Las aguerridas mujeres de Curundú que siembran el futuro de Panamá

  • 08/06/2025 00:00
Un proyecto de capacitación les brinda herramientas a un grupo de mujeres de Curundú sobre salud financiera, administración de sus negocios, nutrición, salud mental, salud reproductiva y más. Un huerto comunitario es el punto de partida

El corregimiento de Curundú alberga algo más de 16 mil almas. Entre sus edificios es común ver a mujeres tendiendo la ropa, niños jugando fútbol, hombres comiendo pescado. Es una comunidad de gente trabajadora y unida, pero también es una zona de guerra para pandillas y organizaciones criminales. Las calles separan territorios, y los locales saben que líneas invisibles no deben cruzar.

En medio del corregimiento se encuentra la Escuela Fe y Alegría, un centro de educación básica que mantiene su nombre por una antigua asociación a una institución religiosa. Más de 700 niños están matriculados en sus aulas.

A pesar del paro nacional de gremios docentes, en esta escuela las clases continúan. Los estudiantes se encuentran dentro de sus aulas dando clases con sus maestros y al sonar el timbre del correo corren a jugar en la placita de la escuela, en el jardín, entre los pasillos. Algunos compran meriendas en la tiendita escolar.

Hoy no solo dan clases los estudiantes. Un grupo de madres se encuentra participando en un taller de la Coalición Internacional de Mujeres y Familia (Cimuf).

“Tengo tres años en este proyecto. Y en tres años he aprendido bastante sobre el liderazgo entre nosotras las mujeres y hombres que también están en el curso. Nos han enseñado muchas cosas que no sabíamos. Y aquí estamos, gracias a Dios, sabemos lo que es el poder de defendernos nosotros mismos y cuidar nuestra comunidad”, cuenta Pastora, madre de siete hijos, abuela de veintidós nietos, líder de su comunidad. “Estamos para defender lo que podemos defender. No vamos a defender una cosa que no es de nosotros. Vamos a aprender para que el día de mañana nuestros hijos no cojan un mal camino, y aprendan a defender su comunidad para seguir adelante”, añadió.

El proyecto tiene varios objetivos, uno de ellos es desarrollar un huerto comunitario que sea de las mujeres y atendido por ellas, para el beneficio de todas y su comunidad. Para ello, se brindan capacitaciones sobre cómo funciona un huerto, la diferencia entre uno escolar y uno comunitario y el cuidado que necesitan las legumbres. Pero también se busca fortalecer el liderazgo en cada una de las participantes, fomentar el desarrollo participativo, la solidaridad.

Son mujeres empoderando mujeres, y Curundú fortaleciendo a Curundú.

Fuera del salón, niños y niñas pequeños son cuidados por voluntarias de Cimuf que realizan con ellos actividades educativas, enseñándole sobre medio ambiente, reciclaje, cuidado personal y más. Las mujeres realizan uno de los trabajos más importantes y peor pagados en la sociedad panameña: cuidar a las familias.

“Ellas pueden traer a sus hijos, hijas, nietos. El primer año de aprendizaje teníamos un montón de niños en un espacito así trepando por las paredes, literal”, recuerda Samirah Armengol, presidenta de Cimuf. “El segundo año dijimos, hay que hacer algo con esos niños. Entonces se hizo una pedagogía, una voluntaria que es maestra, ella desarrolló una pedagogía paralela. Si nosotros estamos hablando de autoestima, los niños dan autoestima.

Prevención de embarazo en adolescente, prevención del abuso infantil. Cuida tu cuerpo, arteterapia. En el segundo año se nos unió también ONU Mujeres y comenzamos a trabajar el tema ambiental. Las toallas sanitarias, los desechos, todo lo que es la higiene menstrual. Comenzamos a darles toallas reutilizables. Aprender a manejar una higiene corporal, nutrición y salud. Todo el segundo año comenzamos a dar salud mental”, explicó.

Al mes se dan cuatro clases. El último jueves de cada mes un grupo de mujeres se reúne con un terapeuta y participan en una conversación. “Estas mujeres no se conocían. Se veían, eran vecinas, se miraban mal. Algunas no podían cruzar una calle porque no se iban con las otras porque eran de otra calle. Hoy en día ellas son compañeras, se cuidan, se saludan. Ven a la pelaita de una, la llaman”, destaca Armengol.

El esfuerzo tiene efectos multiplicadores. No hay inversión más eficiente en el desarrollo social que invertir en las mujeres. “Uno de los programas que acabamos de culminar fue ¿Cómo administrar tu chenchén? Son cosas que uno en realidad practica, pero sin conocimiento. Cuando hay una persona idónea y nos da el conocimiento uno se siente ¡guau!”, cuenta Edna Mosquera, quien también es miembro de la Junta Comunal de Curundú. “A mí en lo personal me gusta administrar mi dinero. Me gusta sembrar. Me gustan todos los programas que están dando. A las que no han podido venir al curso yo les platico sobre lo que yo aprendo los domingos en mi negocio”, señaló.

Un total de 35 mujeres participan en el proyecto, la mayoría son de Curundú, pero hay de otras comunidades que viajan para participar. Las capacitaciones buscan empoderarlas, ayudándolas con la inserción laboral, elaboración de hojas de vida, apoyo en el administración de finanzas para sus emprendimientos y sus finanzas personales.

El financiamiento proviene de distintas fuentes. Los talleres de salud financiera los brinda la Caja de Ahorros, el Fondo de Población de Naciones Unidas colabora con materiales didácticos, mientras que la Embajada de Canadá en Panamá y la Embajada de Australia en México proveen financiamiento.

El plan es seguir desarrollando el huerto y convertirlo más adelante en una oportunidad de ingresos y desarrollo. “Queremos comercializar los productos, que las mujeres aprendan técnicas más innovadoras y automatizadas, como la hidroponía, que no necesita tantos espacios, y se pueden hacer huertos urbanos. El plan es replicar este proyecto en otros espacios, pero para eso necesitamos el compromiso del sector privado”, adelantó la presidenta de Cimuf. Lograr el desarrollo integral de una comunidad no es fácil, ni tampoco una meta que se pueda lograr en un corto plazo. Por eso, apuestan a darle a las mujeres las herramientas para que convierten el proyecto en algo suyo y ellas mismas peleen por su prosperidad y combatan la desigualdad que impera en el país. “Panamá es un país rico, lleno de pobres. Eso no lo va a entender la comunidad internacional, porque lo que saben es que Panamá es un país rico. Lo que no saben es que la plata no llega a la gente. Se queda con los corruptos”, lamentó Armengol.

Suena el timbre y salen los niños de sus aulas. Juegan y sonríen mientras las mamás y abuelas estudian para darles un mejor Curundú.

Lo Nuevo