Portobelo sobre el lienzo

Actualizado
  • 15/08/2010 02:00
Creado
  • 15/08/2010 02:00
ristóbal Colón se ocupó de registrar, para siempre, el nombre de Portobelo. Así quedó plasmado para nuestra historia cinco veces centena...

ristóbal Colón se ocupó de registrar, para siempre, el nombre de Portobelo. Así quedó plasmado para nuestra historia cinco veces centenaria, desde el 2 de noviembre de 1502, cuando el almirante llegó a la bahía de ensueño.

Hernando Colón (1488-1539), hijo natural de Cristóbal Colón, acompañó a su padre en uno de sus viajes. Él dejó escrita una Historia del Almirante Don Cristóbal Colón publicada en Venecia en 1571. El historiador panameño Rodrigo Miró dejó la referencia en uno de sus innumerables artículos. Lo citamos: ‘Según nos cuenta Hernando Colón en la vida de su padre … de sus experiencias en Tierra Firme, en noviembre de 1502, nos dice de Portobelo: ‘La región que está alrededor de este puerto es más alta y no muy espesa, bien labrada y llena de casas distantes unas de otras un tiro de piedra o de ballesta; y parece una cosa pintada y la más hermosa que se ha visto’ (pág. 264). Y sigue luego Bastimentos: ‘Queriendo un batel nuestro, bien armado, tomar agua en una canoa, creyendo los indios que querían hacerles algún pesar, vinéndoles ya a un tiro de piedra, se echaron todos al agua para huir nadando, como lo consiguieron y aunque el batel bogó mucho no pudo llegar a alguno en media legua que los persiguió, porque cuando le alcanzaba se sumergía como hacen los pájaros de agua y de allí a un rato volvía a salir en otro sitio distante un tiro o dos de ballesta, y era cosa de gran diversión ver cómo el batel se fatigaba en vano y al fin se vio precisado a volverse vacío’ (pág. 265). ‘Era la gente de esta tierra la más bien dispuesta que se había visto entre los indios, porque eran altos, secos, no tenían los vientres hinchados y de buena cara; la tierra estaba toda llena de yerbecilla y pocos árboles; y en el puerto había grandísimos caimanes o cocodrilos, los cuales salen a estar y dormir en tierra y esparcen un olor tan suave, que parece del mejor almizcle del mundo, pero son tan carniceros y tan crueles que si encuentran algún hombre durmiendo en tierra, lo cogen y se lo llevan al agua para comérselo, aunque cuando son embestidos temen y huyen. Hay de estos caimanes en otras muchas partes de las Indias, que afirman algunos de estos cocodrilos como los del Nilo.’

Sobre la llegada de Colón al Istmo, el historiador Alfredo Castillero dejó dicho: ‘Pasados casi cuatro años, el 11 de mayo de 1502, en compañía de su hermano Bartolomé y de su hijo D. Fernando, Cristóbal Colón hizo al Nuevo Mundo su cuarta visita, que fue la última. Vino en cuatro navíos: La Capitana, la Gallega, la Vizcaína y Santiago de Palos, tripulados por sólo 143 hombres. Con tiempo bonancible en el Atlántico y muy borrascoso en el mar de las Antillas, Colón reconoció la costa centroamericana desde el Cabo de Gracias a Dios, en Honduras, hasta Puerto Limón en Costa Rica. De allí pasó a la bahía de Zorobaró, llamada hoy del Almirante, perteneciente al Istmo de Panamá, donde llegó el 6 de octubre de 1502, e hizo acopio de oro, y visitando de tránsito el día 16 la Laguna de Chiriquí, o Aburema en lengua indígena, vino a detenerse el 17 en la costa de Veragua. Después de explorar esta costa le proporcionó abundantes muestras de oro de los adornos que llevaban los naturales, navegó hasta el puerto de Retrete, conocido hoy con el nombre de Escribano, pasando antes, el 1º de noviembre por la desembocadura del Río Chagres, llamado por el descubridor Río de los Lagartos, y por la bella bahía bautizada por él mismo Portobelo (2 de noviembre de 1502). Del Retrete, donde llegó el 26, (...) Colón volvió atrás para fundar una colonia en la desembocadura del río Quiebra o Belén, en Veragua, ilusionado con la riqueza que imaginó existente en la región descubierta’. (Historia de Panamá, Ernesto J. Castillero).

En otro lugar, Miró narró una anécdota ocurrida en Panamá: En el alba de nuestra historia, cuando Colón en su cuarto viaje, arriba a las playas del Istmo (octubre de 1502) decide explorar la costa de Veragua, en las proximidades de la desembocadura del río Belén, dominio todo ello de un temible cacique. El hermano del Almirante, jefe de la expedición exploradora, se interna en botes pequeños río adentro, y luego de mil peripecias acuerda la captura del caudillo indígena. Determinado el regreso, los prisioneros son puestos bajo la custodia de Juan Sánchez, hábil piloto, quien juró por Dios ‘que se arrancaría el pelo y las barbas si se le escapaba ese pagano’. Y el pagano escapó. Entonces alguien, fiel a la tradición de las ‘chanzas y burlas’, creó esta copla:

El indio ruin y villano

sin temores ni recelo

al piloto sevillano

arrancole todo el pelo.

La historia, sin embargo, terminó en tragedia. Por el verso burlón se armó una ‘fenomenal gresca’, y el ofendido murió.

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