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- 26/02/2016 01:01
Un encapuchado Justin Bieber es lo primero que vemos en escena. El mismísimo ícono del pop corre por las calles de la ciudad de Roma mientras dos motociclistas armados lo persiguen. Quieren asesinarlo y lo hacen sin piedad. Segundos antes de morir, sin embargo, el sex symbol juvenil toma el teléfono móvil de su bolsillo, dispara una selfie con una particular expresión en su cara y la sube a las redes sociales.
¿Un gag de moribundo? Puede ser. Pero Bieber es la quinta personalidad relacionada con el mundo de la moda y la cultura que muere asesinada con esa misma expresión en el rostro, algo que descubre la agente Valentina Valencia (Penelope Cruz), encargada de seguir el caso dentro de Interpol y quien decide pedir ayuda para la investigación al ermitaño ex modelo masculino Derek Zoolander (Ben Stiller), el creador de miradas históricas como ‘Magnum' y ‘Blue Steel'.
Así comienza Zoolander 2 : con esta situación detectivesca que lentamente irá incorporando -con más o menos maestría- al también modelo Hansel (Owen Wilson), al excéntrico villano Jacobim Mugatu (Will Ferrell), a la diseñadora de moda del momento Alexanya Atoz (Kristen Wiig), y a muchos otros personajes imaginarios o reales, como Marc Jacobs, Sting y Tommy Hilfiger.
No es difícil imaginar cómo continúa la trama. Derek y Hansel, que en los quince años que pasaron desde la primera parte se dedicaron a vivir alejados de la civilización, vuelven al mundo del modelaje; Mugatu es el culpable de todo lo malo que ocurre en el film; y Penélope Cruz es la chica sexy e inteligente que descubre quiénes son los verdaderos culpables.
Pero descubrir el final desde las primeras escenas –con mayor o menor exactitud- es lo mínimo que esperamos de una continuación que sigue la lógica la primera Zoolander. Porque en ambas películas la solidez narrativa es un factor secundario. En ellas, son otros tres factores los fundamentales.
El primero es el nivel de compromiso de la historia con la cultura actual –y también con la contracultura-; el segundo es la forma de reírse de esa cultura con ironía y sin prejuicios; y el tercero es la inteligencia con la que convierte esas ironías en gags cómicos memorables y funcionales.
Y en Zoolander 2 son muchas las escenas que incorporan la cultura actual con lucidez en el relato. Desde el artista conceptual que interpreta Benedict Cumberbatch, que dice serlo todo a la vez y que confiesa haberse casado con él/ella mismo/a en ‘mono-matrimonio', pasando por el Hotel Caca, construido a base de desechos, y las supuestas posturas ‘anti-cool' tan de moda en ciertos ámbitos sociales.
El gran hallazgo de esta segunda parte -y que Ben Stiller como director y co-guionista supo entender y llevar adelante- es algo que va más allá de cualquier crítica sobre su lógica narrativa: es haber entendido la esencia de la película original, y sin limitarse a realizar una secuela similar y de éxito asegurado, transpolarla a la situación actual del mundo de la moda y la cultura.
UN DIRECTOR CON STILLER
Desde Reality Bites (1994), su primer trabajo como director de cine, Ben Stiller demostró no sólo un gran talento detrás de cámara, sino también un compromiso por emprender siempre nuevos proyectos que permitieran mantener un crecimiento dentro de su carrera.
The Cable Guy (1996), protagonizada por un recientemente consagrado Jim Carrey, confirmó lo que había comenzado; Zoolander (2001) fue su primer gran éxito; la irreverente Tropic Thunder (2008) desnudó con ironía y gags su crítica al mundo hollywoodense; y The Secret Life of Walter Mitty (2013) fue su primera película madura.
Zoolander 2 , su nueva película, es una vuelta a ese lugar incómodo y lejos de las convenciones sociales de su primera época. Un lugar de experimentación que por momentos puede resultar fallido o desconcertante, pero aún así no deja de tener varios de los mejores gags de los últimos tiempos en el cine.
Por dentro de su carcaza cómica y simplona, Zoolander quizás sea la película más radical de Ben Stiller hasta ahora.
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TRAYECTORIA
Un director con Stiller
Desde Reality Bites (1994), su primer trabajo como director de cine, Ben Stiller demostró no sólo un gran talento detrás de cámara, sino también un compromiso por emprender siempre nuevos proyectos que permitieran mantener un crecimiento dentro de su carrera.
The Cable Guy (1996), protagonizada por un recientemente consagrado Jim Carrey, confirmó lo que había comenzado; Zoolander (2001) fue su primer gran éxito; la irreverente Tropic Thunder (2008) desnudó con ironía y gags su crítica al mundo hollywoodense; y The Secret Life of Walter Mitty (2013) fue su primera película madura.
Zoolander 2 , su nueva película, es una vuelta a ese lugar incómodo y lejos de las convenciones sociales de su primera época. Un lugar de experimentación que por momentos puede resultar fallido o desconcertante, pero aún así no deja de tener varios de los mejores gags de los últimos tiempos en el cine.
Por dentro de su carcaza cómica y simplona, Zoolander quizás sea la película más radical de Ben Stiller hasta ahora.