Cuando pudo caer fuego sobre el istmo

Fue una incesante e incansable lucha patriótica. Pero en el cielo de la historia del país las palabras del sacerdote Alfredo Vieto Guardia han de constituir, y constituyen, guía de la dignidad panameña. Esas palabras son testimonio de simbolismo extraordinario. Interpretan a los patriotas que a lo largo del siglo no firmaron el tratado de 1903 y lucharon por las reivindicaciones totales. Es la historia que no debemos olvidar. Historia que la hicieron muchos, que la escribieron pocos.
Cuando pudo caer fuego sobre el istmo

Ante el predominio de los temas eminentemente políticos, cualquier comentario que se refiera a otros episodios relativos al desarrollo de la historia puede recibir el desdén de los lectores. Pero como aún no tengo apetito para terciar en las controversias de la política menuda, prefiero insistir, para conocimiento esencialmente de los jóvenes, en el repaso de las grandes jornadas llevadas a cabo por nuestro pueblo y por los ilustres panameños que afrontaron el compromiso de legarnos una patria. Es tal el desconocimiento que se tiene de tantos hechos históricos, y es tanto el desinterés de las nuevas generaciones por conocer la gran marcha que los panameños de los últimos siglos llevaron a cabo para alcanzar y perfeccionar la independencia del istmo, que todo esfuerzo para orientar y educar es poco y, por ser poco, en la insistencia se encuentra la clave del éxito.

El panameño de hoy debe tener clara conciencia de que el tratado Hay-Bunau Varilla fue una imposición de las trágicas circunstancias de la época. No se trata de una voluntad complaciente de los próceres. Existía entonces una mano imperial que, fundada en sus intereses, también estimulaba un viejo anhelo independentista de los panameños; existía, igualmente, la secular mano colonial que no quería que se le desprendiera su provincia más preciada. La mano imperial firmó con Bunau Varilla el tratado, sin participación panameña, el 18 de noviembre de 1903. La mano colonial envió tropas al istmo para recuperar el territorio perdido. En un momento de la crisis, el general Reyes, colombiano, ofreció a Estados Unidos aprobar el tratado Herrán-Hay sin modificaciones, sin compensaciones, a cambio de que el istmo volviera al seno de su soberanía. En esta etapa de la historia, la diplomacia no descansaba en normas jurídicas o morales, sino en la fuerza del garrote.

El 2 de diciembre de 1903, Panamá ratificó el tratado. El Senado de Estados Unidos, a su vez, ratificó dicho tratado el 24 de febrero de 1904, con votos en contra. Primó en el Senado la observación del Sr. Hay al informar al senador Spooner que el tratado “es satisfactorio, ampliamente ventajoso para Estados Unidos y debemos confesar, con la cara que podamos poner, no tan ventajoso para Panamá... Usted y yo sabemos muy bien cuántos puntos hay en el tratado que todo patriota panameño objetaría”.

A partir de ese momento y mucho antes, los patriotas panameños iniciaron la gran cruzada para concretar sus objeciones. En efecto, el 30 de noviembre de 1903, doce días después de la firma del tratado y cuatro días antes de su ratificación por Panamá, el subsecretario de Relaciones Exteriores, Honorio González Guill (¿quién lo recuerda?) envió una nota a Bunau Varilla expresándole que el tratado presenta algunos puntos “cuya aclaratoria parece indispensable, para lo cual sería de desear una convención adicional”.

Los patriotas panameños continuaron objetando el tratado de 1903, sobre las cláusulas controvertidas. En agosto de 1904, por oficio número 6 del 11 de agosto, el ministro panameño en Washington denunció múltiples causas de insatisfacción derivadas del tratado.

En la Memoria de 1916, el presidente Porras sostuvo que como ya el Canal había sido construido, el tratado de 1903 debía ser reemplazado por otro que contemplara los intereses de Panamá. En cierto modo debe interpretarse esa petición de Porras como el primer intento abrogacionista, aun cuando el contenido del nuevo texto es el que fijaría su real categoría. Desde luego, aquella referencia del presidente Porras no tuvo eco ni en Estados Unidos ni en la nación panameña.

En la administración Porras de la década de 1920, se hace un itinerario de reivindicaciones sobre la cuestión canalera, sin éxito. Luego se inició el proceso negociador que culmina con el proyecto de tratado de 1926 que fue repudiado ampliamente en toda la nación. Un telegrama enviado por el sacerdote Alfredo Vieto a la Asamblea Nacional, el 20 de enero de 1927, sintetiza el pensamiento nacional de rechazo al texto de 1926. Decía el padre Vieto: “Como sacerdote panameño, párroco de Penonomé, vicario foráneo Coclé, ruego a Dios rendidamente que, si por voluntad de esa Cámara nuestra nación ha de existir oprimida y humillada, envíe fuego del cielo que nos extinga, porque es convicción universal ser preferible muerto a una vida en ignominia voluntaria”.

Los que falsifican la historia o los que la desconocen deben saber que los hombres como el sacerdote Vieto fueron los que impidieron que Dios echara fuego y hasta sal sobre el istmo hasta lograr su total extinción.

En las luchas reivindicadoras, cada década trajo sus propias conquistas. En 1936 se concretó un nuevo tratado que superó muchas estipulaciones humillantes, a saber: a) eliminó el llamado derecho de intervención de Estados Unidos en el istmo; y b) eliminó la obligación de Estados Unidos de garantizar la independencia nacional. Hubo otras conquistas valiosas.

En la década de 1940 se presentaron los llamados Doce Puntos, con ciertos contenidos positivos; pero esencialmente se dio la más enérgica clarinada de independencia, al rechazar la Asamblea Nacional el Convenio de Bases de 1947, que dio por terminada la ocupación del territorio nacional, sobre el que existían más de 130 bases militares de Estados Unidos.

En los años 50 se aprobó el tratado revisionista Remón-Eisenhower y se dieron actos de reafirmación nacional cuando jóvenes panameños sembraron banderas panameñas dentro de la Zona del Canal.

En la década de 1960 se suscitaron los episodios grandiosos del 9 de enero de 1964, que colocaron el tratado Hay-Bunau Varilla en el infierno de la historia. Luego vinieron los esfuerzos de 1967 y de 1977, definidos espiritualmente y definidos por la sangre de los mártires de enero.

Fue una incesante e incansable lucha patriótica. Pero en el cielo de la historia del país las palabras del sacerdote Alfredo Vieto Guardia han de constituir, y constituyen, guía de la dignidad panameña. Esas palabras son testimonio de simbolismo extraordinario. Interpretan a los patriotas que a lo largo del siglo no firmaron el tratado de 1903 y lucharon por las reivindicaciones totales. Es la historia que no debemos olvidar. Historia que la hicieron muchos, que la escribieron pocos. Pero está allí, desde la época de González Guill y desde siempre, indicando caminos.

Publicado originalmente el 21 de abril de 2001.

Cuando pudo caer fuego sobre el istmo
FICHA
Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:
Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia
Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé
Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá
Ocupación: Abogado, periodista, docente y político
Creencias religiosas: Católico
Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga
Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.
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