Según el comunicado de la ANA, los billetes y monedas encontrados corresponden a denominaciones de los países de Brasil, Cuba, Turquía, entre otros.


- 20/08/2025 00:00
Desde adolescente, una de las grandes pasiones de Mario Arvizu ha sido la locución. Empezó su camino a los 18 años en su ciudad natal, Chihuahua atravesando cabina de radio y teatro. Ha sido la voz institucional del Gobierno del Estado antes de migrar a la ciudad de México en 1998.
Y ahora se alza como una de las voces que ha dado vida a personajes emblemáticos como Superman, El Dr. Doom, El papá de Bambi en Bambi 2, Xerxes en “300”, Skipper de “Los Pingüinos de Madagascar”, Heimdall en “Thor”, Rowlf (el perro pianista) de “Los Muppets”, Kingsley Shacklebolt en la saga de Harry Potter, El Dr. Bolivar Trask en “X-Men”, ‘The Boss Baby’, entre muchos otros.
En entrevista exclusiva con La Estrella de Panamá y en el marco del Voice Talent Panamá, Arvizu conversó sobre su trayectoria profesional, la sabiduría que ha adquirido de ella y cómo se ve en la actualidad en una industria viva y en crecimiento en Latinoamérica.
Fíjate que es curioso porque nadie nos enseña eso. Recuerdo que en las fiestas de mis hermanas, cuando vi por primera vez un micrófono, sentí una necesidad real de hablar por él. Con el tiempo, en secundaria, hacía voces de caricaturas y descubrí que mis amigos no podían hacerlo. No lo veía como profesión, era simplemente algo que pasaba. Años más tarde, mientras estudiaba ingeniería industrial, me invitaron a trabajar en una estación de radio. Desde 1988 empecé a hacer locución de manera profesional y la vida me fue acomodando en este camino.
Empecé a hacer doblaje a los 28 años, aunque mi formación original fue teatral. Cuando llegué a la Ciudad de México en 1998 para buscar oportunidades, me encontré con un reto enorme: me decían “no me des tu voz bonita”. Yo venía de la locución comercial, donde todo debía sonar impecable, y en doblaje se buscaba lo contrario: voces reales. Fue un choque interno entre el locutor y el actor que habitaban en mí. Tuve que romper mi zona de confort, volver a mis apuntes de actuación y aprender a soltar la impostación. Fue difícil, pero con el tiempo esa lucha me regaló un estilo más completo y auténtico.
Porque el acting le da carne y emoción a la voz. En mis cursos incluyo ejercicios basados en el método Stanislavski: recuperar vivencias para expresar emociones reales. Además, el lenguaje corporal es el 80% de la comunicación. Cuando uno se para frente al micrófono sin moverse, pierde naturalidad. Si incorporas cuerpo, intención y emoción, el resultado cambia por completo.
Uno que nunca olvido me lo dio el director Germán López en el estreno de ‘Shrek 2’. Estábamos los actores de doblaje sentados en la última fila del Auditorio Nacional, a pesar de que el público había ido a ver nuestro trabajo. Yo le dije: “¿Por qué estamos aquí atrás, Germán? Somos los que hicimos esto.” Él me agarró el brazo y me dijo: “Mayito, no te envenenes. No esperes a que te hagan la fiesta. Haztela tú.” Desde entonces entendí que no debía esperar reconocimiento externo. Me construí mi página, mis redes, y empecé a valorar mi trabajo desde adentro. Ese consejo cambió mi manera de ver la profesión y la vida.
Fue increíble, porque solo tuvo tres frases y aun así se volvió inolvidable. Germán López me dijo al grabarla: “Vas a ver la magia del doblaje.” Y tenía razón. Hoy en convenciones la gente me sigue pidiendo a Doris. Es un personaje pequeñísimo, pero con un impacto enorme.
Skipper nació casi por casualidad. Los pingüinos eran personajes muy pequeños, ni siquiera secundarios. Pepe Toño Macías me dijo: “Mira estos pingüinos, están graciosísimos, dobla al jefe.” Me pidió que lo hiciera muy militar, pero también con tintes de mafioso, y así lo construimos. Con el tiempo se robaron la película, tuvieron serie y hasta su propia cinta. Lo más lindo es que jamás imaginé que ese personaje me cambiaría la vida.
Muchas. Pero una divertida es la de “témpanos de hielo”. En las películas y series nos permitieron improvisar, y esa frase la tropicalizamos en distintas regiones: en Venezuela se volvió “arepitas con queso”, en Argentina “bife de chorizo”. Esa libertad de adaptar hizo que cada público lo sintiera suyo.
El doblaje es mucho más que entretenimiento. Permite que millones de niños, personas con discapacidad visual o que no saben leer, puedan disfrutar del cine y las series. Además, detrás de cada proyecto hay traductores, adaptadores, ingenieros de audio, productores... Sin ellos no seríamos nada. Nosotros brillamos con la voz, pero somos solo un engranaje de esta maquinaria maravillosa.
Me siento bendecido de volver a Panamá. Quiero decirles que vamos a disfrutar, aprender y equivocarnos juntos, porque de los errores también nace el aprendizaje. Yo voy a enseñar, sí, pero también a aprender de cada alumno. Lo más importante es atreverse a salir de la zona de confort, descubrir nuevas formas de usar la voz y recordar que lo que es para ti, tarde o temprano, llegará.