Una deuda que supera los $70 millones reclaman a las autoridades del Ministerio de Desarrollo Agropecuario (MIDA), los productores de arroz de la región...
- 27/01/2013 01:00
Los inicios de las relaciones diplomáticas son tan antiguos como la historia de las sociedades. Desde el momento mismo en que las sociedades se constituyeron en unidades políticas autónomas surgió la necesidad de relacionarse y comunicarse entre ellas, principalmente como vecinos circundantes, confiriendo de esta manera una cierta formalidad y permanencia a las representaciones que fueron consolidándose por medio de principios y normas fundamentales, más allá de las diferencias culturales, lingüísticas y religiosas.
Fue precisamente la práctica de la iglesia y su política en torno a la cristiandad la que definió el paso de la diplomacia ambulante, excepcional y por tiempo limitado, a la permanencia de las representaciones, siendo la experiencia de la implantación de las Nunciaturas Apostólicas, el modelo seguido por los modernos Estados europeos dando paso así a las nuevas relaciones económicas comerciales. A partir de entonces, se empezaron a definir algunos de los perfiles necesarios de los diplomáticos, con la finalidad de garantizar el logro de objetivos nacionales y una mejor inserción y liderazgo de los países en el escenario internacional.
CUALIDADES, ATRIBUTOS Y PERFILES DEL DIPLOMÁTICO
Las características que deben poseer los diplomáticos fueron identificadas tempranamente por la mayoría de los países y las mismas no difieren, en lo fundamental, con las enunciadas desde la antigüedad. La serenidad, prudencia, buen verbo, equilibrio entre la palabra y el silencio, paciencia, sabiduría, modestia, honestidad e integridad son, en definitiva, cualidades inherentes e indispensables en el oficio de la diplomacia.
Sin embargo, en muchos casos estos atributos son desatendidos cuando se trata de la designación de funcionarios distintos a la profesión de la diplomacia y relaciones internacionales.
No obstante este último señalamiento, lo cierto es que el desarrollo y ejercicio de las relaciones internacionales se beneficia enormemente con los aportes de otras disciplinas de las ciencias sociales, y también de las ciencias naturales y exactas, ingenierías e informática. Ello, tiene un peso específico en los procesos dinámicos de toma de decisiones en materia de política exterior.
Lo anterior quiere decir que si bien el oficio de la diplomacia es un espacio especializado del saber humano, el mismo no constituye un mundo ancho y ajeno refractario a las herramientas auxiliares que en la actualidad guardan incuestionable importancia. Hoy hablar de diplomacia digital, ambiental, social y parlamentaria, sólo por mencionar unos cuantos temas de la agenda global, implica no sólo el manejo del instrumental teórico-metodológico en cada caso, sino el intercambio académico que da coherencia y certeza a la acción diplomática.
Pero, a pesar de esto, todavía persiste en menor grado una celosa resistencia entre los diplomáticos de carrera, en reconocer esta innovadora realidad.
ENTRE POLÍTICOS Y DIPLOMÁTICOS DE CARRERA
Con frecuencia asistimos, más con indignación que sorpresa, a situaciones y espectáculos que ponen en entredicho la imagen internacional de los países. Políticos nombrados como diplomáticos, proclives al protagonismo excesivo, no escatiman oportunidades y espacios en los medios de comunicación para dar muestra del desconocimiento de la historia de sus países, inventan episodios y personajes inexistentes en la historiografía nacional, promueven escándalos y asumen conductas y costumbres extrañas que ponen en cuestionamiento la solemnidad de los cargos que ostentan en el servicio exterior.
Esta realidad, común en gran parte de los países de América Latina y el Caribe incluyendo a los desarrollados, es consecuencia de una práctica política histórica que ha respondido a transacciones partidistas y corporativas, utilizando el servicio exterior como espacios para cumplir compromisos de alianzas y, en casos particulares, para alejar a los adversarios políticos y políticos conflictivos otorgándoles los privilegios del llamado exilio dorado, ya sea como embajadores, cónsules y representantes permanentes en organismos internacionales. La diplomacia panameña también ha experimentado estos episodios en algún momento de su historia pasada y reciente, en los que igualmente han estado involucrados diplomáticos de carrera.
EL SERVICIO EXTERIOR PANAMEÑO: UNA EXPERIENCIA COMPLEJA Y DIFÍCIL
Las especiales circunstancias que rodearon el nacimiento de la República de Panamá como país en el concierto internacional, pusieron al descubierto los entuertos y la decisiva influencia extranjera en la conducción de los negocios internacionales del nación.
Desde entonces el Estado panameño tuvo que procurarse el desarrollo de una política exterior con objetivos claramente identificables y alcanzables, dada su realidad de ser un país mediatizado en sus atributos soberanos, con un Canal, una colonia y un protectorado de Estados Unidos de América en la mitad de su territorio.
De esta manera la diplomacia y el servicio exterior panameño se constituyeron en instrumento de apoyo para la revisión de la Convención Ístmica del Canal Interoceánico de 18 de noviembre de 1903 y, en consecuencia, para el perfeccionamiento de la independencia nacional.
No obstante ello, el servicio exterior panameño se convirtió en un espacio elitista reservado para los sectores económicos y políticos, vinculados al poder, es decir, a la clase política y social dominante.
Estos hechos, inscritos igualmente en la dinámica sociopolítica del país, demandaron que la Cancillería como institución responsable de la política exterior, diseñase con grados de rigurosidad y sistematización las labores de las misiones en el extranjero, generando directrices encaminadas al cumplimiento puntual de metas comprobables, a través de informes políticos y de actividades, además de la rendición de cuentas y la capacitación anual de los funcionarios del servicio exterior.
Con el nacimiento de la Escuela de Servicio Diplomático y Consular, convertida luego en Escuela de Diplomacia, en 1969 (hoy de Relaciones Internacionales), la Universidad de Panamá asumió la responsabilidad de preparar a los profesionales de las relaciones internacionales, quienes en principio constituyen el recurso humano principal para el desempeño ordenado y eficaz de la política exterior del país. Sin embargo, como se trata de una profesión liberal con fines y objetivos claramente definidos en el ámbito del servicio público, los profesionales dedicados a estos menesteres a menudo son relegados por los políticos por ser obstáculos permanentes y críticos de la corrupción y manejos impropios de los diplomáticos improvisados.
Lo anterior no significa, en modo alguno, que los diplomáticos de carrera se reservan la exclusividad de apreciar los contornos propios de la diplomacia, así como el desarrollo exitoso de misiones y repre sentaciones del país en el exterior, pues algunas de éstas a cargo de otros profesionales y también de políticos, han tenido reconocidos éxitos y contribuido grandemente a la diplomacia e imagen internacional de nuestro país. Se trata, en definitiva, de reconocer los esfuerzos en conjunto y caminar en la dirección correcta para una verdadera profesionalización de la Carrera Diplomática y Consular.
El marco legal está dado en la Ley 28 de 7 julio de 1999, por la cual se dicta la Ley Orgánica del Ministerio de Relaciones Exteriores y se establece la Carrera Diplomática y Consular, misma que también requiere ser actualizada en función de los nuevos escenarios y agendas internacionales. Sólo falta la voluntad política y el compromiso real de desarrollar esta herramienta que, sin duda, constituye una fortaleza del país como fue comprobado durante el proceso de negociación del Canal de Pa namá.
INVESTIGADOR DE FLACSO