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- 17/07/2011 02:00
El cubículo, ese espacio de dos metros cuadrados que puede o no tener una separación para aislarlo de su compañero y de los ruidos, es tal vez el lugar donde la mayoría de empleados en el mundo pasan buena parte de su vida. Desde siempre, la organización de ese pequeño terruño del trabajador ha estado en manos de ingenieros, arquitectos y gerentes. Pero recientemente la psicología ha aportado su granito de arena, y los nuevos análisis han arrojado conclusiones sorprendentes que desafían los modelos de administración imperantes.
La mejor manera de mantener a los empleados felices y produciendo, señalan esos hallazgos, es animarles a decorar su entorno con calendarios, fotografías, plantas o cualquier otra cosa que consideren apropiada. Y mientras más injerencia tengan en ese espacio, mejor. ‘En esencia, el espacio nocivo es el impuesto -dijo a SEMANA Craig Knight, investigador y director del centro de estudios psicológicos de identidad y administración del espacio en la Universidad de Exeter-. Otros factores como los cubículos o el diseño abierto son secundarios’, agrega el experto.
OFICINAS EMPODERADAS
En uno de sus más recientes estudios, Knight estableció cuatro modelos de oficina. En el primero, al que llamó básico, el trabajador solo tenía en el cubículo sus elementos de trabajo; en el segundo, ‘que se bautizó como ’oficina enriquecida’, el gerente impuso la decoración; el tercer modelo se conoció como oficina empoderada y se animó a los empleados a que la decoraran a su gusto, y en la última, los gerentes revirtieron estos arreglos, la llamaron desempoderada.
Al final del experimento, Knight encontró que la oficina empoderada era la óptima. En muchas ocasiones se ha dicho que el entorno agradable no incrementa sustancialmente la eficiencia del empleado, pero que cuando es desfavorable, la disminuye. En este caso, sin embargo, resultó que si los empleados tienen voz y voto sobre el espacio de trabajo, la productividad crece 35 por ciento. Además, los síntomas del edificio enfermo, que incluyen irritación de los ojos y la nariz, fatiga y dolor de cabeza, se reducen.
Los resultados de las investigaciones de Knight se han replicado en otros contextos como laboratorios y casas geriátricas, y el resultado ha sido el mismo. "Cada trabajo que hemos llevado a cabo sugiere que el control del espacio de la oficina por parte de los gerentes es tóxico para el bienestar del empleado y su productividad", dice.
Paradójicamente, en el esquema actual los empleados son quienes menos aportes hacen a su área de trabajo, y la oficina ’limpia’ es la que goza de mayor popularidad. Por un lado, permite acomodar más gente y además, al no ser personalizada, puede ser usada por cualquiera que la necesite. Incluso, en ciertas compañías se rigen por el modelo del ‘hot desk’, que consiste en que nadie tiene puesto fijo, sino que quien llega primero escoge dónde sentarse. De esta forma, dicen los expertos, el espacio se administra fácilmente. "La oficina abierta es más democrática, transparente y permite una mayor interacción entre todos, así como trabajo en equipo", señala Juan Martín Carvajal, gerente de Diseño de Carvajal Espacios.
EL TOQUE PERSONAL
Pero Knight cree que no darles autonomía a los empleados para organizar su espacio es un error, porque no les permite desarrollar su identidad en ese entorno. El experto explica que para lograr que el empleado tenga sentido de pertenencia con la empresa debe primero poder diferenciarse y se logra incluyendo en su espacio laboral elementos que se relacionen con él. Clara Reyes, psicóloga organizacional, coincide y afirma que sin importar el tamaño del cubículo, todos los trabajadores tienden a imprimirle un sello personal. "Puede ser foto de la mascota o un simple moñito".
De hecho, un estudio realizado por Wells y Thelen en 2002 halló que los gerentes y empleados con oficinas cerradas decoraban más que los demás. Algunas empresas promueven esa autonomía, pero otras la prohíben rotundamente, y aún en estas la gente quiere establecer esa identidad a través de objetos como el teléfono o el computador. ‘Escogen casi siempre sentarse en el mismo puesto porque quieren pertenencia’, explica Reyes. Los hallazgos de Knight coinciden con los de otras investigaciones en las cuales se ha encontrado una asociación entre el control del espacio por los gerentes y la falta de identificación de los empleados con su trabajo.
Algo similar sucede en los ‘call centers’, en cuyo ambiente se han encontrado altos niveles de malestar psicológico. Otros estudios demostraron que cuando se restringe la autonomía en el lugar de trabajo, se produce más ausentismo y estrés.
En ese caso, de nada vale colgar cuadros o poner plantas si los empleados sienten que su espacio se reduce cada vez más. Se sabe que los humanos, como otros animales, sufren de estrés, agresividad y malestar cuando están en un espacio restringido y ‘una planta o un afiche no va a hacerlos sentir mejor", dice Knight.
Aún más, se ha visto en experimentos que bonificaciones como salas de esparcimiento o decoración lujosa son mal recibidos por el personal cuando son impuestas.
Se puede pensar que es muy complicado que los trabajadores opinen sobre el espacio de trabajo porque significa poner de acuerdo a muchas personas. "Para tener una oficina funcional, la decisión debe recaer en la gerencia. Si se tuvieran en cuenta los deseos de cada individuo, todos querrían una oficina cerrada y más grande y no habría colaboración, un tema imprescindible hoy", señala Carvajal, quien asegura que se deben considerar las necesidades de los usuarios para luego, en conjunto con los directivos de la empresa, tomar decisiones sobre el diseño de estos espacios.