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- 06/03/2022 00:00
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Las comunidades ancestrales del sur vieron dibujarse en el cielo la huella de la pisada de un ñandú. Con distintos nombres, pero un mismo significado, esta avestruz galáctica de cuyo sudor sexual, se genera la siembra de estrellas fue, con la llegada de los colonizadores, eliminada de la cosmovisión de los pueblos originarios, al implantarse la cruz del cristianismo y con ella, todo un nuevo sistema de creencias que señalaban como algo del demonio, la fluidez de la identidad de género.
Por ello, “La pisada del ñandú (o cómo transformamos los silencios)” es el nombre que se le ha dado a la muestra que se exhibe en el Museo de Arte Contemporáneo y que aborda la relación entre los procesos coloniales y la conformación de la identidad de género.
La exposición es curada por Río Paraná, (Mag de Santo y Duen Sacchi), artistas, curadores y escritores trans, argentinos y que viene de presentarse en el Palau de la Virreina, centro de arte en Barcelona, y se trasladará luego a Argentina.
“Es un proyecto que tiene una investigación muy fuerte atrás, trabaja con archivos coloniales y con archivos personales de colectivos trans, en este caso de Argentina: El Archivo de la memoria trans de Argentina y el Archivo LGTBI de Salta”, explica Juan Canela, curador asociado del MAC Panamá.

“Aunque la muestra que viene de otro país, se ha contextualizado bastante acá, al igual que el programa público que estamos haciendo y que ha sido bastante intenso”, agrega el curador.
La exhibición, que ocupa la planta alta del museo, se divide en distintas partes o capítulos, uno de los primeros, La violencia, con historias encontradas como la de el alférez Erauso y la de Heleno Céspedes. Dos personas trans que luego de haber sido descubiertas enfrentan consecuencias muy distintas debido a su procedencia, clase social y raza. Erauso, hijo de familia pudiente de San Sebastián, España, es aceptado y reconocido como el alférez Catalina Erauso, mientras que Heleno Céspedes, negro, esclavo liberto de clase desfavorecida termina siendo ajusticiado y castigado con azotes públicos y exilio.
Un grabado del holandés Theodor de Bry, quien jamás viajó el hemisferio sur, pero construye el imaginario visual de la propaganda de la colonia muestra las persecuciones y cacerías a las que dio inicio Vasco Núñez de Balboa en las comunidades originarias pues se trataba de disidentes al orden colonial, en este caso, criaturas que no eran hombre ni mujer. Ellos serían devorados por perros mastines.
Lulú Molinares, en la obra “Camisa de fuerza para yo”, una pieza tejida con colores muy llamativos muestra una forma de opresión mucho más sutil, pero opresión al fin. En el bordado “Estar en un cuarto con las luces apagadas es como aguantar la respiración y con un texto, paste de su diario personal denominado “Una noche con el perse y la sombra”, nos lleva al presente donde en vez de azotes o aperreamiento se pretende aconductar, reformar o corregir a quien lleva una forma de vida considerada impropia.

El espacio, un lugar donde estar donde vivir, donde afincarse son temas recurrentes en estos colectivos que sufren un constante rechazo y son desterrados de sus comunidades e incluso de sus cuerpos y de sus imaginarios. Fotos, videos y performances muestran esta realidad vivida en Brasil, Perú, Argentina, Chile.
Una infinidad de fotos de los archivos de la memoria Trans Argentina y el Archivo LGTBI de Salta, muestran escenas cotidianas, fotos muy personales, recortes de periódico que ayudan a recrear momentos felices en la vida de un colectivo vuya mayoría muere víctima de asesinatos a manos de clientes, amantes y policías.
En medio del salón del fondo una casa de construcción precaria, instalación denominada El descanso, es una “casa como metáfora del cuerpo propio, de la belleza como forma de lo común, de un espacio donde uno puede inventarse”. No solo hace referencia a la crisis habitacional de las comunidades travestis y trans desplazadas, sino que intenta generar una instancia de alivio.
El tiempo que se impone es el tiempo occidental, lo que había antes de la llegada de los colonizadores no debe formar parte ya de esta realidad. Lo que no tiene utilidad carece de valor y eso incluye a veces a las propias comunidades y sus costumbres.

En “Justicia por Bruno”, Lukas Avendaño (su hermano) se sienta con el vestido tradicional de luto de las mujeres zapotecas y ofrece una mano a quien decida acompañarle en su pedido: establecer un vínculo para conocer el paradero de su hermano. Una silla vacía a su lado permite que cada cuerpo tome el lugar del cuerpo que falta.
El carnaval, ese tiempo en el que se permite a indígenas, afros, mestizas impuras y travestis de los mil sexos salgan con sus cuerpos ceremoniales a la calle, es un espacio regalado, comprimido y constreñido, en el cual “bajo el epítome del disfraz, se puede caminar con los sexos abiertos al cosmos”.
En estos días, el arte plumario cobra gran importancia pues los cuerpos emplumados “desafían no solo la construcción dimórfica del cuerpo occidental sino también otro tipo de exclusiones. La obra “Escalt”, de Ricardo Vargas Muñoz condensa la historia de Las Tablas y su eterna rivalidad entre Calle Arriba y Calle Abajo. Un inmenso tocado ocupa la totalidad de una pared, pero este tocado carece de un cuerpo que lo sostenga. “Muchas veces donde se permite la existencia del cuerpo trans es con las plumas. En el disfraz los toleramos, pero cuando salen a otros ámbitos ya cambia la cosa, ya es de verdad”, nos recuerda Canela.
¿Cómo ocurrió esto que soy? Es la pregunta que a través de un video en colaboración con varios artistas trans de Latinoamérica se hacen sobre su realidad. Río Paraná convocó a artistas y activistas trans de distintas genealogías diaspóricas de Abya Yala a realizar sobre las demandas de testimonio. La pieza se llama “Mil sucesos pedidos hasta ahora” e invita a crear mitos de origen.
La muestra La huella del ñandú es una propuesta osada que pretende ir “más allá de las plumas”. “Hay temas o problemáticas que sentimos que son bien urgentes en la sociedad contemporánea. Y tanto las cuestiones que están en la muestra en la planta baja [Guardar semillas en el cabello] como La pisada del Ñandú tratan toda esa complejidad cultural de un país como Panamá, y cuestiona dónde están los espacios de representación de las personas afro, las personas indígenas y los derechos de las personas trans o los derechos de las personas del colectivo LGTBI. Creo que son un espacio de reflexión y discusión que tiene que estar mucho más presente en la sociedad panameña. La muestra no es fácil y eso lo sabemos, pero el museo tiene que ser ese lugar donde las discusiones se puedan dar”, sostiene Canela.

Y es que el arte no es solo estética, de acuerdo con el curador. “El arte es pensamiento, el arte es discurso, discusión, fricción y obviamente no todo el mundo tiene que estar de acuerdo y no pasa nada, pero tiene que ser el lugar donde estas discusiones puedan darse porque no existen tantos lugares donde estas discusiones puedan ocurrir”, agrega.
El curador asociado insiste en que los museos deben ser un lugar seguro donde quien quiera, pueda tener una experiencia estética pero también reflexiva, que lleve al visitante a repensar y hacerse nuevos planteamientos.
Y un elemento muy importante, “el museo debe ser un lugar que apueste en estos momentos para que estos colectivos que no han tenido espacios donde visibilizarse, los puedan tener”, afirma. “Ya no estamos en el momento en el que vamos a hablar de cómo son las personas negras o sobre cómo son las personas trans, sino que las personas negras y las personas trans son las que van a estar hablando de ellos mismos y ellas mismas”, asegura.
Esta propuesta osada es parte de un movimiento que ha venido dándose a nivel internacional. Museos como el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) y el Palais de Tokyo en París presentan actualmente muestras que tocan esta temática. “Hay varios países que están aprobando leyes por los derechos de las personas trans, es una cuestión que está presente en el mundo contemporáneo y el museo tiene que estar respondiendo a lo que está pasando en la sociedad. Y si bien es verdad que quizá Panamá pueda estar en un momento anterior al que pueda estar Argentina o Francia, por mencionar dos ejemplos, ¿ por qué no vamos a darle para adelante?”, cuestiona Canela.

De acuerdo con el curador, la muestra ha tenido muy buena recepción. “El trabajo con los colectivos en el programa público está siendo increíble, estamos teniendo muchos visitantes; la respuesta está siendo buena, y hay que admitir que al es que teníamos cierto temor, por la reacción de cualquier persona que no esté de acuerdo con esto, pero eso no ha sucedido. Además, hemso tenido el apoyo de una fundación de la universidad de Pensilvania para poder hacer el proyecto. Han mostrado ung ran interés”, asevera.
Esto no significa que la programación del museo se va a volcar exclusivamente a esta temática. Siguiendo con la programación de este año, habrá más que nada, una revisión histórica pues el MAC Panamá cumple 60 años. También se presentará una muestra del maestro Julio Záchrisson.
“Nos parecía importante arrancar el año con estas dos muestras, que sitúan mucho una preocupación que creemos que es fuerte y con las que el museo quiere posicionarse. Y también debemos mantener una noción de valentía, no solo mantenerse en la comodidad. El museo tiene que ser valiente”, concluye.