'Cuando planteamos el desarrollo pensamos en muy pocos...'

Actualizado
  • 19/11/2020 00:00
Creado
  • 19/11/2020 00:00
El antropólogo, sociólogo y humanista Stanley Heckadon Moreno conversó sobre su infancia, su juventud y su pasión por la naturaleza. Y advierte de la importancia de conservar las selvas

Stanley Heckadon Moreno ha dedicado más de cuatro décadas a la protección y estudio de la naturaleza. En esta entrevista, el antropólogo, sociólogo y humanista revela su lado humano. El haber sido criado a las orillas del río Chiriquí Viejo, en una área remota cubierta de selva, marcó su amor por la naturaleza.

Stanley Heckadon, escritor e investigador asociado al Instituto de Investigaciones Tropicales (STRI).

En principio quiso ser médico, pero más tarde encontró su verdadera vocación: la antropología, que lo llevó a recorrer el río Magdalena y las islas San Bernardo, en Colombia, y las zonas indígenas del país donde no solo observó las enormes disparidades, sino también la riqueza cultural de los pueblos. Difundir las realidades de los grupos indígenas del país le costó su primer empleo. Pero esa experiencia lo marcó para siempre al conocer los dos Panamá.

Heckadon es un infatigable conversador de sus experiencias, que se quedan cortas en papel.

Hablemos de Stanley Heckadon, el amante de la naturaleza y el antropólogo.

Me pones a reflexionar sobre cuatro décadas de trabajo de campo, investigación, publicación y docencia. Pero por algún lado debo comenzar; como decía mi abuelo, te voy a echar un cuento. El haber crecido en una finca, a orillas del río Chiriquí Viejo, rodeado de selvas, en una zona muy remota, me permitió aprender de las plantas y de la naturaleza. Lo otro es mi vida universitaria. Yo originalmente quería ser médico, pero me fue muy mal en física y química. En fin, una cosa es lo que uno quiere y la otra es la vocación. Yo estaba en California y me matriculé en antropología. Desde que entré al aula supe que esa era mi carrera. El curso de introducción a la antropología y antropología cultural realmente me apasionó.

¿Cómo terminó graduándose en la Universidad de Los Andes, en Colombia?

Estaba a punto de graduarme cuando apliqué para la Universidad de California, en Berkley, para hacer una maestría, pero en eso intervino la guerra. A mí me llamaron al reclutamiento, pero por razones morales me oponía a la guerra, decidí no ir. Me tocó manejar 4,600 kilómetros hasta Chiriquí. Y posteriormente pedí un préstamo del Instituto para la Formación y Aprovechamiento de los Recursos Humanos (Ifarhu). Para entonces se requerían tres fiadores. Así que tuve que ir donde mis tías y tíos para que me prestaran $3,300 para ir a estudiar a la Universidad de los Andes. Así fui a dar a Colombia, por cosas del destino.

La estadía en Colombia, ¿cómo fue?

No habían surgido las guerrillas de la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) ni el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Así que viajé bastante por Colombia. En unos días libres, quería irme a la mar y me fui en bus. Llegué a las islas de San Bernardo. Llegué a bucear, pero al ver esa mar preciosa y los arrecifes coralinos tuve otra revelación, que el destino me puso por delante.

El viaje de regreso a casa, ¿cómo fue esa experiencia?

Me gradué y me vine a la Antigua. Envié las pocas cosas que tenía en avión y yo bajé por el río Magdalena... Mar afuera, cruzando el golfo de Urabá, se dañó el motor y quedamos a la deriva. Entonces me dice el cocinero que no había comida, que solo tenía arroz, pero nada más. Y, yo como me había hecho un experto buceando, me coloqué mi máscara y arponeé dos tiburoncitos. Todo el mundo comió dos veces. Así fuimos a dar a Puerto Obaldía. Yo cargaba $60 para tomar la avioneta de Narganá a Panamá. En eso el capitán, que había sido muy amable conmigo, me pide dinero para pagarle a la aduana que estaba cobrando ciento y resto. Era un cobro ilegal, pero bueno. Le dije que solo tenía cheque viajero. Así fue mí entrada al país: un cobro ilegal pagado con cheque viajero.

Después de llegar a Panamá, ¿qué siguió?

Después de estar una semana en la finca, mi mamá me preguntó qué haría, que tenía un préstamo que pagar. Alguien me dijo que habían creado un Ministerio de Trabajo, que fuera que a lo mejor me daban trabajo. Entonces, el ministro era Rómulo Escobar. Me fui hasta allá y me dijeron que el ministro no podía verme. Él solo atendía los jueves, que había una audiencia pública. Así que esperé dos días y asistí a ver la audiencia.

¿Le dieron empleo?

Esperé al ministro y le dije que necesitaba trabajo. Me preguntó, ¿qué fue lo que estudiaste? Antropófago, dijo. No, antropología, le respondí. Se echó a reír. Me explicó que había una nueva institución que se llama Digedecom (Dirección General de Desarrollo Comunitario), que andaba buscando un antropólogo que se encargara de la oficina de asuntos indígenas. En una tarjeta le escribió al director y le dijo que allí le mandaba un antropófago. Luego lo borró y me puso antropólogo. Me estaba haciendo un vacilón.

¿Cómo le fue en la Digedecom?

Me quedé a cargo de asuntos indígenas. Entonces no sabía que me embarcaba en el doctorado del panameño. Los indígenas eran los más pobres de los pobres. Y, por los próximos años, fui de frontera a frontera, a pie, a caballo, en cayuco, en piragua, en avioneta, en helicóptero, a todas las zonas indígenas del país. No solo me di cuenta de la pobreza, sino también de la riqueza cultural de Panamá y de sus grupos indígenas.

¿Cómo fue la experiencia?

El tratar de ayudar a los indígenas me costó el trabajo. Producto de mi viaje de campo escribí un informe que describía lo que había observado. En él reiteré que había mucho por hacer, que no había escuelas y las pocas que había tenían piso de tierra, que no había puentes... A mi jefe no le gustó. Me dijo que no publicara nada. En eso un periodista de La Estrella de Panamá me dijo que le mandara algo de las comarcas. Yo resumí el informe y me lo publicaron tres domingos seguidos. Mi jefe me dijo que estaba botado.

¿Cómo se introduce de lleno al tema ambiental?

En el 74 comenzaban los proyectos de desarrollo del Ministerio de Planificación. Llegando de Inglaterra, me mandan a estudiar a los campesinos de Tonosí. Fue allí cuando por primera vez me pegó el tema ecológico. Los más pobres eran campesinos que se habían quedado sin tierra. Habían llegado como colonos y talaron la selva y luego quemaron pasto. Yo les preguntaba a los campesinos por qué se habían venido de Macaracas. Ellos respondían, “porque se acabaron los montes”. Esa expresión en pocas palabras expresaba una realidad. Era el impacto de la agricultura de roza y quema que producía el deterioro de los recursos naturales.

Ese fue el avance de la frontera agrícola...

Le llamábamos la conquista del Atlántico y de Darién. La selva era algo que había que eliminar, porque era símbolo del subdesarrollo. A mí ese tema me llevó a reflexionar sobre la relación entre la destrucción de la selva y la pobreza. Así nace mi publicación “Cuando se acaban los montes”. En Inglaterra realicé mi tesis sobre un cuestionamiento de la política de desarrollo hacia la selva. Esta indicaba que la destrucción de las selvas no traería desarrollo, sino destrucción de la tierra y más pobreza. En 1982-1983 publiqué el libro “Colonización y destrucción de selvas en Panamá”, y cierro con un artículo de un especialista de Puerto Rico que había estudiado la erosión en los suelos y terminaba diciendo que la deforestación sería la muerte del Canal de Panamá.

¿Qué tan real es el cambio climático en el país?

El aumento del nivel del mar es incesante y constante. Los instrumentos en Punta Galeta nos han permitido constatar el aumento del calor en las temperaturas oceánicas, la muerte de los corales donde vive la mayoría de los peces, de lo cual dependen los pescadores. Están ocurriendo transformaciones preocupantes. Las investigaciones están proponiendo qué tipo de estilo de desarrollo debe seguirse, ¿cómo serán nuestras ciudades? Para Panamá es urgente rescatar los ríos. La ciudad tenía siete ríos hermosos. El río Curundú era hermoso, cristalino, lleno de vegetación, aves y orquídeas. Y hoy es una cloaca. Las ciudades con visión a largo plazo están rescatando los ríos... Cuando planteamos el desarrollo, pensamos en muy pocos, no en la mayoría.

PERFIL DEL ENTREVISTADO
Es miembro fundador de la Asociación Panameña de Antropología
Nombre completo: Stanley Heckadon Moreno
Nacimiento: 9 de octubre de 1943
Ocupación: Investigador y escritor
Creencias religiosas: Católico
Resumen de su carrera: Se afilió a STRI en 1983, como investigador asociado. En 1989 fue director de lo que ahora es el Ministerio de Ambiente. Desde el año 2000 ha sido responsable del Laboratorio Marino de Punta Galeta de STRI, en Colón. Durante los años 70 y 80 trabajó en proyectos de desarrollo comunitario, tenencia de tierras y medio ambiente con comunidades rurales e indígenas en Panamá y Centroamérica.
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