1921: Las fiestas del Centenario de la Independencia de Panamá de España

Actualizado
  • 21/11/2021 00:00
Creado
  • 21/11/2021 00:00
Nota del Editor: Recogemos una de las reseñas publicadas en La Estrella de Panamá, a propósito de las celebraciones de los 100 primero años de la Independencia de Panamá de España. Especial atención llama lo cívico de los festejos, incluidas actividades atléticas que contaban con la participación de las autoridades. Además, las palabras completas pronunciadas por Guillermo Méndez Pereira, profesor del Instituto Nacional, en el cementerio por razón de la peregrinación para rendir homenaje a los próceres de la gesta independentista de 1821.
1921: Las fiestas del Centenario de la Independencia de Panamá de España

En el año de 1921 se celebraron los 100 primero años de Independencia de Panamá de España, los festejos fueron organizados por el Consejo Municipal de Panamá y tuvieron un sentido entusiasmo por parte de la población capitalina.

Ante la acogida de la población, La Estrella de Panamá reseñó:

Así debe ser pues nada hay que consolide y reafirme tanto la independencia de los pueblos, como la conciencia de su individualidad; y los panameños, al festejar el primer centenario de nuestra secesión de España tenemos el sentimiento bien acentuado de que vivimos una vida autóctona indiscutible.

Las celebraciones transcurrieron desde días anteriores al 28 de Noviembre. Hubo ejercicios atléticos, en el denominado estadio de Vista Alegre, con la participación de estudiantes de la Escuela Artes y Oficios y el Hospicio de Huérfanos.

En primer lugar entraron a la liza los institutores, dirigidos por el competente profesor de Gimnasia, don Gabriel G. Barrios; los jóvenes, positiva esperanza del país, que se educan en el primero de nuestros planteles secundarios hábilmente encauzados por el doctor Octavio Méndez Pereira, quedaron en todas sus pruebas muy lucidos.

El vapor “David” anclado en la bahía, sirvió para que marinos y espectadores pudiesen apreciar las regatas que se realizaron.

También, se realizó el festival de La Salle, el cual fue muy atrayente para el público, que invadió el patio y los corredores del edificio mucho tiempo antes del señalado para llevarse a cabo el evento.

La Banda del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Panamá ejecutó hermosas piezas musicales antes de iniciar los ejercicios atléticos en La Salle, donde se ejecutaron carreras de relevo donde resultaron ganadores los alumnos Bishops y Candy quienes recibieron una lata de confites ofrecida por la Transcaribean Company; carreras de obstáculos en la cual fue vencedor Eduardo Stoiner quien recibió jabones perfumados ofrecidos por la Asociación La Salle; carreras de resistencia con 30 vueltas equivalentes a 3 kilómetros, en la que resultaron vencedores Salvador Ducasa, Salvador Españó y Enrique Linares. Se ofreció al primero un par de patines obsequiados por la Ferretería Lyons.

En boxeo los primeros puestos fueron Julio Boyd, Juan de Arco Galindo y Guillermo Quelquejeu. Recibieron alfileres prendedores ofrecidos por la Joyería Morán y Ford.

Este sport nos merece mención especial tanto por lo benéfico que es para los jóvenes como por el entusiasmo que ha despertado entre nosotros y que aplaudimos lo bastante para que se propague y difunda en el sentido de obtener que se practique con la mayor frecuencia posible pues los resultados que se obtienen son demasiado satisfactorios.

También se jugaron perchas, sogas escaleras, en las que los ganadores fueron H. Ponce, P. Ciniglio, H. Roger, A. G. Ardila y F. Motta. Recibieron como premios Platillos de metal repujado, regalo del señor L. Maduro, Jr.

Las festividades del centenario incluyeron Saltos sin trampolín, Saltos con trampolín, Zancos, Disco, Bicicletas con trampolín y Pirámide monumental.

El Himno Nacional finalizó el festival que se prolongó hasta las 5:00 de la tarde y que constituyó un nuevo triunfo para la estimable comunidad de Hermanos Cristianos.

Con ocasión de este festival fue estrenada una parte de los balcones del nuevo edificio en construcción.

A las 4:00 en punto de la tarde se inició una peregrinación tan lujosa como sentida a las tumbas de los próceres de 1821: el Honorable Consejo Municipal en pleno asistió. El acto fue de notable brillantez. El Cuerpo de Bomberos inició el recorrido junto con la Policía Nacional, una concurrencia de una gran multitud de ciudadanos se dio cita. Necesario es felicitar a la población de la Capital por haber correspondido elocuentemente a este piadoso y patriótico acto.

Llegados al Cementerio el orador de fondo fue el correcto y competente profesor de Pedagogía del Instituto Nacional, Guillermo Méndez Pereira.

He aquí su discurso, bien escrito y sentido, que publicamos para solaz de nuestros lectores.

Es deber de civismo, perpetuar la memoria de los hombres ilustres, que fueron viejos ejemplos de altas virtudes ciudadanas; expresión de gratitud con que los pueblos recompensan a los servidores esforzados de la patria, envueltos en la niebla del pasado; y atendiendo a ello el Honorable Consejo Municipal ha acordado peregrinar a este lugar de silencio.

La delegación con la cual se me honra, me ocasiona complacencia indecible, porque nada considero más justo que tributar homenaje de admiración y reconocimiento, a aquellas que fueron existencias fecundas para el progreso y el bien; y ningún culto tan noble como el que ahora rendimos, pues al inclinar la cabeza ante una tumba, al regarla con lágrimas de gratitud nos mueve un sentimiento sincero, diametralmente opuesto a intereses mezquinos desde luego que nada puede esperarse de los que ya han dejado su vida.

Venimos a estas tumbas a depositar sobre ellas la flor de un recuerdo; aquí donde descansan los que nos iniciaron en el camino de la libertad, quinta esencia del hombre que es “la vía del alma”, venimos a renovar, ante sus manes sagrados, en el primer centenario de la independencia de Panamá de España, la promesa de ser libres, condición sine qua non para poder llamarnos sucesores dignos.

Turbaba todavía el sueño del despotismo europeo, en los primeros tiempos del siglo 19, el sordo rumor producido por aquel lejano huracán desencadenado en Francia en 1789, cuando los brazos de un déspota, soldado afortunado, ahogó con su fuerza los derechos liberales que proclamaron los revolucionarios franceses desde la cumbre del nuevo Sinaí. Invadió con sus legiones la península Ibérica, ocasión favorable, que supieron aprovechar nuestros antepasados, desde el Istmo hasta Magallanes, para requerir la espada y lanzarse con brío a la conquista de la Independencia. Y se obscureció entonces la atmósfera con el humo de las grandes batallas, a torrentes corrió la sangre humana y la libertad de la América del Sur quedó sellada con el último estampido de cañón en Ayacucho.

Para Panamá también sonó la hora de la redención, el momento de cambiar el emblema roja y gualda (amarillo) de España por el tricolor colombiano, que el batallón “Istmo” sostuvo glorioso en las huestes vencedoras del Gran Mariscal (Antonio José de Sucre). Fue obra de fuertes caracteres rebosantes de fe y esperanza, talento y valor; Fábregas y Arosemenas, Icazas y Calvos, Ayalas y Vallarinos.

Estos no tuvieron el genio del Libertador Bolívar, grande con la pluma, con la espada y con la lira; el talento militar extraordinario de Antonio José de Sucre, caballero, como Bayardo, sin miedo y sin reproche, ni dieron pujantes cargas de lanza como el León del Apure (José Antonio Páez); mas sin que les faltase vigor en los brazos y ánimo en el corazón, determinó el destino que realizaran nuestra emancipación, sin golpes de espada que realzan las acciones unas veces es cierto; pero otras, en cambio tiñen los laureles con gotas de sangre.

Tal obra fue luz en el oscuro horizonte político del Itsmo, el despertar a la vida de nacionalidad independiente, hecho de tanta significación que los acontecimientos posteriores no han sido otra cosa que débiles reflejos de la aurora luminosa que brilló el 28 de Noviembre de 1821.

Los años han pasado y en distintas ocasiones se han palpado dolorosas realidades a las cuales están sujetas las nacionalidades débiles, como la nuestra, pero la República debe esperar con fe y energía el día de la reivindicación que ha de llegar, si es que alguna vez el derecho y la justicia dejan de ser una simple expresión sobre la tierra.

Mientras tanto elevemos nuestros corazones hasta la mansión augusta de los grandes recuerdos históricos y grabemos en nuestras almas los hechos gloriosos de nuestros antepasados para mejor imitarlos.

¡Loor, pues, a estos prohombres generosos, que en momentos supremos expusieron la vida por brindar el pan de la libertad a las generaciones que habrían de sucederles, y paz a sus sombras veneradas!

Lo Nuevo
comments powered by Disqus