Jardines y toldos: los escenarios de los artistas típicos

Cada año hay menos lugares para que los acordeonistas se presenten. Dorindo Cárdenas relata que antes de la Segunda Guerra Mundial, los ...

Cada año hay menos lugares para que los acordeonistas se presenten. Dorindo Cárdenas relata que antes de la Segunda Guerra Mundial, los bailes se realizaban en las salas de las residencias. A principios de los años de 1950, se edificaron los primeros jardines, estructuras con pista para bailar, bares y restaurantes. A los 18 años, a Jorge Isaac Guevara le invitaron a animar una presentación del acordeonista Roberto ‘Fito’ Espino en el jardín Orgullo de Azuero, ubicado en las faldas del Cerro Ancón. Aunque Guevara trabajaba con la salsa, le gustaba el género típico, relata. Primero le encomendaron grabar un comercial para un acordeonista y luego lo invitaron a la tarima. Esa misma noche quedó firmada la oferta de trabajo. Los nuevos jefes de Guevara eran Ñopo Ordoñez y Dimas Cárdenas (fallecido hace unos años) y uno de los artistas estelares de aquellos fines de semana era Dorindo, que también tenía participación en esta compañía. En el Orgullo de Azuero se reunían profesionales de todas las disciplinas con trabajadores de fábricas y de la construcción. En esos años, no se cobraba cuota de entrada al jardín, solo pagaban los bailadores. ‘El público era muy respetuoso y acudía a divertirse’. A principios de los 80, por la inseguridad, dejaron de realizar las actividades en el Orgullo de Azuero, cuenta Dorindo. En la vía Fernández de Córdoba, otra empresa había abierto un jardín que ya no estaba en funcionamiento: Cosita Buena. Allí se presentaron los grupos típicos por varios años, hasta que la empresa dejó esta actividad.

La extinción de los jardines y toldos es producto del alza de los precios de los permisos para estas actividades. ‘En los últimos años, los empresarios típicos vienen tropezados. Para cuidar un baile hay que contratar un ejército de policías y pagarle ‘200 a los bomberos’, relata Dorindo.

Aunque se cobre un precio por la entrada más una cuota para bailar, es difícil que se tenga una ganancia en los bailes, concluye.

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