Vivencias en un desfile patrio

Especialidad: Geografía
Regional de Panamá. Licenciatura en Geografía e Historia. Maestría en Geografía Regional de Panamá. Docente en el Ministerio de Educacióny en instituciones de educación superior. Artículos de opinión en “El Panamá América”, “La Estrella de Panamá” y revista cultural “Lotería”. Autor de los libros “Memorias de un bardo” y “Escritos de un sobreviviente”.

Con el fulgor de la bandera istmeña, en una mañana patria, los zapatos de overol contrastan. El inicio de esta rutina se inicia con la humedad característica del trópico. Mi hermosa bandera es izada, con orgullo, por los hijos del maestro Pedro Pablo Sánchez. Una faena con conciertos de cintas tricolor, sobre el pecho de orgullosos hijos, llena la escena del acto cívico. Los oradores y maestros, con sapiencia, levantan al cielo proclamas a la libertad. Más que sentir la lluvia y las gotas de rocío, este corazón canta el himno nacional con hidalguía.

Ese mismo sentimiento dibuja las jornadas en la calle, al desfilar con instrumentos de percusión y viento. Sin embargo, cada lata tirada, con desprecio, es una llamada a la vanguardia. El mismo paralelismo entre el cielo oscuro y el traje típico panameño, engalana los colores de la avenida. Cada nota musical de mi querida escuela sanchista se renueva, con los diablicos y el desfile de las guaripolas. Un mosaico de hermosas damas desfila, con la sonrisa de ser panameñas.

Resienten los zapatos mojados, al caminar por la lluvia. Sin embargo, la mirada perfecta de este corazón se llena, al desfilar como hijo de esta patria. Esta mojado el uniforme. Así mismo, el sudor tiene el ritmo del café bebido en la mañana. Al desfilar la compra inesperada, de agua embotellada, traza este desfile para los soldados caídos. Un desfile patrio, que marcha con las escenas de comunicadores enciclopedistas, y preguntas sobre estas festividades panameñas.

En tanto, la barda de color cromado dibuja a la enfermera, blanca y alta, con atuendo de flor maliseña. Una imagen que perdura en mi mente, al rendir honor al escudo de armas. Sentimientos profundos se perfilan, solo al sentir la comida con estilo panameño. Cada nota de este manjar lleva impreso el calor del ají chombo. Un calor que olvida el frío por la lluvia.

La bandera panameña, el escudo de armas y cantar el himno nacional; recuerda llenar de gloria a esta hermosa tierra. Esto es la honra a la tierra que vio nacer y crecer. Por muy herido este corazón, por la intromisión, siempre debe actuar con el juicio de un nacionalista. Cada acción debe escribir, no la huella del camino trazado, sino la que por misericordia es asignada. La misericordia, como hijo panameño, que sirve a pesar de no recibir recompensa.

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