¿Por qué creemos en las mentiras?

Actualizado
  • 04/11/2023 00:00
Creado
  • 04/11/2023 00:00
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¿Por qué creemos en las mentiras?

En artículos anteriores había explicado qué son las mentiras y por qué se generan, sin embargo, y pese a que está más que claro que las consecuencias de la mentira son peores que la mentira misma y tenemos miles de ejemplos a nuestro alrededor, seguimos creyendo en ellas y en sus autores.

La pregunta del millón es, ¿Por qué creemos en los mentirosos? Negar la realidad, o no dar crédito a algo que sabemos que es verdad, es una forma de protegernos inconscientemente del dolor que representan.

En mi caminar profesional, he aprendido que no es raro que la gente le crea a alguien, incluso cuando tiene pruebas sustanciales de que le están mintiendo y aclaro, nada tiene que ver la raza, el sexo, color, nacionalidad, religión o profesión para mentir o creer en las mentiras. Quien miente suele hacerlo para evitar un castigo o la crítica social, para lograr un objetivo y otras veces simplemente por placer (lo cual ya es una patología).

Algunos ejemplos diarios incluyen: padres que creen que sus hijos no están consumiendo drogas, incluso después de encontrar el o los escondites; amantes que insisten que su pareja le es fiel a pesar de los olores ajenos, prendas “misteriosas”, cambios estéticos y modificaciones en rutinas diarias; o peor aún, candidatos que nos venden el sol y la luna pese a no tener control ni poder sobre ello o bien, socios comerciales que creen que las pérdidas financieras se deben a alguna razón inexplicable que no sea que su mejor amigo, socio o colaborador le está robando.

Como la humanidad aún cree en la verdad, en la veracidad de quienes le rodean o creen que las fuentes de información de las cuales consultan o reciben noticias son íntegras y responsables en su totalidad, rara vez dudarán.

El historiador Romano Tácito decía: “La verdad se robustece con la investigación y la dilación; la falsedad, con el apresuramiento y la incertidumbre”. Por ende, siempre es bueno, inteligente, asertivo y necesario investigar las fuentes que leemos, observamos o escuchamos a diario, en especial en las redes sociales.

En su libro Detectando Mentiras, el Dr. Paul Ekman, un innovador investigador sobre este tema, escribe que la mayoría de nosotros no podemos saber por la expresión facial o los movimientos corporales aislado si alguien está diciendo la verdad o no. De hecho, esos mitos de las miradas esquivas, cruces de brazos, retiradas hacia atrás, son eso, ¡mitos!

La realidad es que se necesitan clusters o agrupaciones verbo-corporales para entonces comenzar a investigar a profundidad los hechos y llegar a la verdad. Y nótese un detalle, digo “comenzar a investigar” y no, “señalar” de mentiroso a alguien; porque es un tema muy delicado y, tan perjudicial es creerle al mentiroso, como desacreditar al veraz.

Queremos y solemos creer que alguien nos está diciendo la verdad, especialmente cuando esa persona es emocional o psicológicamente importante para nosotros. La negación de la realidad o, no dar crédito a algo que sabemos que es verdad en alguna parte de nuestro cerebro, es una forma en la que inconscientemente nos protegemos de este dolor. En su libro Tonterías emocionales, el Dr. Carl Alasko escribe que la negación “ignora o minimiza un hecho esencial”.

Con la negación queremos asegurarnos de que todo está bien, incluso cuando no es así. Esa falsa tranquilidad puede dar tiempo y espacio para trabajar en posibles soluciones, lo cual es más difícil de hacer cuando se está en un proceso de ansiedad o shock.

Le recuerdo esto mi querido lector, si no reconocemos un problema, no podemos resolverlo.

Le pongo un ejemplo duro, niños que son agredidos sexualmente por un adulto no siempre son creídos por otros adultos. Tristemente, es común escuchar historias de algunas madres o padres que aceptan las mentiras de sus parejas, familiares y amigos por encima de la verdad del niño o niña.

Le comparto un hecho científicamente probado, ningún niño de menos de cinco años puede mentir ya que no conocen el concepto de la mentira así que créale si, Dios no permita, se le acercan por ayuda ante esta situación.

Si cree que está aceptando las mentiras de alguien en lugar de enfrentarlas, hable con otra persona que no le juzgue, busque un especialista de la salud mental o un mentor que pueda ser neutral e imparcial. Pueden ayudarle a comenzar a sentirse lo suficientemente seguro(a) como para dar un paso hacia un mejor equilibrio.

Con amigos, colegas y seres queridos, es importante recordar que desarrollar la capacidad de enfrentar la verdad puede tomar tiempo y trabajo. Enfadarse o señalar la realidad tal y como la ve no sacará a alguien de su negación. Ahora, alguien que realmente le quiere y se preocupa por usted, no debería mentir.

Las mentiras corren carreras cortas, pero la verdad corre maratones, recuérdelo siempre. Creer o no es únicamente nuestra decisión y las consecuencias de ello, nuestra responsabilidad.

Cierro amigo lector con esta frase de Santa Teresa de Calcuta para su reflexión: “El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio y, el fruto del servicio, es la paz. No debemos perder la fe en la humanidad que es como el océano, que no se ensucia solo porque algunas de sus gotas estén sucias”.

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