Un buen estudiante, tranquilo y algo introvertido, que fue monaguillo y empleado en un supermercado antes de alcanzar la fama. Esos son algunos retazos...



- 27/07/2025 00:00
Sábado Santo. 2025. A eso de las nueve de la mañana, Gioconda Belli llamó al celular de Alejandro Carrasco (Tegucigalpa, 1992). Lo cual le pareció surreal a este periodista y escritor hondureño radicado en Santiago de Chile.
Al principio pensó que era una broma. Luego vio la foto de la poeta de Nicaragua en ese número de WhatsApp y creyó. Contestó nervioso y del otro lado escuchó su cálida voz. Y supo de inmediato que había obtenido el Carátula. Aún hoy hay una parte de él que no se lo cree.
Alejandro comenzó por la poesía, después abrió un blog y luego se decantó por el cuento. A los 23 años se tomó cada vez más en serio eso de escribir.
Todo da a indicar que va bien porque este año 2025 ganó la edición XIII del Premio Carátula de Cuento Centroamericano con el relato “Felipito”. Este certamen fue creado en el 2012 por la Revista Carátula, el Festival Centroamérica Cuenta, la Universidad Autónoma de Nuevo León (México) y la Fundación Luisa Mercado (Nicaragua).
Alejandro había venido de obtener el primer lugar de los Juegos Florales Equinoccio Patepluma de Santa Bárbara 2022; un tercer lugar en los Juegos Florales de Santa Rosa de Copán 2021 y una mención honorífica en el Concurso de Cuentos Rafael Heliodoro Valle de El Heraldo en 2019.
Esta entrevista ocurrió en el lobby de un hotel en la capital guatemalteca, en el marco de Centroamérica Cuenta, festival literario que regresará a Panamá en mayo de 2026.
Con la poesía me sentía que chocaba con muchos muros, aunque un colectivo de amigos me ayudó a que en mis cuentos haya poesía. Empecé a escribir cuentos con finales sorpresivos porque era bonito encontrarme con un final así, como los de Edgar Allan Poe. Pero después empecé a leer cuentos que eran más como revelaciones profundas, y eso sí me atrapó. Me di cuenta que escribía como epifanías. Ese poder que tiene el cuento es jodido porque te llama hacia algo extraño como decían Julio Cortázar y Stephen King.
Fue en el 2018 cuando conocí a Luis Lezama Bárcenas (quien ganó en el 2020 el Carátula con el cuento “Ni hermosos ni buenos”), a quien lo invitamos a nuestro colectivo para que conversara con nosotros. Y en esas reuniones leímos cuentos del Carátula, por entonces Luis no lo había ganado todavía.
Sergio Ramírez convocó a un taller. Mandabas un cuento y participabas si quedabas entre los primeros 30. Yo quedé junto con Luis. Eran tres semanas, un día por semana. Y fue muy bonito interactuar con Sergio, aunque fuera a través de una cámara de Zoom. Y a los meses el Carátula lo gana Luis, el primer hondureño en lograrlo. Fue como ¡wow!, por fin Honduras. Entonces, seguí trabajando y trabajando mis cuentos con Luis y mis amigos. Participé en algunos certámenes hondureños y me fue bien. Y ahí iba, poco a poco.
Hace tres años comencé a escribir cuentos como “Felipito”, cuentos relacionados con situaciones de esta vida complicada. “Felipito” es sobre una mamá cuyo hijo emigró y hay una distancia en kilómetros, pero la distancia más importante es la emocional.
“Felipito” se inspira en un conductor de televisión chileno (Felipe Camiroaga Fernández) que en el 2011 falleció en un accidente aéreo. Él tuvo un impacto cultural muy fuerte en Chile. Era muy popular, muy querido. Tenía un aura de santo, de leyenda. Desde hace un año vivo con mi esposa María en Santiago de Chile y un día visitamos a una tía suya, quien tenía una foto enmarcada al lado del televisor. Vi esa foto y le dije a mi esposa, quien es chilena: “¿y ese primo quién es?” Y me responde: “no, es Felipito”. Y yo me dije: “acá hay un cuento”.
Estuvimos en la casa de la tía de María hablando, y hablando, y yo por dentro: “ya quiero volver a la casa y tratar de escribir”. Algo me llamaba. Y empecé a escribir. Es un cuento sobre doña Crisantema, una fanática de Felipito, a quien le manda cartas. Aunque es más una excusa para contar la soledad de Crisantema. Luego lo leí a conciencia y descubrí que estaba hablando de mi mamá en Honduras. Fue duro dejar a la familia y dejar a mi mamá cuando me vine para Chile. El cuento lo venía escribiendo desde hacía un año y meses.
Es difícil definirlo. Obviamente el hecho de ver que Honduras es mencionado es muy bonito. Que sea mencionado por algo que yo hice, representa mucho más. Estas cosas de las ceremonias me ponen nervioso, me ponen a transpirar (la entrega del Carátula ocurrió en el Teatro Lux de Guatemala). El calor centroamericano no ayuda tampoco, jajajaja. Es una sensación extraña. Estoy feliz de haberlo conseguido, pero sí es abrumador. ¡Lo que puede hacer un cuento!
Creo que ahora sí están disipadas las dudas de que puedo escribir. Siempre tenemos dudas, aunque estas a veces son importantes y hay que tratar con mucha humildad lo de los premios. Porque un premio no te define. Los ejemplos más famosos son Jorge Luis Borges y Julio Cortázar que no ganaron el Nobel de Literatura. Y eso no los definió.
Sí. Trae más responsabilidades para el país y para mí. Es un impulso para los hondureños que quieran hacer cuentos. A veces en Honduras hay mucho aislamiento entre los escritores. Al mismo tiempo, en Honduras están pasando cosas muy bonitas. Ahorita cada vez hay más colectivos de poesía, jóvenes que participan y van a declamar. Y se hacen talleres de literatura. Y pienso que todo eso termina en cosas como el Carátula. Lo que demuestra que la unión y el ayudarse colabora más que el aislamiento. Aunque digan que escribir es un oficio solitario, no estoy tan seguro. Obviamente, cuando uno escribe está solo, pero en la corrección y en la edición, que son0 lo más importante, necesitas amigos. Y yo he tenido muy buenos amigos. Y Centroamérica Cuenta también tiene ese objetivo: que se conecten todos.
Me fui a Chile por amor. Era novio de María desde hacía mucho tiempo. Trabajamos mucho para poder vivir juntos. Los boletos de Honduras a Chile, y viceversa, no son baratos. Entonces fue mucho trabajo y mucho ahorro. Pudimos mudarnos y vivir juntos. Sin María no hubiera conocido a Felipito.