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Julia Mayo: 'La universidad debe formar a los mejores arqueólogos del hemisferio'
- 22/12/2020 00:00
Julia Mayo es arqueóloga, feminista, progresista, no profesa una fe o religión determinada. “Creo en la tolerancia y el gran poder que tiene la educación en mejorar a la sociedad y en transformar la vida y el futuro de las personas”. Mayo nació en la ciudad de Colón, el 21 de noviembre de 1972, y pasó su niñez, adolescencia y primeros años de vida adulta en España, país en que recibió su educación. Obtuvo una beca postdoctoral del Smithsonian Tropical Research Institute y trasladó su residencia a Panamá, donde empezó entonces un proyecto de prospección arqueológica en los valles de los ríos Río Grande y Coclé del Sur y una excavación en el Parque Arqueológico El Caño. Consciente de la complejidad del sitio arqueológico y convencida de la utilidad del trabajo en equipo, invitó a otros investigadores a participar en el proyecto El Caño. En 2011 creó una plataforma para su gestión a largo plazo, la Fundación El Caño, que preside hasta la actualidad. Entre sus roles se destaca como investigadora del Sistema Nacional de Investigación (SNI) de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt). También ha hecho numerosas presentaciones de sus investigaciones tanto en Panamá como en Estados Unidos y Europa. Conozca la labor de esta profesional que hace un repaso de su trayectoria y destaca la importancia de invertir en educación.

Tomé la decisión cuando me di cuenta de que la realidad laboral en mi país era igual de penosa en todas las profesiones y que la garantía de mi éxito profesional sería dedicarme a aquello para lo que sirvo y me gusta. Llegué a la conclusión de que ser una buena arqueóloga sería mejor para mí y mi futuro, que ser una abogada mediocre. Y es que el éxito en la vida tiene mucho que ver con el empeño que pongamos en lograr nuestras metas, pero también en el interés o la pasión que sintamos por lo que hacemos, lo cual debe estar alineado con nuestras cualidades o habilidades personales.
Fue de especial relevancia para orientar el curso de nuestras excavaciones la lectura que hicimos de las memorias editadas por Samuel K. Lothrop, en el año 1937. En ellas, Lothrop documenta la excavación de un centenar de tumbas, algunas de las cuales contenían entierros múltiples de individuos de diferentes estatus sociales. Tanto en Sitio Conte como en El Caño aparecen alineamientos de columnas de basalto y una calzada de cantos rodados, por lo que consideramos que ambos sitios eran muy parecidos y que por lo tanto era altamente probable que en El Caño terminara apareciendo el único rasgo cuya ausencia parecía diferenciarlos: los entierros múltiples y de individuos de alto estatus.
National Geographic fue importante no solo porque hizo llegar a un gran número de personas nuestro trabajo, sino también porque financiaron la excavación. En 2007, mi hermano Carlos y yo visitamos algunos museos de Estados Unidos que guardan piezas de El Caño y circunstancialmente cenamos con una arqueóloga, Elsa Redmond, quien es miembro de uno de los comités de la National Geographic Society. Le hablamos de El Caño y de la posibilidad de que ese lugar tuviese tumbas con entierros múltiples como las de Sitio Conte y me animó a aplicar a los programas de National Geographic, a través de los cuales la sociedad ofrece fondos para la exploración e investigación. Y eso hice. Así que ellos no solo publicaron el descubrimiento, sino que además lo hicieron posible.
Lo principal es el descubrimiento de entierros múltiples, un tipo de entierro muy raro en la región (solo conocemos el caso adicional de Sitio Conte). Su estudio nos ha permitido descubrir evidencias de la práctica de los sacrificios humanos y la existencia de jerarcas muy poderosos.
Desde hace algunos años funcionamos con fondos de la Senacyt y del antiguo Instituto Nacional de Cultura, ahora Ministerio de Cultura. Nos mantenemos a la espera de que nos reciban en el nuevo MiCultura para renovar el convenio de colaboración que tenemos con el Inac y que vence en diciembre de este año.
Creo que nosotros hemos cumplido con nuestra función de poner en valor a la arqueología de las provincias centrales, mostrando la riqueza del patrimonio de esta parte del país. Al Estado le corresponde crear los espacios para el disfrute y educación de ese patrimonio creando museos. Sí, es una asignatura pendiente que espero resuelvan pronto.
Esperamos tener una respuesta de MiCultura para continuar. El desarrollo de nuestra labor la hacemos durante la estación seca, cuando hacemos excavaciones, aunque en los últimos años no ha sido así. Hemos invertido nuestro tiempo en la recuperación de la casa museo de El Caño (año 2018) y en la preparación de una exhibición en ella (año 2019).
Lo que presentamos en nuestro nuevo libro El Caño. Memorias de excavación. Temporadas 2008 a 2011 y 2013 a 2017 volúmenes I y II es una relación descriptiva de los diez primeros años del proyecto y todo lo registrado a lo largo de su ejecución, así como una explicación con detalle de los procedimientos y metodologías aplicadas. Hemos examinado de forma rigurosa los datos procedentes de registros de campo, planimetrías, fotografías y anotaciones, a fin de comprobar su precisión, y hecho una selección de las fotografías que a nuestro entender mejor explican el yacimiento. También, hemos preparado planos, secciones, diagramas y tablas que sintetizan toda la información de la que disponemos.
Estamos en un momento esperanzador. La Universidad de Panamá está mostrando interés en la disciplina. No solo ofrecen ya la especialidad de antropología, sino que además desde el año pasado la universidad imparte una maestría en arqueología y el Centro de Investigaciones Antropológicas está más activo que nunca, lo cual es estupendo y emocionante.
A la universidad le resta solamente invertir en la contratación de personal docente especializado. Si estos no se encuentran en el país, creo que la opción de contratar a docentes extranjeros es legítima y enriquecedora, además de necesaria, teniendo en cuenta las circunstancias. Con el tiempo el país tendrá sus propios docentes, pero a estos hay que formarlos primero y formarlos bien. No debemos ser modestos en estos asuntos. La universidad debe aspirar a formar a los mejores arqueólogos de nuestro hemisferio.
A mí me gusta pensar que dejamos a la nación una de las colecciones arqueológicas precolombinas más espectaculares y mejor documentadas de la región. Solo espero que pronto podamos verla expuesta en un buen museo. Dejamos además mucho conocimiento relativo a las sociedades originarias precolombinas de nuestro país. Historias de pueblos que vivieron en el mismo espacio en que vivimos hoy, pero centenares de años atrás y que representan una parte importante de nuestra historia. Me gusta pensar que haciendo lo que hago, ayudo a las personas a reconocer en la diversidad cultural algo maravilloso de lo que aprender, y acerco al panameño actual a lo prehispánico, a lo autóctono, lo originario, lo indígena, poniéndolo en valor. Creo que a estos pueblos no se les ha dado la verdadera importancia que tienen y que con el trabajo que he hecho he contribuido a que el panameño de hoy los comprenda y valoren de una manera diferente, respetando el hecho de que eran diferentes y especiales. Quizá no he logrado todo esto todavía, pero ese es el tipo de cosas a las que aspiro.