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- 16/01/2015 01:00
En los primeros diálogos de Madagascar , la animación de Dreamworks estrenada en 2005, los pingüinos aseguraban desde el zoológico del Central Park que no podían aceptar como natural que su especie viviera en la ciudad de Nueva York. En Los pingüinos de Madagascar , sin embargo, el spin-off que se estrena esta semana, la historia se invierte y comienza en la Antártida.
Ya no hay zoológico del cual escapar. Por el contrario, lo primero que vemos es nieve, un grupo de pingüinos caminando en fila india y después a unos documentalistas (con voz de Werner Herzog) mostrando a estas aves marinas en su ambiente natural.
En ese momento, los cuatro pingüinos originales de la franquicia (Capitán, Kowalski, Rico y el pequeño Soldado) se apartan de la parvada y deciden que ya no les importa vivir la vida que su naturaleza les impone. La vida de pingüino no es para ellos, dicen.
Por eso, cuando el pingüino Kowalski asegura que está un 95 % seguro de que no sabe en dónde están ni hacia dónde va el iceberg en el que están parados y Capitán le pregunta por el otro cinco por ciento, él responde: ‘Aventura y gloria como ningún otro pingüino jamás ha visto’.
Es en ese momento en el que la película da su mejor momento: el de la presentación de sus personajes. Y se agradece que el guión sea consciente de principio a fin de su simpleza, más allá de coquetear hacia el final con transmitir un mensaje moral.
Después de tres películas –siempre con un nivel en descenso- la saga Madagascar ya había llegado a su fin. Pero este nuevo intento de Dreamworks sale airoso y salva del fracaso a los cuatro pingüinos que fueron una de las grandes revelaciones de la saga.
Ya habían demostrado con su propia serie televisiva que estaban para ser más que sólo personajes secundarios, y en esta nueva versión para la pantalla grande vuelven a confirmarlo. Desde la primera escena, y con una entrada justa y efectiva, logran dejar de lado al león, la cebra, la jirafa y el hipopótamo que los opacaban.