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- 30/10/2025 00:00
Umbral, una obra inspirada en el dolor y la resiliencia, ganadora del fondo Iberescena 2024 y estrenada en Panamá en agosto del año pasado, recorrerá escenarios como el del ciclo (NO TAN) Solos al Mediodía (Montevideo, Uruguay), del Festival Int’l de Artes Escénicas de Guayaquil (Guayaquil, Ecuador) y del Festival Danza en la Ciudad (Bogotá, Colombia).
El 22 de octubre, un día antes de su partida para esta gira por Sudamérica, CÍA Gramo Danse presentó un ensayo general en el que colaboradores, invitados especiales y medios de comunicación pudieron apreciar la obra y posteriormente conversar sobre sus pormenores.
Dirigida por el dramaturgo y director colombiano, Diego Fernando Montoya, y con coreografía de sus tres intérpretes Aixa Góndola, Stephanie Lee y Ximena Eleta de Sierra, Umbral se adentra en una profunda investigación sobre las distintas formas en que los artistas escénicos enfrentan el dolor –físico, emocional y mental– a lo largo de sus procesos creativos y vitales. Tanto la escenografía, los materiales utilizados en ella como piedras pómez, arcilla, madera, yute y otras fibras naturales, así como el paisaje sonoro, nos lleva a un reencuentro con nuestros ancestros.
Los asistentes observan desde muy cerca, a orillas del espacio establecido como escenario, en forma de ovoide, los movimientos de sus intérpretes y la interacción con cada uno de los elementos que están involucrados.
A pesar de que la iluminación no está completa y no estamos escuchando el sonido cuadrafónico de la función – se trata de un ensayo- sí está el vestuario y el maquillaje, que ayuda a que el público se sumerja en el ambiente creado.
“Queríamos hacerles esta función especial, este ensayo general como una forma de despedirnos y también para iniciar la gira por Sudamérica. Este espacio es para que ustedes puedan despejar alguna inquietud, si tienen alguna pregunta o algo que decir con respecto a esta experiencia que acaba de tener”, comenta el dramaturgo colombiano Diego Fernando Montoya, director de la obra.
“Para mí fue algo increíble el acercamiento a una obra tan visceral, tan íntima, pero a la misma vez que se podía compartir. Se me ofreció la oportunidad de realizar parte de la utilería de la obra y fue un trabajo en conjunto de gran comunicación, de boceteo, hasta llegar a lo que la obra en sí requería y obviamente trabajar para Fundación Gramo Danse, para bailarines y dramaturgos de este nivel ha sido solamente un honor”, expresó Vanessa Orelli, quien observaba por primera vez en uso, los elementos que había elaborado.
“Es una parte muy bonita del trabajo que tiene intersección entre arte, danza, teatro... uno se va moldeando y siempre está aprendiendo de los demás”, agrega.
“Lo que dice Vanessa es muy importante porque estamos trabajando con materiales que son materiales complejos, hay materiales orgánicos todos, la idea era es una obra muy orgánica, pero son materiales que a veces no son tan amables con el humano... las piedras, el yute, la arena”, comenta Montoya.
Una soga áspera en la espalda, caminar sobre piedras, danzar en arena... son actividades que generan cierto dolor.
“Al principio hubo un proceso de adaptación a esa soga rústica, pero mi cuerpo ya se adaptó a él. Entonces, pienso que eso se debe notar, porque porque no hay un temor y eso estaba supuesto a representar mi dolor, entonces también es un poco como una aceptación del dolor. Como que, en vez de pelearlo, llega un momento en que, si uno tiene un dolor crónico, uno ya lo tiene que acoger como un amigo”, reflexiona Ximena Eleta, una de las intérpretes quien asciende por una soga en una coreografía de danza aérea.
Montoya deja claro que en la obra no hay una historia concreta. “Para mí lo primero, lo fundamental desde la dramaturgia es pelear contra esa idea de que lo que lo sostiene a uno cuando va a ver un espectáculo es que haya una historia. Y lo que nosotros pretendemos compartir más que una historia es una experiencia”, detalla.
Esa experiencia es un acto vivo, a través del cual cada intérprete se relaciona con una forma de dolor, con una forma de convivencia con un dolor particular, personal, real. Y esto es representado simbólicamente a través de objetos, gestos y de acciones. “De esa manera se intenta conectar con el dolor del otro, la posibilidad de condolernos, de comprender el dolor colectivamente, porque mi dolor es en realidad solo una parte de la experiencia del dolor colectivo”, explica el director.
El tema es relevante, considera Montoya, en una sociedad en la que “cada vez estamos más individualizados, en la que cada vez estamos más desconectados los unos de los otros, incluso en la relación con el dolor ajeno y eso es una barrera que no deberíamos traspasar, el volvernos indolentes”.
Umbral, al contrario, “narra la idea de acercarse a la experiencia del otro, incluso su experiencia negativa, negativa entre comillas, porque el dolor no necesariamente siempre es una experiencia negativa. El dolor también es un mensajero que nos está diciendo algo”.
Aixa Góndola habla sobre una lesión que tuvo en el cuello y que ha condicionado su trabajo como bailarina. Ese fue su punto de partida e igual para las demás intérpretes. Cada una de ellas se centró en una situación personal.
“Cada una estudió su dolor y desarrolló una investigación. Se hizo un primer laboratorio con todos estos elementos en cada una. Cada una se aportó a sí misma. Entonces, no es que aporté y dice yo, es que yo me aporté. Cada una construyó desde sí misma, pero no desde cualquier sí misma, desde la fragilidad. Cada una se aportó desde su fragilidad y eso es un acto enorme de entrega”, afirma Montoya.
La obra ya tiene más de un año de haberse estrenado, pero como el arte escénico es vivo, no necesariamente se verá la misma obra, con los mismos detalles. Las bailarinas se han afianzado, la obra ha evolucionado. El dominio sobre la escena las hace más conscientes de detalles que anteriormente pasaban por alto: la música, algunos giros... También hay que considerar que hay un margen de improvisación que hace que cada presentación sea única.
Para la gira por Sudamérica, el equipo empezó a trabajar desde el mes de septiembre. “Nos volvimos a juntar, a repasar, a poco a poco ir integrando los elementos de la obra, porque no es lo mismo bailar sin piedras que con piedras; luego no es lo mismo bailar sin barro y piedra, luego barro, piedra, arena; luego barro, piedra, arena, ánfora; luego barro, piedra, ánfora, agua; luego barro, tierra, ánfora, agua, ánfora rota”, desmenuza Stephanie Lee.
“Cada elemento suna una sensación diferente. En el cuerpo es entrar en un diferente estado emocional dentro de la obra”, agrega. A esto hay que sumar las expectativas que genera el presentarse en escenarios nuevos ante públicos desconocidos. “La recepción en Panamá fue muy buena y estamos seguras que va a gustar fuera porque sabemos que es un trabajo honesto, que tiene mucho de vulnerabilidad, es un trabajo que mueve, conmueve y también conduele”, asegura Lee.
Y claro, hay que ir con la mente abierta y conscientes de que encontrarán condiciones diferentes que harán variar la obra.
“En Montevideo sabemos que no va a haber luces porque tendremos iluminación natural y esta se va a ir bajando durante el tiempo que estamos bailando, al final va a ser casi noche. Allí presentaremos solo un extracto porque querían además una charla y no había posibilidades de colgar una soga o el ánfora. Diego nos terminó de armar un una eh versión extracto que hiciera sentido”, comenta Eleta. En realidad, son muchos elementos los que varían, la textura de la arena, la temperatura, la altitud. “Uno siempre pelea por sostener las condiciones de la obra, pero no siempre se puede lograr todo”, admite.
El equipo de Gramo Danse está viajando con cinco maletas, dos contienen piedras, otra contiene todos los anclajes y sogas; otra contiene una variedad de objetos, una quinta contiene más sogas. Para las ánforas, por su fragilidad, se solicitó su confección en los lugares donde se presentan. Fuera de las maletas va el entusiasmo por representar a Panamá por primera vez en Sudamérica.
“Debemos entender la importancia de que la danza de Panamá tenga este tipo de circulaciones. Que no solo se genere este diálogo de afuera hacia acá, sino desde acá hacia afuera es un punto de inflexión importante para el arte de la danza en Panamá. Nosotros en Latinoamérica sabemos lo escaso que es encontrar una propuesta panameña en los festivales latinoamericanos, así que esto es de una importancia mayúscula, es muy relevante porque es abrir el camino no solo para Gramo Danse sino para Panamá”, concluye Montoya.