‘Back to Black’, la turbulenta vida y grandiosa voz de Amy Winehouse

Actualizado
  • 19/04/2024 16:50
Creado
  • 19/04/2024 16:50
La artista británica que logró más de cinco premios Grammys y es recordada como una de las más exitosas en la historia, es la protagonista de la nueva biopic dirigida por Sam Taylor-Johnson

You go back to her and I go back to black” es una de las frases más reconocidas en el mundo de la música internacional y pertenecen a una de las voces más famosas del nuestro tiempo: Amy Winehouse (1983, Southgate, Londres – 2011, Camden Town, Londres).

La cantante y compositora británica es ahora protagonista de la nueva biopic del cineasta Sam Taylor-Johnson, la cual llega a cines este jueves.

Back to Black es el título del álbum más vendido y premiado de Winehouse, el cual fue lanzado en 2006, y también es el título de la cinta en la que Taylor-Johnson busca retratar la tumultuosa vida de la artista hasta su fallecimiento el 23 de julio de 2011 a causa de una intoxicación por alcohol.

La biopic comienza en la era pre-caos de Amy (Marisa Abela), mientras aún es una adolescente de 16 años con sueños de grabar sus propias canciones y vivir la vida al máximo, mientras hace shows en clubs pequeños; amante del jazz, el blues y con un apoyo incondicional de su abuela Cynthia (Leslie Manville), Amy aún no ha encontrado su icónico look de delineador excesivo y peinado en forma de colmena (referenciando a la moda de los ’60’s), sino que viste vestidos coloridos y zapatos bajos, con su cabello negro azabache alisado mientras canta canciones como Stronger than Me y F**k Me Pumps.

En sí misma, la cinta de Taylor-Johnson no trae a la mesa datos nuevos sobre la vida de Winehouse, ya que su historia ha sido bien documentada en libros y en el documental ganador del Óscar en 2016, Amy (2015); más bien, se apoya en las emociones de una testaruda y volátil Winehouse como chispa para mantener la historia en ritmo.

Mientras la vida de Winehouse se desarrolla entre bares y tabliodes, su padre, Mitch (Eddie Marsan), parece ofuscarse cada vez más al ver a su preciada hija perderse en un mundo de sustancias y desplantes cada vez más rápido.

Sin embargo, la interpretación de Marsan como padre preocupado contrasta con lo documentado del Mitch real, quien aprovechaba la fama de Amy para su propio beneficio y fue un apoyo para la carrera de la cantante, aunque no mucho para su salud mental.

La trama, guionizada por Matt Greenhalgh, sigue a Amy de forma acelerada, pasando tan rápido los años y las situaciones que es casi imperceptible cuando pasa de ser una joven de 18 años grabando su primer disco ‘Frank’ (2003), a ser una artista reconocida ganadora de numerosos Grammys por su segundo disco Back to Black (2006). “He estado ocupada, no me culpen, estoy enamorada”, es una de las frases de la Amy de Abela que más nos acerca a la dirección que enfatiza Taylor-Johnson: la vida amorosa de Winehouse.

Si bien, la artista tuvo numerosos romances en su vida, su amor primordial fue Blake Fielder-Civil (Jack O’Connell), con quien contrajo matrimonio en 2007 y a quien dedicó la mayoría de las canciones en su segundo álbum. O’Connell y Abela llevan la relación de un simple encuentro en un bar, rodeado de bebidas y billar, a un plano de química sexual y peligro, mientras son perseguidos por los paparazzis en cualquier esquina de Londres y se enfrentan a los altibajos de su matrimonio disfuncional.

El enfoque en Blake hace que conozcamos la parte humana de Amy, quien se muestra cada vez más vulnerable, pero sin dejar de lado su persona rebelde y explosiva. Los ataques de pánico —con un gran trabajo de cámara— son traídos a la realidad por Abela, así como la depresión y bulimia que padecía Winehouse, pero las cuales son tocadas superficialmente por Taylor-Johnson.

Aún así, Blake se mantiene como un títere convertido en villano unidimensional que solo está presente para ser el responsable de llevar a Amy a las drogas y pedir el divorcio (tal como ocurrió en julio de 2009) tras unos meses en la cárcel por un ataque de violencia en un bar local. O’Connell hace bien su trabajo de joven arrogante y drogadicto, incapaz de sentir amor real por Amy, pero capaz de abalanzarla a los vaivenes de su delicado estado mental para defenderse por su cuenta.

No es sino hasta que la tragedia ataca la vida de la cantante que logramos ver la transformación vívida de la Amy que solo buscaba hacer música, a la Amy que no se reconoce a sí misma frente al espejo, pese a tener su maquillaje icónico y flores en el cabello. Con una gran rendición de Love is a Losing Game por parte de Abela — quien se dedicó a entrenamiento intensivo vocal para imitar el tono y estilo de Winehouse—, la realidad se mezcla con el melodrama para dar una de las mejores escenas dentro de la cinta.

“Necesito vivir mis canciones”, comenta la Amy testaruda que se aventura a busca algo que la mantenga a flote, más allá del tintineo de las botellas en su comedor. Y pese a esta línea, la cinta hace poco esfuerzo en mostrar cómo era un día de grabación o composición para Winehouse, con presentaciones musicales esporádicas y puntuales que buscan enfatizar su talento vocal a través de recreaciones de actuaciones reconocibles, incluido su concierto de Glastonbury en 2008. Pero se preocupa más por mostrar hasta qué punto su actitud rebelde y su sensibilidad emocional crearon un vórtex de desesperación que nadie pudo detener.

Desafortunadamente, las múltiples omisiones y alteraciones de la línea de tiempo en Back to Black contribuyen a un retrato de una mujer responsable de su propia caída en lugar de una víctima parcial de un sistema hambriento de ganancias. Hay que ser honestos, todos conocemos el final de la historia: la gran artista es hallada muerta y no hay canción que pueda traerla de vuelta.

Pero antes de eso, Taylor-Johnson deja en claro que, aún cuando la música era para Winehouse su “rehabilitación” (tal como expresa Abela en su rendición de la canción Rehab), en su propia biopic esta es simplemente un adorno para llenar los vacíos sin diálogos y la edición apresurada de escenas.

Saboreamos una muy necesaria rendición de Back to Black cantada por Abela mientras vemos a Amy llorar por todas las vueltas agrias en su vida, y disfrutamos un breve instante de la interpretación de ‘Valerie’ en un programa radial, así como un suave homenaje a (There is) No greater Love en un escenario privado cuando parece que su amor está siendo correspondido.

Aún así, la cinta (en sus dos horas de duración) se presenta como una compilación de traspiés de la cantante, un retrato de tragedia imparable que solo da a entender que la muerte de Winehouse fue algo inevitable y del destino, lo que puede sentirse como un insulto a lo que pudo haber sido una vida de mayores éxitos y pasión por la música.

Para los fanáticos de Winehouse la cinta podría sentirse como un repaso de su vida, con buenos momentos y música que vale la pena recordar (hay menciones de bandas como The Shangri-Las y cantantes como Tony Bennett); pero sin dar espacio a disfrutar de lo positivo de la vida de Winehouse, sus deseos de maternidad y una familia estable, así como una habilidad poética de escribir su corazón en música.

La cinta estrena este jueves en cines panameños.

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