La Orquesta de Cámara del Istmo, integrada por jóvenes músicos formados localmente, ha demostrado que es posible cultivar un proyecto musical con ambición,...
- 27/08/2017 02:00
Soy una entusiasta de la etimología, adoro averiguar de dónde vienen las palabras, muchas veces te sorprendes y los vocablos que has utilizado inconscientemente una y otra vez, de pronto, adquieren un nuevo significado. Miren mi palabra favorita de esta semana: burocracia. Proviene del francés bureaucratie , y este de bureau ‘oficina, escritorio' y del griego –cracia, del griego, ‘poder'. Después de un par de primeras acepciones más o menos inocuas, (organización regulada por normas que establecen un orden racional para distribuir y gestionar los asuntos que le son propios, conjunto de los servidores públicos), nos encontramos con estas perlas:
3. f. Influencia excesiva de los funcionarios en los asuntos públicos.
4. f. Administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas.
Ahí es que pusimos el dedo en la llaga que nos duele en Panamá.
Cuando en un país se hipertrofia la organización estatal para construir un entramado gigantesco de papeles, solicitudes, requerimientos, timbres, ventanillas y permisos, lo que suele ocurrir es que en el centro de esa tela de araña se gesta y medra un monstruo voraz, que, como Ella la Araña en el Señor de los Anillos, sorbe hasta el tuétano y deglute todo aquello que cae en sus fauces. El monstruo se llama Corrupción.
Los ciudadanos, poco a poco y sin darnos cuenta somos enredados con hilos pegajosos y agobiantes. Somos como burros cargados de letras, que, a pesar de dárnoslas de muy listos, no discurrimos con inteligencia, dejándonos jugar la pacheca por aquellos que buscan su propio provecho, queriendo descargar la burra en el resto de la sociedad y rehusando el trabajo que les corresponde, echando la carga en los lomos de otros para así disimular su estulticia y su ineficiencia.
Por poner un ejemplo, y por si alguno de ustedes no lo sabía, ahora, para graduarse, los niños, requieren presentar un certificado de salud. Sí, pueden ustedes volver a leer si lo desean, así mismo. Terminas tus materias, alcanzas el índice mínimo requerido, cumples tus reglas y presentas un certificado de buena salud. Si no, no te gradúas.
Cuando mis hijos me cuentan esto yo no sé si reírme o llorar, y entonces opto por empezar poniendo a caer de un burro desde esta columna a aquellos funcionarios del MEDUCA que, en vez de entender que su misión es organizar los trámites de los ciudadanos para que las normas sean claras y razonables, asegurándose así de que se cumplan sin mayores contratiempos, se inventan estupideces como esta para colapsar un poco más la burocracia ya existente y colaborar con el desmadre administrativo que tenemos.
Y aquí es donde, en lugar de la burocracia aparece la burrocracia. Es decir, aquel sistema de gobierno donde el poder lo ejercen los asnos que no se dan cuenta de las tonterías que hacen y que puestos en el borrico, resuelven seguir en el empeño en que se hallan metidos, aunque sea a costa de más gravamen. Gravamen que generalmente pagamos los de a pie.
Va y dice el borriquillo de turno, ‘Me han puesto a revisar los requisitos para graduarse, chuleta, qué dilema, ¿qué puedo poner aquí?' Entonces va su compadre y le dice, ‘Hey, ponte ahí un certificado médico, así me echas una mano en la clínica semibruja que tengo'. Y la burricie hecha persona va y lo pone. Lo de que este requisito puede ser discriminatorio y absurdo, en su infinita burrez, no lo piensa.
Así que, ¿los niños que gozan de mala salud no se pueden graduar? ¿Nadie va a poder ponerle el cascabel al burro? ¿Seguiremos dejando que las hilachas de baba corrupta nos envuelvan?
COLUMNISTA