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- 16/03/2015 01:00
El diablo danzó; la negra cantó; el congo burló y el público disfrutó. Bajo el tema ‘Cuentos bautismales’ se realizó el noveno ‘Festival de Congos y Diablos de Portobelo’, evento que cada dos años convoca a miles de personas a la comunidad costera colonense.
Cerca de ocho grupos de diablos y cinco de congos se dieron cita en la festividad, que inició a eso de las 3:00 de la tarde. Entre la muchedumbre, se distinguían rostros criollos, visitantes nacionales y cientos de extranjeros. Una gran cantidad no era novata en la festividad, pero otros sí se estrenaron y seguro tienen la certeza de volver.
Portobelo se queda chico, ya que su colorida y acogedora geografía parece jugar contra el crecimiento de la actividad, pues el tema de los diablos de Colón, aunque ha pasado un poco desapercibido, es un imán para el turista local y foráneo.
Escuchar la voz de las damas cantoras al ritmo del sonido seco del tambor representa una buena excusa para soportar el inclemente sol y el duro suelo donde se deben sentar los asistentes, que, por un momento, pidieron que empezara el show por el que habían llegado hasta ahí. Y es que había un retraso técnico, pero toda molestia se disipó al ver al primer grupo de diablos y congos. El sonido de los cascabeles y la belleza de las máscaras hipnotizaban a los espectadores. Luego del primer bocado, querían más.
Fueron entrando los siguientes conjuntos y, así mismo, iba llegando la gente. Casi que no se podía caminar.
Entre lo que se contemplaba, el meneo de caderas y los pasos rituales de los monstruos, también se podía disfrutar de la comida autóctona del lugar: pescado, mariscos y coco, entre otras delicias. A orilla de la avenida, se veían los anuncios de la oferta gastronómica a precios módicos por generosas porciones.
Ese 14 de marzo, la calma (a veces hostigadora) de la comunidad costeña se rompió. El pueblo estalló al son del tambor y el cascabel. Ángeles, diablos, rey y reina congos, mininas, sacerdotes y congos cumplieron con su labor, pero a modo de exhibición, dejando al público con ganas de más, pues los cuerpos sudados y los rostros colorados reflejaban éxtasis. Ese sábado, hasta el de piel muy clara (casi rosada) y acento extranjero movió con fuerza su cadera sin ánimos de querer parar.