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- 21/08/2015 02:01
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El Padrino , El imperio contraataca o El caballero de la noche no sólo demuestran que las segundas partes no siempre son malas, sino que además pueden ser buenas. Muchas veces, sin embargo, cuando se piensa sólo en los réditos económicos o cuando no se tiene la iniciativa de la primera entrega, los proyectos decaen y eso se nota en la pantalla.
Esto último es lo que sucede con Ted 2 , la segunda entrega del oso de peluche que milagrosamente cobra vida; y sucede a pesar de que cuenta otra vez con el humor irreverente del guionista y director Seth MacFarlane, con la actuación de Mark Wahlberg y con Amanda Seyfried (en reemplazo de Mila Kunis).
El resultado, aún así, no es el mismo. En gran parte porque el osito de peluche (de nuevo con voz de su director) ya no es la novedad de hace tres años. Pero sobre todo porque genera la sensación de que su humor hubiera quedado viejo en este breve lapso de tiempo.
El tipo de humor que caracteriza a Seth MacFarlane sigue intacto. De eso no hay duda. Pero la forma en la que se involucra con el panorama de la comedia actual ya no es el mismo. El humor guarro y fumón sin más agregados comienza a sentirse gastado.
HUMOR Y DERECHOS HUMANOS
En esta segunda parte, Ted ya está casado con la sexy Tami-Lynn (Jessica Barth) y la pareja ahora busca tener un hijo. Pero tienen un problema bastante serio y es que el osito, como ya sabemos desde la entrega anterior, no tiene órganos reproductores y eso lo inhabilita a ser el padre biológico del niño.
La pareja intentará recurrir entonces a la inseminación artificial. Pero eso tampoco funciona. Al parecer, la adicción de Tami-Lynn por las drogas dejó secuelas en su cuerpo. Y es en ese momento cuando llega la tercera opción, que es la de adoptar, y comienza la historia central de la película.
Si en la Terminal Tom Hanks descubrió lo que significa no tener ciudadanía, ahora el osito que habla, que tiene trabajo, amigos y que hasta logró casarse con una mujer que lo quiere, descubre lo que significa no ser reconocido como persona.
Eso quiere decir que le cortarán sus tarjetas de crédito, le inhabilitarán el matrimonio y lo echarán de su trabajo. Pero antes que nada significa que se convertirá en un objeto, y al no contar con los derechos humanos, esos que tiene toda persona sólo por existir, se convertirá en una mera propiedad. Una propiedad que se puede usar, vender, violar, agredir y a la que se le puede hacer cualquier cosa que al dueño se le ocurra.
Es con el objetivo de defender esos derechos que entra en escena la novata abogada Samantha (Amanda Seyfried), que aceptará el caso ad honorem para ganar experiencia. A medida que avanza la investigación, sin embargo, los gustos en común por la marihuana y la diversión harán que comience una amistad con Ted y con su mejor amigo John Bennett (Mark Wahlberg).
Pronto descubrirán los tres que se trata de un caso demasiado grande para la joven inexperta y llegará el turno del abogado especialista en casos de derechos humanos Patrick Meighan, interpretado por el inmortal Morgan Freeman.
En conclusión, Ted 2 es una película que cumple. Pero también se encuentra muy por debajo de su predecesora. En ese sentido, vale preguntarnos: ¿En qué momento la película sobre un oso de peluche adicto a la marihuana se transformó en un reclamo de inclusión social y comenzó a ser algo serio?