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- 18/11/2012 01:00
El problema de la vigencia de la cátedra de Relaciones de Panamá y los Estados Unidos se deriva, a nuestro juicio, de una muy mal entendida apreciación del objeto y fin de la asignatura, pero tiene por positivo que abre un espacio valioso para el debate serio y desapasionado. Cuando nace la idea de impartir esta cátedra, surge como producto, no sólo de la necesidad de dar a conocer la importancia de las reclamaciones de nuestro país con respecto a su soberanía en la llamada Zona del Canal de Panamá, sino también con el objetivo de dotar a nuestros estudiantes de los instrumentos necesarios para comprender la profundidad y trascendencia de la razón de ser de ‘lo panameño’ frente a una opinión cimentada en parte por nuestra ciudadanía.
En ella se expresaba un profundo sentimiento no solo antinacional, sino también de una creencia que hacía vernos como individuos sin conciencia e historia, y lo que es aún peor, incapaces de enfrentar como colectivo, los retos de un desarrollo propio, independiente y soberano.
LA CONCIENCIA NACIONAL
La razón de ser del esfuerzo que se pretendía giraba en torno a la insoslayable necesidad de concienciar a los panameños de la época y a las futuras generaciones, no solo de la justeza de nuestra reclamación, sino también de la necesidad de cohesionar la conciencia nacional en torno al proyecto nacional. Lo anterior implicaba el perfeccionamiento del ‘Estado Nacional Panameño’ entendido como nuestro demiurgo, en tanto que principio activo de nuestra reivindicación, de nuestra condición de entidad nacional independiente y soberana.
No se trataba de disputar ‘la exclusividad’ de la enseñanza de esta nueva asignatura fundamental por lo demás, en el proyecto de perfeccionamiento de nuestra identidad y dignidad nacional. Se pretendía un esfuerzo de alcance superior que permitiera continuar construyendo hacia futuro el arraigo por una causa que sigue siendo permanente y vigente en nuestros días. Esto se logra a través de aproximaciones multidisciplinarias que permitan no solo mejores y mayores dinámicas de aproximación sino de comprensión de estos fenómenos.
Las autoridades de la época entendieron que la nuestra era una lucha en dos ámbitos: uno de carácter interno o nacional y el otro de carácter externo o internacional, tratándose, como en efecto se trataba, de exigencias de carácter diplomático, que se planteaban en escenarios bilaterales y multilaterales. Era claro que la dimensión internacional de la ‘cuestión’ era fundamental para la consecución de ese objetivo, entendido como el fundamento del interés nacional panameño en la arena internacional, campo de batalla en el que librábamos la lucha nacionalista. Por ello, se legisló en el sentido de que esta cátedra fuera impartida por especialistas de relaciones internacionales, personal preparado en este ámbito del conocimiento, con los instrumentos teóricos, prácticos y metodológicos idóneos para comprender el fenómeno y evidentemente para explicarlo, desde una perspectiva mucho más integral. En esta perspectiva se conjugarían enfoques propios de la ciencia política, la sociología, la economía, la historia, el derecho internacional, la historia diplomática etc., parte integral de la formación de los egresados de la especialidad de las Relaciones Internacionales que se habían venido formando en la Universidad de Panamá.
NUEVOS PROCESOS
Resulta imperioso comprender que las relaciones de Panamá y los Estados Unidos no culminan con el cumplimiento del Tratado Torrijos Carter, Concerniente al Canal de Panamá. Estamos a partir de ese momento en una nueva dinámica, una nueva y compleja vorágine de situaciones que de una u otra forma nos afectan. Se trata, sin lugar a dudas, del surgimiento de nuevos procesos con nuevas formas de relacionamiento, fundamentadas ahora en nuevos elementos, valores y escenarios que es necesario comprender en su justa dimensión.
Estamos ante realidades, que si bien nos permiten un mejor posicionamiento como actor del sistema internacional, también requieren de nuestra prudencia y habilidad para no permitir que tales realidades nos desborden. Enfrentamos un nuevo y complejo sistema internacional, caracterizado por la llamada mundialización, cuya característica es un nuevo orden liderado por Estados Unidos y sus aliados. Debemos comprender que las relaciones internacionales de nuestro país son fundamentales para nuestro devenir futuro como Estado; pero las relaciones con los Estados Unidos seguirán siendo vitales para nuestro futuro inmediato y lo seguirá siendo mientras ese país sea una potencia de primer orden en el sistema internacional y mientras ese país siga teniendo, como en efecto seguirá teniendo, intereses en el nuestro.
De más está decir que aún está vigente el Tratado Torrijos-Carter concerniente a la Neutralidad Permanente del Canal de Panamá, pero también tenemos otros compromisos, ya sea de carácter bilateral y/o multilateral con los Estados Unidos, en materia de lucha contra el crimen organizado transnacional en sus distintas modalidades, todos vigentes, así como otros acuerdos, memorándum de entendimientos, canje de notas, etc. Estos compromisos se articulan a otros procesos de relacionamiento con los Estados Unidos y que requieren igualmente de nuestra enjundia y aten ción; entre ellos los acuerdos: Salas Becker, Escalona Bolton, el Acuerdo de Promoción Comercial y acuerdos que en materia de seguridad regional e internacional hacen parte de nuestra nueva relación contractual con los Estados Unidos.
COMPROMISO CON EL FUTURO
Panamá y sus futuras generaciones requieren de nosotros mucho más que la mezquindad y la voracidad ‘feudal’ de engullir una asignatura para reclamarla como horas de clases para un determinado grupo de profesionales. Requiere de una visión y el compromiso a futuro, de garantizar no solo un país libre, independiente y soberano, como el que hemos construido con grandes luchas y sacrificios, sino también un país con orgullo y dignidad, llamado por su particular vocación a cumplir en el escenario internacional un rol de primer orden, capaz de articular fórmulas que coadyuven a la prosperidad de un pueblo digno, pero también capaz de ser un referente frente al concierto de las naciones, en el que hemos de contribuir a lograr hacer realidad los propósitos y principios de la paz, el desarrollo y la prosperidad internacional.
INTERNACIONALISTA