La cantante argentina Nicki Nicole resalta la importancia de mantenerse “con los pies en la tierra” en una entrevista con EFE por su visita a México, donde...
- 13/06/2010 02:00
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Me dirán amargada, aguafiestas y aburrida, me hablarán de la emoción, de la confraternización de los pueblos, de la pasión y la adrenalina y a mí me entrará por un oído y me saldrá por el otro. Me tratarán de convencer sobre la bendición de ver luchar limpiamente a la hermandad de naciones en una fiesta de deportividad. Y yo asentiré conciliadora y miraré para otro lado. Señores, de verdad no me importa en absoluto quien será el capitán que levante la copa el próximo 11 de julio. No, no tengo banderita en el carro, no, no voy a España ni a Italia, ni a ninguno. No, no me sé los nombres de los jugadores y mucho menos los de los entrenadores. Me hablan de la satisfacción y el orgullo de la victoria. Y yo pienso que será una satisfacción y un orgullo...para las señoras madres del capitán, de los jugadores y de los entrenadores…del equipo que haya ganado.
Yo soy parte de aquellos (hay otros, estoy segura de que los hay, la locura colectiva no puede ser absoluta) a los que el mundial de fútbol no les quita el sueño, que jamás se plantearían endeudarse para comprar un televisor más grande para ver los partidos. Soy de aquellos que nunca han deseado partirse una pierna el día del inicio para poder ver tranquilamente todos los partidos. Soy de aquellos que no tienen ninguna intención de llevar la cuenta de las victorias y las derrotas. Sí, ya lo avisé, amargada y aguafiestas. Pero fíjense ustedes que, observando este despelote histérico-deportivo desde afuera, como ente absolutamente imparcial, toda esta inmersión colectiva en un evento en el que nuestro país ni gana ni pierde nada, siempre me queda un regusto, un regusto ácido al siempre útil ‘pan y circo’. ¿Cuál es la verdadera razón por la que nos tratan de meter estos eventos por los ojos, los oídos y las narices? ¿Cuál es la intención final de este bombardeo inmisericorde en todos los canales, los periódicos y las emisoras? Llámenme paranoica, pero a mi nadie me quita de la cabeza que esto es un gran espectáculo orquestado.
Entreténganse con 22 tipos en calzoncillos corriendo detrás de una bolita y olvídense de los problemas reales que tenemos aquí y ahora. Griten y aplaudan, discutan sobre quien ganará y quien perderá, abstráiganse en los fuera de juego, las faltas y los penaltis y dejen pasar las triquiñuelas de nuestros políticos, lloren porque su equipo fue eliminado y no se fijen en las estupideces que hacen alcaldes, concejales, diputados, fiscales y demás fauna politiquera. Salten y brinden por la clasificación de quien sea y no le pongan mente, por unas semanas, a los nuevos impuestos, a las reclamaciones y a las injusticias. Coman fútbol, vivan fútbol, y regresen luego al mundo real con un gran batacazo, porque la crisis no se ha ido a ningún sitio. Ingresen a este paroxismo futbolístico, apasiónense, recen y contengan el aliento, para luego volver a la realidad diaria con unos cuantos dólares menos, un enorme televisor que no cabe en la sala y que no hace más que molestar, con un montón de banderines, banderas, camisetas, bolas pequeñas, balones grandes, dados con los colores de su equipo para colgar en el retrovisor y un montón de checheritos adicionales que no saben donde poner.
De verdad no sé cómo lo hacen, ¡Yo ya estoy harta del mundial, y no hemos empezado! Cincuenta y pico partidos, ¡qué paciencia! ¡Qué aguante! ¡Noventa minutos cada uno!, ¡más los tiempos extra! Cuanto tiempo perdido, si, perdido, perdido en angustias y sobresaltos de otros.
Aunque hay otra manera de ganar en el Mundial, si usted es de los que venden las banderitas, las camisetas, los pantalones mundialistas, los stickers y el resto del kit profesional del fanático futbolero, ahí sí lo felicito...usted sí está ganando su mundial.