Cuando la dictadura de la imagen acaba

  • 28/11/2016 01:00
Los cuadros del artista costarricense Fabrizio Arrieta reafirman el poder de la manipulación digital para crear una obra pictórica única

Rodeado por sus cuadros recién colgados en la galería Diablo Rosso, Fabrizio Arrieta se lleva la mano al mentón y explica cómo surgió el título de la muestra ‘Decálogo de la felicidad'.

—Nunca he querido poner un título que explique las obras o las describa. Creo que en la pintura, y en otras manifestaciones artísticas, la obra termina cuando entra en contacto con el espectador. Entonces, hay un gran espacio en el que yo no participo, eso ya le toca a quien lo interpreta —elucida el artista.

La mejor forma de describir sus pinturas, es conocer el proceso de producción.

MANIPULAR LA IMAGEN

Fabrizio recorta revistas de moda de las grandes capitales y elabora un collage digital. Luego, destapa los acrílicos y empieza pasear el pincel sobre el lienzo para retratar el diseño que ha hecho en el ordenador.

Es un proceso largo —admite— y le llama ‘recomposición de fragmentos de imágenes'; porque crea una obra manipulando los extractos de otras figuras.

—El resultado de la pintura no es precisamente más bello que la foto original, sino que más bien denota esa manipulación que hubo —aclara Fabrizio, persiguiendo con la mirada sus pinturas.

Esta recomposición provoca que uno vea la pierna de una mujer que se asoma en medio de varios ‘recortes', un brazo cae con delicadeza entre capas de luz, una mejilla y un arete brillante parecen esconderse ante el juicio del espectador.

Son muchas formas que juegan entre sí —superpuestas— al límite de ocasionar un ruido visual. Es clara su naturaleza caótica. La obra de Fabrizio Arrieta nos recuerda a un rumor surrealista, que maniobra fracciones de siluetas color ‘glamour'.

—Esa elegancia me interesa porque en la pintura, históricamente, siempre ha habido una aspiración por crear algo bello. Los retratos, por ejemplo, siempre están dirigidos a la realeza, a los gobernantes o a la gente con poder, que es toda esa gente con intenciones de notarse sobre los demás —dilucida el artista.

LA FELICIDAD ES UN FRAGMENTO

Solo unos minutos antes, al cruzar el umbral de la galería Diablo Rosso ubicada en el Casco Antiguo, un texto impreso en una de las paredes blancas enumeraba diez frases de la cultura pop.

‘Muchas de las imágenes que reproduzco y reinterpreto son revistas de moda de grandes capitales como Nueva York o Londres. En ese sentido, yo soy como un espectador a distancia',

FABRIZIO ARRIETA

ARTISTA

Vive rápido y muere joven... haz el amor y no la guerra ... no pongas todos tus huevos en una sola canasta ... Son frases que para el artista persiguen un ideal: alcanzar la felicidad. La última frase, es un verbo aislado: Pinta .

—Estuve reflexionando sobre la decisión de las personas de escoger una profesión, un oficio o una postura frente la vida. Esa posición también aspira a que los encamine a la felicidad, suponiendo que todo ser humano quiere la felicidad. Y en ese sentido, lo más cercano a mí es Pintar , como esa aspiración de ser feliz haciéndolo.

El decálogo son muchas frases de diversas fuentes y pretende cuestionar al espectador cuál es su propia aspiración.

Al igual que el texto del decálogo, los recortes que utiliza Fabrizio para componer sus obras vienen de distintas partes del mundo.

—Muchas de las imágenes que reproduzco y reinterpreto son revistas de moda de grandes capitales como Nueva York o Londres. Las fuentes pertenecen a contextos ajenos a mi lugar de origen (Heredia y San José, Costa Rica). En ese sentido, yo soy como un espectador a distancia; lo que me llega es la información procesada por medios de comunicación —describe el autor, que pasó dos meses en un taller en el Casco pintando algunas de las obras.

Para el artista es importante mencionar que su origen no está en el origen de esas imágenes que usa en sus ‘collages'. Él es, más bien, un ente que está al otro lado, en un país tercemundista. Ese vínculo distante es el mismo que alguien en esta región del planeta tiene cuando estudia historia del arte, dice.

—Uno no tiene el Louvre o El Prado a la vuelta de la esquina para ir a ver las grandes pinturas. Uno tiene que educarse viéndolas en libros. En imágenes —formula Fabrizio.

DÉCADA FRENTE AL LIENZO

En 2013, para una convocatoria del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo de Costa Rica (MADC), el artista presentó ‘Liz', una pantalla negra con el audio de una entrevista a una persona no vidente. En plena colectiva de ‘artistas visuales', resultaba provocador una pieza sin imagen, pero la intención fue crear una pieza no excluyente. Al final, la entrevistada realiza un comentario sobre el color negro, aduciendo que no le gusta, que no lo conoce —según el diario La Nación —. Y es justamente este color, esa ausencia de luz, un elemento medular en la obra de Fabrizio Arrieta, sobre todo en sus piezas más recientes.

—Al principio las fuentes eran más coloridas. Supongo que he intuido que el negro denota cierta elegancia, pero a la vez cierto misterio, que es algo que me interesa mucho porque, como en muchas cosas en la vida, en el arte y en la pintura existen cosas que uno no termina de entender. El quehacer artístico implica mucho una cuestión de fe y de prueba, no puede ser nada controlado, y esos espacios carentes de luz denotan cierta duda, que me parece sana —esboza Fabrizio, señalando uno de sus cuadros.

Habiendo cumplido diez años como artista profesional, cuando voltea a ver el arte centroamericano, en conjunto, observa cierta tendencia.

—Creo que está tendiendo a ser más globalizado. El arte centroamericano siempre dependió mucho de sí mismo, era bien visto cuestionar y debatir problemas internos y los centros de poder nos veían como eso: si soy centroamericano, tengo que hablar de problemas como la desigualdad social, la violencia o las maras. Creo que ahora los artistas están preocupados por cuestiones más universales, globales, y es algo que me parece sano también —observa el artista de 34 años.

En cuanto a su evolución como artista, se remite a la efectividad: ya no tiene que descartar cuadros. Y, si pudiera decirlo en una palabra, sería ‘madurez'.

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