Un sueño sentado en la lavandería

Son esas historias que se pierden entre el pasto mojado. Esta se siente fuerte, al escuchar un señor con una armónica. Esta rima alegra el parque

El sufrimiento por el dolor en mis almendros es intenso. Es una tarde lluviosa que dibuja la secante de chicos jugando al fútbol. En el caminar por la llanura las chancletas muestran las cicatrices dejadas en el terreno. Un caminar esquivando las charcas y cárcavas cargadas de toallas húmedas. El que inhala el perfume de la quebrada de la barriada. Es la que presiente la visita a la lavandería. Un olor que siente alivio al imaginar a la enfermera alta y blanca.

Son pesadas las cortadas por el pavimento. Las que narran el misterio de un parque con amigos imaginarios. Este dolor es profundo, en mi alma docente como poeta popular. Este parque me recuerda mis años en la Escuela Nuevo Arraiján. Sentimientos que mezclan mi prosa a la hija de la secretaria de la escuela, Raquel Rodríguez. O las visitas al centro de salud, al Dr. Lutrell y Dr. Samaniego, que cuentan las leyendas de proyectiles sobre la bacinilla. Jornadas en la CENA que recuerdan la compra de duros a una señora mayor por solo 0.10 $.

Son esas historias que se pierden entre el pasto mojado. Esta se siente fuerte, al escuchar un señor con una armónica. Esta rima alegra el parque. Una escena con una tarde de lluvia y un hermoso arco iris. Sueños que anhelan morir sobre los brazos de Lorena, o contar mis historias a la enfermera que, con tan rápida emoción, conocí. Son momentos pasajeros, pero que perduran en la historia de los conocidos.

Mis sueños toman otro timón al llegar mojado a la lavandería. En este momento las escenas de taxis piratas son la sombra de las rutas internas. Coches llenos de canas, cuentan el cansancio por los desprecios. Estos son el testimonio de que la risa nunca se muestra, por no ser hipocrática. Pero a veces ocurre todo lo contario y lo espontaneo muestra la cara más real.

Fui al supermercado, a buscar un poco de harina parafinada, pero encontré las conversaciones de un niño. Llegue a la lavandería y mis chancletas resbalaban como la manteca. Pero en ese cruce de ideas un niño de la nada sorprende con una fluidez carismática. Sus ideas espontaneas, como la proa de un barco, estaban lejos de ser tímidas. Estas cerca de la madre y sus hermanas. Fue un momento especial. Como si contara mis historias a alguien más cercano. Es una señal.

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