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- 05/04/2009 03:00
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En mi programa semanal entrevisté a Miguel Antonio Bernal, a Roberto “Bobby” Velásquez y a Bosco Ricardo Vallarino, aspirantes a dirigir la Alcaldía del distrito capital. Los tres me hablaron de sus planes de gobierno municipal. Planes ambiciosos y muy atractivos que por sí solos nos dificultaría decidir por quién votar. Pero creo que se necesita más que eso para devolver a esta ciudad el orden y la armonía, para devolver calidad de vida a los ciudadanos de la capital.
El distrito capital tiene 21 corregimientos, la mayoría sucios, ruidosos, con altos índices de criminalidad, con serios problemas de salubridad, con mucho empleo informal, con un tráfico descomunal y desordenado y con un crecimiento también desordenado. Es un distrito con barrios populares, donde en algunos de ellos sus habitantes carecen de agua, no tienen veredas para caminar, ni sitios de recreación para niños y adolescentes. Pero también es un distrito que por contraste tiene el área bancaria y financiera, los lujosos barrios de La Cresta, Punta Paitilla, Altos del Golf, Punta Pacífica y los rascacielos de la Avenida Balboa. Es un distrito cuya alcaldía maneja un presupuesto que ha ido en aumento, hasta llegar este año a los casi 100 millones de dólares, y una planilla de seis mil personas. Es un distrito que tiene cerca de un millón de habitantes, con casi 600 mil votantes. La Alcaldía del distrito capital es el segundo puesto político de todo el país.
Paralelo a este sitial, el municipio de Panamá ocupa el primer lugar en problemas que habría que solucionar y se convierte así en el gran reto de cualquier político porque la ciudad de Panamá hoy es un sitio hostil para los ciudadanos decentes. Aquí se sienten a sus anchas los transgresores de la ley porque nadie les pone orden. Muy por el contrario, hay instancias oficiales que los protegen, al margen de la ley. Y un ejemplo, que menciono porque lo he visto de cerca, es el barrio de Bella Vista, donde proliferan los comercios y edificios que no tienen suficientes estacionamientos lo que hace que los autos se estacionen hasta en las aceras obstaculizando así el ya complicado tráfico. Y la calle Uruguay, especialmente, porque allí se mezclan con el área residencial bares y discotecas en muchos de los cuales se vende y consume drogas con conocimiento de las autoridades. No ha faltado quien me diga que cosas parecidas ocurren en otras áreas de esta ciudad.
Los tres candidatos tienen un plan de gobierno municipal que contemplan todos los aspectos que harían de esta ciudad un sitio ideal para vivir. Planes que van desde procurar que todos tengan agua potable, sistema sanitario, una debida iluminación en calles y veredas, el disfrute de áreas verdes, transporte seguro y eficiente, regulación en cuanto a ubicación de bares y discotecas, regulación en cuanto a estacionamientos públicos, acceso a una canasta básica barata y cuanto usted pueda imaginarse en una ciudad ideal. En el transcurso de la entrevista que le hice a cada uno, por separado, hablaron de ello. Pero ante la pregunta directa de ¿por qué quiere ser alcalde? y pedirles una respuesta concisa Miguel Antonio Bernal contestó que para “mejorar la calidad de vida de la población capitalina principalmente en el aspecto de seguridad, salud, educación transporte y medio ambiente”. Para tener, agregó, una ciudad capital sana, bonita, segura y alegre. Bobby Velásquez aseguró compartir mi apreciación de que tenemos hoy día una ciudad hostil y prometió convertirla en “una ciudad amigable, con calidad de vida para todos llevando la alcaldía al barrio y no ser el alcalde desde una oficina”. Bosco Vallarino, por su parte, me dijo que desea ser alcalde para lograr un gran cambio e impedir que se usen indebidamente los impuestos porque “la ciudad necesita una administración honesta que no se gaste el 80 por ciento de su presupuesto en funcionamiento, salario y gastos. Que los recursos lleguen y se conviertan en obras comunitarias”.
Son respuestas todas correctas e igual que sus planes de gobierno municipal, aparentemente con muy buenas intenciones. Pero yo creo que más que buenas intenciones la Panamá necesita un alcalde que se apegue a la ley, que la cumpla y la haga cumplir. Un alcalde que no se maree con los cantos de sirena de los aduladores de turno, o con las cuentas de banco de los inversionistas nacionales y extranjeros. Un alcalde que no ceda ante los poderes, sino que actúe en función del bien común. Un alcalde que tenga CARÁCTER, que sea SERIO, DECENTE Y HONESTO.