Calle arriba y calle abajo, hermanas y eternas rivales

Actualizado
  • 23/02/2020 06:00
Creado
  • 23/02/2020 06:00
La pugna entre los dos bandos tableños es más antiguo que la República; unos carnavales plenos en tradición y también en ingenio. Un motor económico para el pueblo y la muestra de que con una buena organización se logran muchas cosas
En el parque Porras de Las Tablas no cabe un alfiler los días de carnaval.

Para Carlos Joel Morales, representante de la tuna de calle abajo de Las Tablas, “calle arriba y calle abajo son como un matrimonio: siempre va a haber tiqui tiqui, pero no se pueden separar”. Pero para Edgardo Domínguez, de calle arriba, las dos tunas “son más bien como hermanas que compiten en alegría, por belleza, por lujo, pero siguen siendo dos hermanas”.

Y esto de las calles, viene heredado de España, donde pequeñas poblaciones, como lo demuestra un mapa de Villarreal, muestra claramente una villa trazada en intramuros que tiene tres calles principales: la calle de arriba, la de abajo y la del centro, donde está ubicada la plaza mayor.

En Las Tablas, el trazado de la ciudad no es tan cuadriculado, más bien lo define su topografía, incluyendo el paso de la quebrada de La Ermita, principal fuente de abastecimiento de agua del pueblo en sus inicios. “Nuestra topografía comienza a delimitar los barrios: en La Placita está calle arriba y donde la quebrada va bajando está Punta Fogón, la sede de calle abajo”, explica Morales.

Y las pugnas entre un barrio y el otro, se remontan a los tiempos de la colonia: La Santa Cruz y Santa Librada. “Las Tablas es fundada por inmigrantes que venían de distintas zonas y cuando se da el asalto a la ciudad de Panamá la Vieja, cuentan historiadores que muchos pobladores que llegaron por Mensabé, en el Pacífico, venían huyendo de la catástrofe ocurrida en Panamá en 1671. Esa zona había sido colonizada por La Villa de Los Santos, que se funda en 1569, un siglo antes. “Al llegar esos inmigrantes hubo un choque, imaginen, viene esta gente y hasta con un santo nuevo?”, comenta Morales.

Las tunas apoyan a sus reinas día y noche.

Tanto fueron las diferencias que hasta obispos y autoridades eclesiales intervinieron para que no hubiese pugnas entre un santo y otro. En 1730 ocurrió la visita de Agustín Rodríguez Delgado, obispo de Panamá, para un año nuevo. “Cómo estaría este pueblo que todavía los años nuevos son muy famosos...”, detalla. El modo de celebrar los carnavales ya tomaba forma.

Para la época departamental colombiana se registra que, en 1862, ocurrió el fallecimiento de Juana Gumersinda Barahona de León, madre de Belisario Porras, el martes de Carnaval.

Ya en 1895, establece la tradición oral y con apuntes de la profesora Norma de Testa, que la copla tableña se canta y ha dejado evidenciado ciertos sucesos que ocurrieron a lo largo de la historia del Carnaval.

Ese año se celebró el primer Carnaval con carro alegórico. Petra Díaz Velasco era la reina y el peruano Antonio Chambonett, enamorado de una tableña, se dio a la tarea de construir una barca. Y se documentó porque fue desastre para calle arriba.

Temas de fantasía son los favoritos.

Calle arriba salió cantando “recoge las flores, vámonos, que muchachas bonitas tengo yo”.

La barca debió pasar por un terreno muy pedregoso donde hoy se ubica la escuela Belisario Porras, y en una de las esquinas está la casa de la familia Molina, pero de allí no pudo seguir. Las ruedas se separaron, la barca se rompió y se regaron las flores, situación que aprovechó calle abajo.

“El barco salió de Lima y a calle arriba llegó /en la esquina de los Molina le pegó la ventolina/ y el barco les encalló / Ajé, ajé, ajé, frente a Pedro José / el barco de Chambonnet”.

Y al percatarse de que la barca era manejada por el cojo Díaz, la tonada siguió así:

“Ya salió la calle arriba a presumir su carreta / llevando por timonel al hombre de las muletas”.

Día de la pollera, martes de Carnaval.
Las reinas

Aunque las tunas nacieron hace 250 años, las reinas llegaron a ser parte del Carnaval muchos años después, a inicios del siglo XX.

Las reinas eran de las familias dominantes, al igual que en la capital; se coronaba a las reinas que podían pagar sus lujos. Las tunas seguían, pero como había un cierto sesgo social, la reina estaba en un lado y las tunas en otro.

“La elite tableña bailaba en el aula máxima de la escuela Presidente Porras, y el pueblo bailaba en las calles, pero al final, ganó el Carnaval del pueblo.

Aunque en las primeras décadas del siglo XX ya había habido reinas, no es hasta la posguerra que todo va tomando forma más organizada. La primera reina oficial de calle arriba se escoge en 1950.

“Esta tuna fue inscrita el 17 de abril de 1935, por 17 hombres originarios casi todos de La Placita de los perros y desde entonces se les conoció como “Los 17”, dice Edgardo Domínguez, de la tuna de calle arriba. Actualmente tiene unos 300 socios activos.

Iniciando la década de 1950, tres mujeres de la tuna decidieron sacarle ventaja a calle abajo organizando para esos carnavales un reinado. En esa ocasión una de las jovencitas, que era bailarina, envió por delante un vestuario que fue replicado para el resto de la corte. Así se inició la tradición de las cortes con vestuarios relacionados con temáticas diversas.

Los sábados abría con una temática de fantasía, los domingos era el día de la pollera montuna. Los lunes se hacían algunas alegorías históricas, como civilizaciones indígenas, egipcias o el lujo de Versalles, y los martes, las polleras de gala.

Años atrás, la tuna se dirigía a la casa de la reina a buscarla. Todos, vestidos con polleras iluminaban la noche a punta de velas. Un año en que calle abajo destacó por la cantidad de velas, calle arriba le cantó “Herejía, herejía, abrieron la sacristía”, en tono burlón.

Calle abajo respondió “Herejía , Herejía, las llaves las dio Sofía”, señalando a la custodia de las llaves de la sacristía de la iglesia y que pertenecía a la tuna de calle arriba.

La música

El año de 1950 también marcó la entrada de los instrumentos de viento en las tunas, que se acompañaban solo de caja y tambor. Y a partir de 1953, el profesor Consuegra, quien dirigía una banda en La Villa de Los Santos, fue contratado para dirigir una murga. “El profesor Consuegra dirigió por 10 años la murga de calle arriba, y luego la de calle abajo por 28 años”, informa Domínguez. El profesor Juan Vega dirigió la murga de calle abajo de 1958 a 1963.

Estas murgas grabaron varios discos. A partir de los años 60, las tonadas eran popularizadas en las estaciones de radio. Hoy día son grabadas en estudio, con masterización y los cd son vendidos.

En tanto, los vestuarios que en un principio fueron inspirados en los de obras de ballet, con la coronación y popularidad de la reina Isabel II de Inglaterra, ganaron distinción.

“Inicialmente el vestuario se alquilaba al Club Unión, más adelante, los modistos del Club Unión fueron llevados a Las Tablas”, explica Domínguez.

Para los años setenta se usaron elementos más atrevidos como pantalones o botas. y en los años ochenta se da un giro hacia los trajes de fantasía, plumas y grandes aparejos, que van creciendo en maximalismo hasta el día de hoy.

Crece la competencia, la afluencia de público de todo el país y del extranjero, las tunas invierten cada vez más dinero y trabajan sin parar todo el año para generar los fondos que les permitan destacar.

“Hoy hay una aporte artístico muy alto en los carros alegóricos y el vestuario; se usa mucha mano de obra local. La economía permea en las familias tableñas pues se beneficia el soldador, el que cose, el que teje, el que pega las 'pepas' el que 'motea' las plumas... se busca la plata con el mondongo con la tortilla con la fritanga, uno goza todo el año recogiendo la plata porque uno va a fiestar. No hay nada mejor para el tableño que ver a su tuna lujosa cuando todo el año estuvo invirtiendo en tortillas y empanadas”, dice Morales con una sonrisa.

Y es que la convivencia durante todas esas actividades, reuniones y matanzas son las que fortalecen a las tunas. Es lo que mantiene la esencia del Carnaval y la competencia.

Sin embargo, sostiene Domínguez, es necesario reinventarse, porque cada año se hace más difícil, con el nivel que se ha logrado, generar los fondos para mantener el Carnaval de Las Tablas. “Hay que volver a los orígenes, y ese es un reto grande, porque artísticamente estamos a un nivel muy alto”, dice Domínguez.

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