Miedo social, desmovilización y la Ley 462 en Panamá

En Panamá, el discurso neoliberal ha sido clave en la reproducción del miedo social. Bajo la promesa del crecimiento económico capitalista como única vía de desarrollo, se desacredita a quienes critican o resisten el modelo, etiquetándolos como obstáculos al progreso

“Titanic somos nosotros, es nuestra triunfalista, autocomplaciente, ciega e hipócrita sociedad, despiadada con sus pobres; una sociedad en la que todo está ya predicho salvo el medio mismo de predicción [...] Todos suponemos que, oculto en algún recoveco del difuso futuro, nos aguarda un iceberg contra el que colisionaremos y que hará que nos hundamos al son de un espectacular acompañamiento musical”

Bauman toma la analogía de Attali con esta cita para advertir sobre una sociedad contemporánea que, como el Titanic, avanza hacia el desastre, impulsada por una lógica indiferente ante la precariedad de los sectores más vulnerables. Esta imagen es punto de partida para comprender cómo el miedo, lejos de ser una simple emoción individual, se convierte en un dispositivo estructural que moldea la conducta social. En Panamá, este miedo social ha sido instrumentalizado para desmovilizar amplios sectores de la población, particularmente en torno a temas sensibles como la reforma del sistema de seguridad social y la Ley 462 que reformó la Caja del Seguro Social.

Transición democrática y desilusión

Los noventa fue visto por muchos panameños como una oportunidad histórica para transitar hacia una democracia sólida, tras el fin del régimen militar. Aunque este anhelo se vio frustrado por la adopción de políticas neoliberales como la privatización de bienes públicos, la precarización de las relaciones laborales que socavaron las bases del contrato social. En vez de una democracia sustantiva, el país se enfrentó a un orden amplificado por la incertidumbre y la desigualdad.

El miedo se instaló como una constante en la vida cotidiana: el temor a perder lo poco que se tiene, a no tener acceso a salud, educación o empleo digno. Pero también el miedo a actuar colectivamente, a ser etiquetado como subversivo o enemigo del desarrollo.

El miedo como construcción social

Bude y Bauman plantean que el miedo es una respuesta emocional y una construcción social cargada de significado político y cultural. En su concepto de “sociedad del miedo”, Bauman argumenta que el miedo ha dejado de estar anclado a peligros inmediatos para convertirse en un estado de ansiedad constante, derivado de experiencias pasadas de amenaza, pero proyectado hacia el futuro como una expectativa de inestabilidad permanente.

Este “miedo derivativo” actúa como un mecanismo de control social, debilita los vínculos comunitarios y dificulta la organización colectiva. Expresado, por ejemplo, en la desconfianza hacia los demás, en la apatía política o la aceptación resignada de condiciones de vida precarias.

En Panamá, el discurso neoliberal ha sido clave en la reproducción de este miedo. Bajo la promesa del crecimiento económico capitalista como única vía de desarrollo, se desacredita a quienes critican o resisten el modelo, etiquetándolos como obstáculos al progreso. Se fomenta una cultura del individualismo defensivo: cada uno lucha por sí mismo, y el otro es amenaza no aliado, con lo que se debilita la capacidad colectiva para cuestionar las causas estructurales de la exclusión y la precariedad.

Resistencia frente al miedo

Pero el miedo no ha anulado por completo la resistencia social. En años recientes, se han registrado movilizaciones significativas que desafían la narrativa dominante. En 2019, jóvenes tomaron las calles para exigir una reforma constitucional incluyente y respetuosa del ambiente. En 2022, protestas masivas se organizaron para exigir la reducción del costo de vida, incluido el precio del combustible, medicamentos, alimentos y el 7 % del PIB en educación. Estas acciones articularon a organizaciones y sectores no organizados de la población.

En 2023, la lucha contra el proyecto minero en Donoso representó un nuevo hito. Encabezada por la Alianza Pueblo Unido y Panamá Vale Más Sin Minería, organizaciones ambientalistas y pueblos originarios, se logró frenar una iniciativa extractivista que amenazaba el territorio nacional, recordando la magnitud de la movilización popular de 1964. Tales momentos demuestran que, si bien el miedo desmoviliza, también puede, en circunstancias específicas, generar respuestas colectivas potentes.

Estas expresiones de resistencia también sufren contraofensivas desde el poder. La élite política y la económica reactivan discursos anacrónicos para reinstalar el miedo: el fantasma del comunismo, la criminalización de la protesta, la represión selectiva y la judicialización de los líderes sociales son herramientas utilizadas para restaurar la hegemonía del orden neoliberal. Así se profundiza la brecha entre la población no organizada y los movimientos sociales, especialmente obreros, gremiales e indígenas.

Raíces históricas del miedo en Panamá

El miedo como estrategia de control no es nuevo en Panamá. Su genealogía puede rastrearse desde 1501 con la colonización, donde el racismo y la violencia estructural se impusieron como mecanismos de dominación. Posteriormente, el enclave estadounidense, desde 1903 hasta 1999, consolidó una dependencia política, militar y económica que limitó la autonomía nacional. La dolarización y la presencia de bases militares reforzaron un sentido de subordinación.

A esto se sumaron los regímenes militares (1968-1989), donde el miedo fue institucionalizado mediante represión, desapariciones y suspensión de libertades. La invasión estadounidense de 1989 profundizó ese trauma colectivo, nos recuerda que la vida y la soberanía pueden ser sacrificadas por intereses externos. Estos episodios conformaron una cultura política del miedo que aún persiste y se reproduce bajo nuevas formas.

Democracia neoliberal y sociedad del miedo

Tras el regreso de la democracia electoral, no se desmontaron las estructuras que producían miedo; contrariamente, el modelo neoliberal las profundizó, el resultado fue una progresiva despolitización de la ciudadanía, fragmentación del tejido social y creciente desconfianza en la institucionalidad. La lógica del consumo y el individualismo se impusieron como valores y desplazaron la solidaridad y la organización colectiva.

La precariedad es una de las expresiones más evidentes de esta situación: más del 50 % de la fuerza laboral panameña se encuentra en condiciones de informalidad, sin acceso a seguridad social ni estabilidad. La pandemia por covid-19 exacerbó esta crisis, reveló las debilidades del sistema y el abandono del bien común como principio rector del Estado. La inseguridad material se transforma en inseguridad existencial: miedo al futuro, a enfermar, a perder el trabajo o a no tener acceso a niveles mínimos de vida digna.

La desconfianza institucional también es un síntoma del miedo estructural. La percepción de que las instituciones están capturadas por élites económicas y políticas genera un sentimiento de impotencia y resignación: la idea de que las reglas del juego están diseñadas para excluir a las mayorías y proteger los privilegios de pocos.

Miedo, política y desmovilización

En el plano político, el miedo se traduce en apatía y desconfianza generalizada hacia cualquier forma de liderazgo colectivo. Esta ciudadanía temerosa y desencantada es funcional al modelo neoliberal, pues dificulta la articulación de proyectos alternativos. Sin embargo, como lo demostraron las protestas recientes, el miedo también puede ser canalizado hacia formas de resistencia cuando la indignación se convierte en acción colectiva.

La experiencia panameña demuestra que la sociedad del miedo no es una fatalidad. Reconocer su construcción histórica y social permite visibilizar sus mecanismos de reproducción, pero también imaginar caminos para desmontarla.

Conclusión

La sociedad del miedo en Panamá es el resultado de una combinación histórica de colonialismo, violencia estatal, dependencia externa y neoliberalismo, mas no es una estructura inamovible. Para superarla, es necesario repolitizar el miedo: comprenderlo como una respuesta legítima ante la injusticia y transformarlo en una herramienta para la acción colectiva.

Solo recuperando la capacidad de imaginar y construir proyectos comunes basados en la justicia, la dignidad y el respeto a la vida, será posible desmontar las arquitecturas sociales del miedo y avanzar hacia una sociedad más democrática y solidaria.

El autor es Sociólogo. Docente e Investigador de la Universidad de Panamá

Pensamiento Social (Pesoc) está conformado por un grupo de profesionales de las ciencias sociales que, a través de sus aportes, buscan impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de estas disciplinas.
Su propósito es presentar a la población temas de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.
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