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Cajetillas de fósforos, un chispazo a la memoria
- 11/10/2020 00:00

Todo empezó como un juego, un simple acto de imitación. Con ocho años de edad, Sofía Verzbolovskis vio a su hermano mayor iniciar una colección de cajetillas de fósforos y ella decidió que arrancaría la propia. “Comenzamos en los viajes que hacíamos en familia y luego se volvió un poco como obsesión mía, de cada vez que entrábamos a un restaurante, meter la mano en la canasta de fósforos y llevarme uno, jugar con los diseños”, dice la fotógrafa en entrevista con La Estrella de Panamá.
“Para mí, las colecciones te enfrentan con un recuerdo, con tus años de infancia”, dice.

El archivo de la mente es vasto y a veces complicado. Tanto así, que algo que en algún momento fue muy importante queda traspapelado, hasta que en un momento inesperado, en una gaveta o en un armario miras aquello y a tu mente vienen un montón de imágenes del pasado.
“Dejé de coleccionarlos, hace años... y, de repente, hace como dos años y medio los encontré en un clóset, y fue casi como si hubiese encontrado una obra de arte o un tesoro. Había olvidado sus diseños, y colores. Por eso decidí fotografiarlos.
The Matchbox Years es el nombre de la exposición que desde el 6 de octubre se puede visitar en la galería virtual de Allegro –allegrogallery.net– y que consta de coloridas fotografías de estas cajas de fósforos que estuvieron guardadas por más de 20 años y que hoy muestran toda una carga de historia y recuerdos.
Las cajetillas de fósforos, para algunos especialistas de la publicidad eran consideradas un medio de comunicación per sé. Tenían un gran alcance. El hábito de fumar logró una gran popularidad y los fósforos pasaban, a veces, de mano en mano, mostrando a través de su diseño, la personalidad del lugar que los ofrecía. Con la popularidad de los encendedores desechables y luego, las limitaciones impuestas a los fumadores, los fósforos dejaron de ser un elemento útil, buscado. Perdieron protagonismo, pero no su encanto. Un encanto que en algunos caso ha superado a los lugares de donde provinieron.

“Algunos de los fósforos que tengo son de restaurantes que ya no existen. Ellos sobrevivieron y el restaurante no; hay otros de restaurantes que sí existen, pero sus fósforos [actuales] son completamente distintos, o ya no ofrecen cajas de fósforos”, cuenta.
Aunque la colección de Verzbolovskis cuenta con más de 100 cajetillas, no las fotografió todas. “Para mí, era importante que tuviesen un diseño atractivo o que fuesen de un restaurante que conectara conmigo, que fuera importante para nosotros como familia”, afirma. Otro elemento de peso es que los fósforos debían mostrar el paso del tiempo. “Los que más me llaman la atención son los fósforos a los que se les ve el paso del tiempo, el polvo, con los colores completamente desteñidos o que el mismo fósforo ya no funciona porque está quebrado”, explica.

Más que un recuerdo específico, al ver su colección, un sentimiento abrumó aVerzbolovskis cuando se enfrentó a su colección, “la emoción de meter la mano en la canasta o en el bowl y coger los fósforos, ver cómo eran, porque podían ser muy distintos; era muy emocionante no saber qué te iba a tocar”, relata.
Las fotos de Verzbolovskis, en gran formato, mediano o pequeño, lucen primeros planos de las cajitas y sus fósforos, la mayoría de madera, con sus cabecitas de distintos colores, algunos con diseños intrincados, dibujos interesantes o con formas y tamaños distintos.

Aunque Sofía, desde pequeña registró fotos de sus viajes, no fue hasta 2009, mientras hacía un voluntariado en Ghana, África, que empezó a “enamorarse” de la fotografía. “Empecé a enfocarme en la fotografía, a documentar lo que estaba haciendo con mi escuela, y decidí postular al año siguiente a un programa de fotoperiodismo en Nueva York y desde entonces me he dedicado a la fotografía”, dice.

Más que nada, dedicada al retrato, la fotografía documental y de calle, considera que The Matchbook Years es su proyecto más diferente, pues está basado totalmente en objetos.
Sin embargo, en su significado, “el pasar del tiempo”, hay una conexión muy fuerte con dos de sus proyectos anteriores, 'Diablos Rojos: fin de una era', presentada en el Taller Latinoamericano de Nueva York, que se exhibió en Allegro con el título “Cementerio de Diablos” - sobre el cementerio de autobuses en el área de Veracruz- y 'La Tacita de Oro', sobre la ciudad de Colón, antes de iniciarse los trabajos de renovación de la ciudad

“Creo que estos proyectos tienen mucho en común, el querer capturar el pasar del tiempo, querer capturar algo antes de que cambie totalmente”, afirma.
Sobre su método de trabajo, ha de decir que no siempre es igual. Por ejemplo, con los Diablos Rojos se enteró del lugar y le llamó la atención. En el caso de Colón, una visita en la que se percató del estado de la ciudad despertó su interés. “Puede ser por un concepto, o una imagen, se da de las dos formas, pero más si hay una historia o un lugar que me llama la atención”, asevera.
En cuanto a la evolución que ha tenido su trabajo desde que presentara su proyecto con los diablos rojos, su primera individual, considera que involucra más a la gente. “Me encanta tomar fotos, tomo fotos casi todos los días, más cuando estoy de viaje y tomo fotos de la gente en su vida cotidiana, me interesa ver qué está pasando y también la arquitectura. Trato de registrar a la gente en el contexto arquitectónico en el que se encuentra, ya sea en una casa, o el lugar donde esté”, destaca.
Otra cosa que ha cambiado con el paso del tiempo es el oficio del fotógrafo, antes casi un mago con su caja oscura. Hoy todos tenemos una cámara a la mano, o justo en el bolsillo. “Plataformas como Instagram han democratizado el proceso de cierta forma. Fotógrafos con poca o mucha experiencia tienen acceso a editores y curadores, cosa que antes no hubiese sido posible. Esto me parece muy positivo”, asegura. “Hay más competencia claro, pero creo que a la larga eso es bueno... lo mantiene a uno tratando siempre de mejorar y encontrar un estilo propio que lo diferencie de los otros”, comenta.
“¿Quién soy yo, para decir si alguien es fotógrafo o no? Siento que con tal de que uno tenga el ojo y las ganas de fotografiar, ¿por qué no? cada quien hace lo suyo”, aclara.
Esta es la primera exhibición virtual de Verzbolovskis, un formato un poco más usual en Nueva York, pero que con la pandemia ha proliferado en muchos países. “Es la manera en que el arte puede persistir en estos momentos de incertidumbre y para los artistas es la manera de darse a conocer; me parece lo máximo”, concluye.
Panameña radicada en Nueva York. Después de obtener su licenciatura en NYU, viajó a Ghana como voluntaria para una escuela local, lugar donde comenzó a enfocarse en la fotografía. Regresó a Nueva York para el programa de fotoperiodismo en el International Center of Photography (2010-2011).
En agosto de 2014, Sofía fue seleccionada para la Bienal de Artes Visuales del Istmo Centroamericano (BAVIC 9).
Ha participado en exposiciones individuales en Panamá y New York, y en muestras colectivas en Panamá, México, España, Estados Unidos, Guatemala y Australia.
Sus fotografías han sido publicadas en el Huffington Post, The Wall Street Journal, 24 Favorite Travel Photographers, Fathom (2016), Foto Féminas — New York Times Lens Blog (2018), Woman Crush Wednesday— Musée Magazine (2019), New Yorker Photo Instagram Takeover (2019), Cafe Babel, #Photography Magazine, Witness — World Press Photo Interview (2019), entre otros. Tuvo su primera exhibición individual en septiembre de 2012, titulada Diablos Rojos: Fin de una era en el Taller Latinoamericano en Nueva York. Esta serie viajó a Allegro Galería en Panamá, con el título, “Cementerio de Diablos”.
Sus fotos tomadas con iPhone han sido exhibidas en el Head On Photo Festival en Australia y en el Woodstock Center for Photography, siendo finalistas en concursos realizados por el Smithsonian Magazine y PH Museum.
Este año, su fotografía “Fass Blues obtuvo el Juror's Pick Award en el concurso de Street Photography de Lens Culture.