Cuando el reloj marca la hora exquisita

Actualizado
  • 14/08/2011 02:00
Creado
  • 14/08/2011 02:00
La luna blanca/ luce en los bosques/; de cada rama/ parte una voz/ bajo el ramaje.../ Oh, bien amada./ El estanque refleja,/ profundo es...

La luna blanca/ luce en los bosques/; de cada rama/ parte una voz/ bajo el ramaje.../ Oh, bien amada./ El estanque refleja,/ profundo espejo,/ la silueta/ del sauce negro/ donde el viento llora./ ¡Soñemos, es la hora!/ Un vasto y tierno/ sosiego/ parece descender/ del firmamento /que el astro irisa. /Es la hora exquisita.

Sólo un alma tan sensible como la del poeta francés Paul Verlaine pudo ser capaz de convertir en versos las sensaciones que acompañan al crepúsculo, hora en que las almas sienten sed de oscuridad, de reposo tras la agitación del día.

Son muchos los que relacionan el ocaso con la finalización de la jornada laboral, con el retorno al hogar, con el tráfico que desespera. Sin embargo, para el poeta, el místico, el soñador, las sombras de la noche avanzan con su promesa de visiones, con sus ramajes cargados de fugaces quimeras.

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