La recta final hacia los Tratados Torrijos-Carter

  • 19/07/2025 00:00
A mediados de 1977, las negociaciones entre Panamá y Estados Unidos se intensificaron. El acuerdo, respaldado en plebiscito, marcó el inicio del traspaso de la vía interoceánica a manos panameñas

En julio de 1977, el presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, cumplía apenas medio año al frente de la Casa Blanca. Sin embargo, ya había dejado claro que una de sus prioridades en política exterior sería resolver de manera definitiva el espinoso tema del Canal de Panamá. Su postura marcó un giro respecto a sus antecesores y abrió la puerta a negociaciones más equilibradas con el gobierno panameño.

Del otro lado del continente, el general Omar Torrijos Herrera, en ese momento jefe de gobierno de Panamá, compartía la urgencia y el objetivo. Ambos mandatarios entendían que había llegado el momento de cerrar una etapa de la historia marcada por el dominio estadounidense sobre la vía interoceánica y avanzar hacia un acuerdo que reconociera la soberanía panameña.

Aunque el reclamo por el Canal no era nuevo —había sido bandera de lucha de generaciones, con protestas, movimientos estudiantiles y denuncias internacionales a lo largo del siglo XX—, esta nueva fase se caracterizó por un esfuerzo técnico y diplomático sin precedentes. Un grupo destacado de profesionales panameños, provenientes de los ámbitos político, académico, legal, técnico e intelectual, trabajó intensamente para delinear los términos de un tratado que no solo fuera viable a nivel internacional, sino que también obtuviera el respaldo del pueblo panameño.

En el libro Las Negociaciones de los Tratados Torrijos-Carter 1970-1979, el historiador Omar Jaén Suárez rescata los nombres de quienes participaron de manera decidida en esta gesta patriótica: Rómulo Escobar Betancourt, Adolfo Ahumada, Arístides Royo, Juan Antonio Tack, Nicolás Ardito-Barletta, Edwin Fábrega, entre otros. Muchos de estos nombres no figuran en los libros de texto, pero su aporte fue fundamental para trazar las líneas del acuerdo.

Uno de los testimonios más valiosos sobre esta etapa es el de Fernando Manfredo Jr., también negociador. En sus memorias, recuerda que su principal tarea fue identificar cuáles eran los derechos esenciales que Panamá debía obtener para garantizar el funcionamiento, mantenimiento y administración del Canal, así como el control sobre las tierras, aguas y lagos necesarios para la operación de la vía.

Tras años de negociaciones y meses de trabajo intenso, el 7 de septiembre de 1977 se celebró la firma oficial de los tratados en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington, D.C. Se trataba de dos documentos: el Tratado del Canal de Panamá y el Tratado sobre la Neutralidad Permanente y Funcionamiento del Canal, conocidos como los Tratados Torrijos-Carter.

El acto contó con la participación de delegaciones de 27 países del continente americano, incluyendo a 18 jefes de Estado. Fue un evento diplomático de alto nivel que contó con el respaldo explícito de líderes como Carlos Andrés Pérez (Venezuela), Alfonso López Michelsen (Colombia), Fidel Castro (Cuba), Daniel Oduber (Costa Rica) y José López Portillo (México). El apoyo de estas naciones fue crucial para legitimar internacionalmente los tratados y para contrarrestar la oposición que ya se gestaba, tanto en Panamá como en Estados Unidos.

A su regreso al país, Omar Torrijos convocó un plebiscito para el 23 de octubre de ese mismo año con el fin de someter los tratados a la voluntad popular. No fue una decisión sin riesgos: diversos grupos políticos desplazados del poder, sectores de la democracia cristiana y organizaciones de izquierda radical se manifestaron en contra del acuerdo. Argumentaban que los tratados no ponían fin inmediato a la presencia estadounidense y que representaban concesiones excesivas.

En contraste, organizaciones como la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP) y la Central Nacional de Trabajadores hicieron un llamado a votar a favor. Reconocían que, aunque imperfectos, los tratados marcaban el principio del fin del enclave colonial. “La intervención extranjera es un delito internacional, nunca un derecho”, señalaban en sus comunicados.

La campaña plebiscitaria se vio marcada por una intensa polarización. Desde el campo del “No” surgieron consignas como “Panameño, si votas sí estarás traicionando a la patria”, mientras que otros, también opuestos, alertaban: “Si votas no, será no al paraguas del Pentágono, no al canal norteamericano”. Sin embargo, el resultado fue contundente: de los 506.805 panameños que acudieron a las urnas, el 67% votó por el “Sí”.

En Estados Unidos, la batalla política también fue ardua. El sector conservador, liderado por figuras que veían en la cesión del Canal una amenaza geopolítica, se opuso ferozmente. A pesar de ello, el Senado aprobó el Tratado de Neutralidad el 16 de marzo de 1978 y el Tratado del Canal de Panamá el 18 de abril del mismo año. El intercambio oficial de los instrumentos de ratificación se realizó el 16 de junio en Ciudad de Panamá, y los tratados entraron en vigor el 1 de octubre de 1979.

A partir de ese momento, Estados Unidos mantuvo algunas prerrogativas hasta el año 2000: el derecho a operar la vía y controlar las aguas y tierras necesarias, así como la responsabilidad de su defensa. La administración del Canal quedó en manos de la Comisión del Canal de Panamá, un organismo dirigido por nueve miembros (cinco estadounidenses y cuatro panameños), todos designados por autoridades estadounidenses.

Los Tratados Torrijos-Carter no solo marcaron un hito diplomático, sino que representaron un triunfo del esfuerzo colectivo panameño por recuperar su soberanía. Fueron el resultado de décadas de lucha y años de negociación estratégica, con el objetivo firme de que el Canal pasara finalmente a manos panameñas. El 31 de diciembre de 1999, cuando Panamá asumió el control total del Canal, se concretó una de las aspiraciones más profundas de la nación: tener dominio pleno sobre su propio territorio.

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