Ernestito de la Guardia: un estadista, una época complicada

Actualizado
  • 21/07/2019 02:00
Creado
  • 21/07/2019 02:00
Su inteligencia y credenciales lo hacían parecer ante amplios sectores del país como el hombre más adecuado para dar impulso al país en momento de tan grandes retos

Tras largos meses de agria campaña electoral, los simpatizantes de la Coalición Patriótica Nacional se congregaban en horas de la tarde en las inmediaciones de la Plaza 5 de Mayo de la ciudad para celebrar la ‘Gran Manifestación de la Victoria', una fiesta apoteósica en honor al candidato presidencial Ernesto de la Guardia Navarro.

Bandas y orquestas forzaban en la cálida tarde abierta su música vernacular mientras que  200 bellas empolleradas bailaban el típico tamborito en un ambiente de entusiasmo incontenible. La plaza y las calles que la rodeaban lucían copadas de copartidarios provenientes de todas partes de la ciudad, del interior de la República y de Colón.

La Coalición Patriótica Nacional, creada apenas 4 años antes en apoyo al candidato José Remón (con la unión de los partidos Renovador, Liberal, Nacional Revolucionario, Revolucionario Auténtico, Unión Popular y Frente Juvenil Patriótico) parecía imbatible, fortalecida durante el mandato de Remón y el de su heredero Ricardo Arias Espinosa.

Con el apoyo abierto de Dicky Arias, Ernestito se perfilaba como el favorito del electorado, no solo por sus cualidades personales sino porque ‘nunca un candidato opositor había ganado las elecciones en Panamá'.

Tras varios discursos y arengas, le tocaba el turno de hablar al candidato, que no desilusionó a los presentes: ‘Tengo el sentimiento y la razón de que mis compatriotas han apreciado justamente la sinceridad de mis propósitos. La decisión de las urnas sellará mi responsabilidad de trabajar con el pueblo panameño para eliminar los obstáculos que entorpecen el progreso y el engrandecimiento de la nación', dijo, en un discurso seguido en todo el país a través de las estaciones de radio.

‘El pueblo comprende que sus intereses se cumplirán con el mejoramiento del aparato administrativo, del fomento de las actividades económicas, de la ayuda eficaz al campesino, de la garantía para la inversión de capitales. Por eso, los panameños han escogido la senda de la cooperación y solidaridad en los propósitos constructivos que yo propugno y ha repudiado la de la reyerta inútil, cuando no ruinosa', seguía Ernestito, observado de cerca por su segundo vicepresidente, don Heraclio Barletta, y de su poco convencido primer vicepresidente Temístocles Díaz.

La multitudinaria muchedumbre estallaba en entusiasmo incontenible, cuando el presidente proclamaba su triunfo: ‘El más rotundo que pueda darse en las urnas, un triunfo sobre las mentiras y las pasiones menudas', haciendo con ello una crítica velada a su contrincante, Víctor Florencio Goytía, de 57 años, un respetado ex ministro de Educación, y ex magistrado de la Corte Suprema de Justicia.

El candidato

Cualesquiera que fueran las dignas e innumerables cualidades de Goytía,  Ernestito de la Guardia, de 51 años, le sobrepasaba en carisma y apostura. Su inteligencia y credenciales profesionales lo hacían parecer ante amplios sectores del país como el hombre más adecuado para dar impulso al país en momento de grandes retos.

Nacido en 1904, el candidato formaba parte de la primera generación de panameños nacidos del siglo XX. Procedía de una familia encumbrada, pero había obtenido en 1923 su título de bachillerato en el Instituto Nacional, lo que le había permitido codearse con los sectores más progresistas y políticamente formados del país.

Posteriormente, había seguido la carrera de Economía y Finanzas en la Universidad de Dartmouth, una de las más caras y prestigiosas de Estados Unidos, donde había entrado en contacto con los hijos de la élite norteamericana, entre ellos el también político Nelson Rockefeller, quien, se decía, era su amigo personal.

El reluciente currículo de de la Guardia incluía experiencias en el Ministerio de Relaciones Exteriores; su posición de socio y editorialista del periódico Mundo Gráfico; delegado de la Asamblea Constituyente de 1945; vicepresidente de Enrique A. Jiménez. Había sido presidente del Club de Golf de Panamá, de la Cámara de Agricultura y Comercio, del Club de Leones.

Sobre todo, era conocido como un gran empresario y administrador, que desde 1942 -y hasta la fecha- se desempeñaba exitosamente como gerente de la Cervecería Nacional, propiedad de algunas de las familias más ricas y poderosas del país (entre ellas, la del mismo presidente Ricardo Arias Espinosa).

Era, igualmente, la más grande y próspera compañía de la República. Sus contribuciones al erario público superaban la entonces enorme suma del millón de dólares. La planilla anual ascendía también a esa cifra.

Estallido social

En 1956, tras varios intentos fallidos de negociar un tratado beneficioso con Estados Unidos, los panameños despertaban de la ilusión de que el Canal proveería al país de los ingresos suficientes para el desarrollo nacional. Los retos para cualquiera que fuera el nuevo jefe de Estado parecían inconmensurables.

Al finalizar la II Guerra Mundial, la economía del país se derrumbaba. El creciente desempleo se unía al descuido de los sectores con mayor potencial económico como la agricultura. La población aumentaba a un ritmo del 3%, en medio de continuos llamados a la huelga y a la protesta.

‘No me voy a proclamar como el único capaz de solucionar los problemas del país. Por el contrario, estos podrán superarse únicamente mediante la cooperación sincera, amplia y consistente de los distintos sectores sociales, del campesino, del obrero, del profesional, del artesano, del intelectual, el artista, el maestro, el padre de familia y el empresario, en una colaboración entre gobernantes y gobernados unidos en un mismo sentimiento de responsabilidad para con la nación', continuaba Ernestito en  la Plaza 5 de mayo.

El candidato de la Coalición Patriótica Nacional traía la mentalidad del empresario y ejecutivo de empresa, acostumbrado a hacer un análisis razonado de las situaciones y a alinear la gerencia y empleados en la búsqueda e implementación de soluciones.

Durante la campaña política se había reunido con representantes de todos los sectores del país, formándose una visión muy clara de los problemas más apremiantes, para los que tenía un abanico de opciones.

Para el candidato, la raíz de las dificultades nacionales se encontraban no solo en la pobreza de recursos sino también en el mal manejo de la cosa pública.

Desde el principio de la República, sostenía, los cargos del gobierno habían sido designados más con el criterio político que en base al mérito y profesionalismo. Como resultado, la toma de decisiones había sido inadecuada

El sistema político electoral estaba secuestrado por los grupos dominantes de la sociedad, los únicos que podían movilizar recursos para reunir a los 50 mil adeptos exigidos por ley para constituir un partido y participar en la toma de decisiones.

Contra estos males, el candidato de la Coalición Patriótica Nacional abogaba por un gobierno profesional, ético, que mejorara la posición de crédito del país, que aumentara la recolección de impuestos, balanceara el presupuesto, redujera la deuda, y protegiera las inversiones de capital extranjero.

El gasto público debía usarse como un instrumento de inducción económica. Había que civilizar el campo con escuelas, edificios públicos, acueductos, hospitales, ubicados en una visión de conjunto. Había que promover el desarrollo de la agricultura, la industria y el turismo. Había que mejorar los caminos, construir acueductos y alcantarillados y pozos para los pueblos que carecían de sistema sanitario.

Con estos proyectos se reduciría el desempleo, se contribuiría a fomentar el bienestar de la gente y se crearía la base del desarrollo económico.

Pero todo eso no podía hacerse de la noche a la mañana, advertía.: ‘Queremos formar capital para el desarrollo de la agricultura y la industria y al mismo tiempo distribuir los bienes y servicios en una base más amplia de la población. Los países desarrollados primero formaron el capital y con ello después se produjo el bienestar de su gente. Nuestro problema es que tenemos que hacer las dos cosas. Pero no podemos hacerlo al mismo tiempo. Debemos producir más antes de empezar el proceso de distribución. La gente tendrá que esperar. Es comprensible que estén impacientes".

Elecciones

Las elecciones se realizaron el 13 de mayo, en un ambiente de acusaciones y sospechas de parte de la oposición liderada por Goytía, quien exigió que se anulara el proceso en razón de un fraude que involucraba casi 100 mil votos.

De la Guardia aceptó que se habían dado impurezas en el conteo, pero aseguró que no en número suficiente para afectar el resultado.

La junta de escrutinio lo declaró ganador por 177 mil 633 contra 81 mil 737 de sus contrarios. La Asamblea quedaría controlada por la coalición gobernante, con 42 diputados aliados y 10 opositores.

Toma de posesión

En septiembre, mientras los ganadores se preparaban para la toma de posesión, las pasiones continuaban desbordadas. La Guardia Nacional disolvió a la fuerza una manifestación opositora y apresó a 8 de sus dirigentes.

El mismo mes, una explosión de origen no determinado desataba un fuego incontrolable cerca del mercado público de la capital. Las líneas de telégrafo aparecieron cortadas y varios caminos de la capital y del interior amanecían llenos de clavos, en lo que parecía un plan dirigido a la desestabilización del orden público.

El 1 de octubre, Ernestito de la Guardia se juramentaba como presidente.

Pocas veces había tenido el país un jefe de Estado de tantas reconocidas virtudes morales y compromiso sincero. Era un buen deportista, un buen político, un buen hombre de negocios, y un observador del juego limpio, decía un artículo del New York Times .

La Estrella de Panamá , en su editorial del 1 de octubre de 1956, opinaba que ‘a pesar de su inobjetable ejecutoria y de unos antecedentes personales y políticos en los que ni sus adversarios han podido señalar la más ligera sombra, es lógico pensar que el nuevo Presidente habrá de hallar dificultades para llevar a cabo su labor en beneficio del país, ya sea al tropezar con los obstáculos tradicionales, ya sea al enfrentarse con una oposición que no se avenga de buen grado a ceder en su actitud'.

Ernestito de la Guardia era, de acuerdo con el historiador Jorge Conte Porras, un estadista, pero carecía de la astucia del político tradicional, capaz de prometer cosas que sabe imposibles y, de concentrarse, a su propia conveniencia, en objetivos de corto plazo. Las predicciones del editorial de La Estrella de Panamá se quedaban cortas. Lo esperaba un periodo de logros pero también de colosales dificultades.

(CONTINÚA EN EL PRÓXIMO NÚMERO)

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