

Actualizado
  • 28/07/2013 02:00
Creado
  • 28/07/2013 02:00
Si bien los hechos no ocurrieron en el mismo espacio de tiempo, las personas y los abusos son reales.

Si bien los hechos no ocurrieron en el mismo espacio de tiempo, las personas y los abusos son reales.

Pleno día y él, un niño, siente un murmullo a sus espaldas. Él es diferente, ellos se lo dicen con la mirada.

No puede, no quiere escucharlos y prefiere quedarse encerrado en su casa.

Terminaba la tarde para ellas. Nadie por ningún lado. Un beso, un besito, dos mujeres. Las paredes de un callejón eran testigos necesarios, mas no los únicos y pronto se dieron cuenta.

La calma aparente es transgredida por la incertidumbre. Llegaron los policías.

¿Qué hacen?, les gritan. Las intimidan, las amenazan. Sienten el peso de su placa y se saben aprovechar del miedo que provocan.

Sin embargo, Valentina no se queda callada. El acoso sexual es evidente, se niega. Y entonces la pesadilla continúa, una estación, un juzgado nocturno.

Comenzaba la noche para otras. Estaban reunidas en el parque de siempre, uno que otro cliente, uno que otro habitual de los que madrugan. La policía otra vez, la incertidumbre de nuevo.

Un nuevo peaje, $100 dólares de un decreto inventado para dejarlas en paz. Bárbara se queja, también levanta su voz y entonces es llevada ante la corregidora nocturna. No hay caso, al centro penitenciario con 40 noches de castigo.

Ni un sólo día, de los 30 que estuvo adentro, sin que un oficial la violara con la promesa de que si se dejaba hacer, saldría pronto.

Eso nunca sucedió y la ayuda tuvo que venir de su madre y $500 dólares para la multa.

LIBRES E IGUALES DE NACIMIENTO

Panamá, como país miembro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948.

Este documento, tan lejano para algunos, señala expresamente en su primer artículo que ‘todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos’ e incluso se aventura y afirma que ‘dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros’.

LA LUCHA DE SIEMPRE

Pero, ¿somos realmente libres e iguales ante los ojos de la sociedad a la que pertenecemos?

Ser libre e igual, es supuestamente una condición intrínseca de la raza humana, defendida desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos y las constituciones de países alrededor del mundo.

Pero el papel aguanta todo, y cómo ya hemos visto a lo largo y ancho de la historia de la humanidad, la intolerancia y el miedo hacia lo desconocido, han sido una constante que varía en el sujeto de su fijación.

Prueba de ello son las mujeres, por ejemplo, que han pasado siglos defendiendo su género, equiparándolo en capacidades y oportunidades en la mente de sus opuestos.

Y así, parece siempre haber un grupo, minoritario o no, en la mira de la indignación basada en la incomprensión de la diversidad.

VACÍO LEGAL

En Panamá no existen leyes que protejan a la comunidad de personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, transexuales, tranvestis e intersexuales (LGBTI) y cada vez que se ha tratado el tema en la Asamblea Nacional, las iniciativas han quedado truncadas en medio del rechazo a las uniones entre personas del mismo sexo y la posibilidad de que se atrevan a pedir niños en adopción.

La Iglesia católica los trata como ‘desviaciones’ y grupos y personas conservadoras rechazan con igual ahínco lo que consideran aberraciones de lo que ellos consideran ‘moral’ y ‘normal’.

Pero, la verdad es que su lucha va más allá de conseguir papeles de matrimonio o autorización para for mar una familia.

MISMOS DERECHOS CIVILES

Se trata de ser iguales sin etiquetas y libres sin condiciones ni excepciones.

Que se entienda, que sus preferencias sexuales son contexto y no una excusa para diferenciarlos del resto.

Si bien casarse y adoptar niños, es una posibilidad que algunos LGTBI no descartan, en primera instancia y por el momento, lo primero es conseguir que se respeten los derechos civiles que supuestamente son para todos.

Es la seguridad de poder alcanzar las mismas oportunidades del resto e incluso los mismos deberes.

Poder adquirir un préstamo como pareja, heredar, ser beneficiarios en su seguro social, cosas en las que el resto parece tener ventaja por ser heterosexuales.

PRIMER PASO EN PAUSA

Sin embargo, en el 2010 se dio el primer paso.

En alguna gaveta de la Asamblea Nacional reposa el proyecto de ley 206 sobre la no discriminación por orientación sexual e identidad de género, presentado por la Asociación de Hombres y Mujeres Nuevos de Panamá (HMNP).

Desde entonces, las agrupaciones que lo defienden ven los años pasar, junto a la discriminación, el abuso y la violencia que no cesan.

Es que, no debería ser lo mismo, que en el acta de defunción de una persona transexual, su homicidio sea tratado como hombre de x años que muere en manos de otro, a que se especifique que el crimen fue uno generado por el odio y la intolerancia por ser distinto.

OTROS GUSTOS

José Castillero es bisexual y asegura que ‘ser homosexual no es una elección, uno elige, en cambio, la persona con quien quiere compartir su vida’ independientemente de todas sus etiquetas.

Así es como parecen vivir las personas que pertenecen a esta comunidad de individuos, que ven más allá de las barreras impuestas por la sociedad sobre lo que es o no ‘normal’.

Vivir su sexualidad y sus sentimientos de forma distinta, en teoría, debiese ser un derecho, pero frente a la intolerancia, se ha convertido en un estigma social.

José cuenta que, a pesar de no haber sido víctima de la violencia física por sus preferencias, ha sentido el yugo de la discriminación en la forma en que la sociedad se comporta y susurra a sus espaldas, su desagrado:

‘Si conozco a alguien, y quiero ir al cine, tenemos que ir como dos amigos, no puede haber expresiones de cariño ni más de cuatro cosas, por cómo te tratan y cómo te hacen sentir, más allá de lo que puedan pensar. Te hacen sentir en el lugar equivocado’.

Son esos pequeños gestos de los que está compuesto el universo del rechazo que late pasivo-agresivamente en la sociedad panameña, que hacen que la comunidad LGBTI recurra a la protesta y el reclamo por sus derechos, como los seres humanos que son.

POCO A POCO

Valentina Anitnelav, se describe a sí misma como pansexual, a ella le ‘ puede atraer cualquier persona, siempre que tenga las cualidades que le gustan’.

Ella vivió el abuso aquella vez en el 2011, cuando la arrestaron por darse un besito con su novia, pero a la vez, sintió el apoyo y la indignación ante su caso de una parte de la sociedad que se despierta poco a poco ante la injusticia.

‘Fue una humillación sin precedentes’, según lo que describió Valentina, y es por eso que organizó la protesta ‘Un besito no es delito’ en la que se abrió ‘un espacio para que las personas pensaran en temas que les son incómodos’.

Aún así, Valentina considera que hay mucho camino por recorrer para llegar a la plena tolerancia de todos hacia la comunidad LGTBI: ‘lo que nos enseñan y lo que no nos enseñan, influye en que estemos mutilados emocionalmente y no nos expresemos en plenitud’, el desconocimiento genera miedo y este, a su vez, intolerancia y discriminación.

LA FAMILIA ES ESCENCIAL

Bárbara Delgado siempre supo que, a pesar de lo que dice su biología, es mujer.

Pero, si para ella fue fácil aceptarlo, para su familia fue una lucha de años: ‘nadie quería saber de mí por lo que yo era para ellos’, asegura.

De hecho, Barbara cuenta que todavía no sabe ‘si su aceptación es verdadera o falsa’ pero no quiere siquiera descubrirlo.

A los 12, por ser travesti, la abandonaron a su suerte y desde aquel momento, hasta cumplir la mayoría de edad, tuvo que dedicarse a la prostitución para poder subsistir.

Su mayor apoyo y su vía de escape de ese mundo, fue la Asociación HMNP, en la que encontró amigos y compañeros de lucha.

UN MUNDO DIFERENTE

Por suerte, no todas las familias son iguales, e incluso, no todas las comunidades discriminan igual.

Nandín Solís es guna, también es transexual y según lo que cuenta, en la comarca se vive en ‘un paraíso donde los respetan e incluso no es ne cesario utilizar la palabra tolerancia’.

Nandín explica que para su tribu, la sexualidad siempre ha sido un tema en el que caben, sin ser vistas como aberraciones, todas las posibilidades:

‘Hoy se habla de las diversidades ancestrales, preferimos no formar parte de lo que dice la sociedad, vivimos otra filosofía’.

Entonces cuando se ven obligados a salir de su comarca, para estudiar o trabajar en la ciudad capital, se encuentran con ‘un muro cultural inmenso’ impuesto por no ser ellos lo que la sociedad occidental espera.

SIN ESTIGMAS LA COMARCA GUNA YALA ES UN EJEMPLO DE TOLERANCIA Y CIVILIZACIÓN ANTE LO DIFERENTE. CONOZCA TODO SOBRE SU ESTILO DE VIDA EL PRÓXIMO DOMINGO, 4 DE AGOSTO, EN LA ESTRELLA.

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