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- 25/03/2012 01:00
Las primeras películas que fueron proyectadas en el Istmo, en las postrimerías del siglo XIX y principios del XX, se exhibieron en carpas apuntaladas en espacios públicos, en algunas residencias privadas, clubes y colegios.
La primera sala de cine en Panamá abriría sus puertas en 1905, como afirma el historia César del Vasto en su obra ‘Breve historia del cine panameño’. Se trataba del teatro Aurora, ubicado entre calle sexta y cuarta, San Felipe. Al año siguiente, se inauguró la sala Sara Bernhardt, cuyo nombre fue inspirado por el de la célebre actriz francesa.
Los primeros salas fueron administradas por extranjeros, ya que en ese época ningún panameño estaba capacitado para trabajar como proyeccionista.
El 10 de junio tuvo lugar la inauguración oficial de ‘El Dorado’, lo que propició la aparición de otras salas como el Teatro Cecilia, por ejemplo, que inicialmente era un cabaret.
En febrero de 1931, después del golpe de estado protagonizado por el colectivo nacionalista Acción Comunal, el cine Variedades inauguró sus sesiones sonoras.
Era la época en que las películas compartían espacio con los montajes teatrales y los espectáculos musicales. ‘Durante los años cuarentas, cincuentas y hasta los sesentas venían muchos artistas a Panamá, país que era una especie de prostíbulo con dos puertos’, indicó Del Vasto.
El paso de tropas militares hacia los escenarios bélicos de la Segunda Guerra Mundial impulsó la apertura de más cines. En aquel entonces los precios de las entradas fluctuaban entre 50, 75 centavos y un balboa en la capital; y 25, 50 y 75 centavos en la ciudad de Colón. La cartelera incluía funciones de 11 de la mañana a 11 de la noche.
En los próximos años nuevas salas de cine fueron apareciendo en ambas urbes: Roxy, Victoria, Hispano, Roosevelt, Edén, Trixie, Excélsior, Tropical, Ancón, Central, etc. ‘En el Central estaban las películas a peso. Ahí pasaban filmes de segunda, que ya habían dado en otros cines’, rememora Esteban, un amante del séptimo arte.
Asimismo, llegarían a Panamá los primeros autocines, que de acuerdo con Del Vasto, se mantuvieron abiertos hasta principios de los noventas. ‘El betamax fue lo que mató a los autocines, y el VHS a las salas de cines’, asevera el escritor.
En la décadas de los sesentas comenzarían las proyecciones en el Teatro Bella Vista y en el Lux. La cadena de cines Alhambra iniciaría operaciones a finales de los setentas.
Entre las décadas de los ochentas y los noventas los cinéfilos se congregarían en las salas de los cines Obarrio, Metro, Aries, Dorado, etc. Del Vasto recuerda que en aquella época los precios eran bastante módicos, lo que iría cambiando paulatinamente.
Durante los primeros años del nuevo milenio arribarían a Panamá cadenas extranjeras como Cinemark, Cinépolis, etc, implementando nuevas estrategias para atraer a un público fragmentado entre los filmes piratas, los negocios que alquilan DVDs y Blu-rays, y las cajas digitales instaladas en los hogares.